IRENE Y LOS FARISEOS
Irene Lozano ha estado en el
candelero últimamente por razones varias. En primer lugar, por haber dado
“forma literaria”, haber escrito, coescrito o haber hecho de “negra” en el
libro de Pedro Sánchez Manual de
resistencia. En él, además de colaborar con el diablo, cometió el gravísimo
pecado de poner en boca de San Juan de la Cruz aquello de “como decíamos ayer”,
cuando todo el mundo sabe que, de haberlo dicho alguien (lo cual no está del todo claro),
fue Fray Luis de León. Demasiado para los fariseos, siempre prestos a rasgarse
las vestiduras, aunque el error sea confundir a un fraile por otro, tan
contemporáneos que hasta murieron en el mismo año (1591). Nada, en fin, que no
pueda corregirse en la segunda edición.
Otra circunstancia por la que
Irene Lozano se ha visto en la plaza pública atacada y denostada por los
fariseos ha sido por una entrevista que, en condición de su cargo de secretaria
de Estado de la España Global, o algo así, concedió a la cadena británica Sky
News. Argumentaba la española en un estupendo inglés (que ya es más que de lo
que la mayoría de quienes la critican pueden acreditar) que por muy democrático
que sea el hecho de votar, en España (y en el resto de países del entorno -y
esto es añadido mío-) hacerlo sin permiso y fuera de la cobertura del marco
legal es delito. De la misma manera, añadió Lozano, que “el sexo está muy bien,
pero hacerlo sin el permiso de la otra parte es delito y hasta violación”. El
fariseo que la entrevistaba (británico él, que también los hay, y muchos, de
aquella nacionalidad) se empeñó en afearle el hecho de que ella estaba
“comparando” la ofensa de votar con la de la violación.
Alex Grijelmo, en su artículo de
El País del domingo, lo explicó de manera certera. Claro que Irene Lozano
comparó una cosa con otra, ¿y qué? Una cosa es “comparar” y otra “equiparar”. "Yo -dice Grijelmo- puedo 'comparar' el Burgos Club de fútbol con el Real
Madrid, ¿por qué no? Ahora bien, la 'equiparación' sería una estupidez, aunque
solo fuera por lo del presupuesto".
Los fariseos siempre están ojo
avizor, revisando los textos con su lupa y sus orejeras bien ajustadas, para
escandalizarse y tratar de confundir al personal haciendo ver que la velocidad y
el tocino se asemejan (perdón por lo del tocino, que puede ofender a los
musulmanes)
Los mensajes se simplifican hasta
el término de consignas y en vez de ideas el personal parece moverse por signos
y poses que adquieren la categoría de verdades incontestables, de modo que
disfrazarse del Rey Baltasar pintándose la cara de negro es una ofensa racista
y un chiste de mariquitas se convierte en una ofensa homófoba inaceptable. Mira
por donde, El Titi, que vivió toda su vida contando chistes de esa clase era un
homófobo impresentable, carne de hoguera de los inquisidores intérpretes de la doctrina sagrada de la modernidad.
El miedo a no traspasar la
delgada capa de los fariseos (y las fariseas) es tan grande que he leído en
algún sitio que la ceremonia de entrega de los Oscar de este año no ha
encontrado un presentador que garantizara la “blancura” del humor. Parece que
es difícil hoy abrir la boca en público sin ofender a alguien: a los negros a
los enfermos, a los torpes, a los mansos de corazón o a los pobres de espíritu
y decir que alguien o algo es un “cáncer” para la sociedad molesta a los
enfermos de cáncer y sus familiares (como si no fuéramos todos miembros de ese
colectivo) y estar “ciego” a la evidencia puede molestar a los invidentes. Eso
sí; la subida al escenario habilita a cualquiera a soltar su mitin en defensa
de esto y lo otro, venga o no a cuento.
Nunca he sentido gran simpatía
por la figura de la cantante Alaska. No me ha gustado como cantante y su imagen me ha transmitido siempre más artificio que sustancia. Hasta hace unos días.
Alguien le preguntó si había sido víctima de alguna agresión sexual. “No he
tenido la oportunidad. Siempre he estado rodeada de maricones”, respondió la
artista. En ese momento me conquistó y entré a formar parte de los fans de
Alaska. Y nadie, por muy fariseo que sea, se atreverá a acusar a Alaska de
homofobia. ¿O sí?
Román Rubio
Febrero 2018