EL
FORASTERO
“¿A qué viene esa hostilidad? No me conoce nadie y ya
tengo enemigos”, se preguntaba el forastero al llegar por primera vez a Dodge
City y ser traspasado por miradas hostiles en el saloon. ¿Será por mi manera de vestir, por ser alto, bajo,
amigable, oscuro de tez o ‘blanquito como la naca’?, ¿por mi abrigo de piel,
quizá? ¿O será simplemente porque soy forastero acabado de llegar de Texas con
unos cientos de cabezas de reses de cuerno largo?
Esta historia tan común en el oeste y en el norte,
sur y este de tantos otros lugares es más o menos lo que ocurre con un
forastero que acaba de llegar al pueblo y que responde al nombre de ChatGPT. Ya saben, ese entorno digital
que, basado en lo que se conoce como Inteligencia Artificial, es capaz de responder
preguntas y generar textos aceptables en contextos muy dispares y que está en
continua fase de mejora. Le puedes pedir un resumen de la Constitución de los
EEUU, un soneto sobre la primavera o un guión para el último capítulo de
Succession que el servidor te lo hace en un santiamén, aunque con solvencia
desigual.
“Me da miedo”, oí decir el otro día a un conocido,
que por supuesto ni lo había probado ni tenía una idea clara de lo que se
trataba. ¿Miedo?, ¿de qué, si se puede saber? Entendería que dijeras que tienes
miedo al Alzheimer, al cáncer de colon, a que te caiga una teja al salir de
casa, a los veranos tórridos y secos, al futuro de tus hijos o nietos en un
planeta de clima cada vez más hostil e impredecible. Entendería que me dijeras
que tienes miedo a que te deje tu mujer, a no tener amigos, a perder tu vida y
hacienda. A que tu hijo o nieto se enganche a las
drogas, a quedar tetrapléjico en un acto fortuito y tonto, a que no te renueven
el carné de conducir, a que se duerma el camionero que viene de frente, a las serpientes
venenosas, a Drácula, al chirriar de la tabla de la azotea en una noche de
invierno, al infarto fulminante, a que compre el piso de al lado un tal Diógenes,
al pedrisco que te destroza el huerto, al desprecio de Mariví, que dice haber
encontrado a otro más interesante que tú, a la pobreza denigrante, a la de los
tuyos. Entiendo que te atemorice que tus asuntos públicos sean manejados por
una Ayuso cualquiera por necedad de tus conciudadanos, que Donald Trump sea
nombrado presidente de tu comunidad de vecinos, que cierren la piscina de tu
pueblo, que caiga un rayo sobre tu casa, pero ¿de verdad te da miedo un
puñetero programa que genera textos?
El problema es que el personal está mediatizado por
lo que escucha en la televisión y en las
tertulias radiofónicas y reproduce aquello que ha oído como si fuera suyo.
¿Pero cómo puede asustar algo que se desconoce, si no es porque se ha dado
pábulo al lamento de relamidos gurús que temen por sus puestos de trabajo y que
llenan las ondas a diario?
Vamos a ver: ChatGTP produce textos y los textos no
muerden, ni infectan, ni matan. Son simplemente eso, textos. Y cuando leas
alguno, si no eres un membrillo, si eres alguien inteligente y formado, sabrás
reconocer que lo ha hecho una máquina; y si es tan bueno como para no
reconocerlo te importará un bledo que lo haya generado un entorno de Inteligencia
Artificial o lo haya escrito Perico el de los Palotes. Y si la máquina escribe
mejor que Perico y con más acierto y sentido común, bienvenida sea.
De modo que si estás jugando al póquer con Jiménez
Losantos, Pedrojota y el Gran Wyoming, ¿qué problema hay en que se siente el
forastero a la mesa y pida carta?
Y si encima paga el whisky, pues mejor que mejor.
Román Rubio
Mayo, 2023
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