LA PARADOJA ESPAÑOLA
En la década de los 70 se vivió en el mundo
desarrollado una pequeña revolución en los hábitos alimentarios. El pescado
azul y el aceite de oliva mejoraron enormemente su estatus al tiempo que las
carnes rojas y las grasas animales en general se vieron postergadas al rol de
alimentos quasi nocivos. De todos los
alimentos que vieron deteriorado su estatus, la mantequilla se llevó, quizás,
la peor parte. Toneladas de ese ingrediente eran cada año sacada del mercado
alimentario para ser destruidas o desviadas a una u otra función industrial. El
público del norte de Europa y Estados Unidos hubo de acostumbrarse al sabor,
poco familiar para ellos, de aceites vegetales como el de oliva. Muchos, de
manera insensata sustituyeron la mantequilla por… ¡la margarina!
La causa de este cambio fue que los estudios de
salud de la época mostraban de manera clara que la incidencia de accidentes
coronarios era mucho mayor en países del norte (de la mantequilla) que
mediterráneos (del aceite) o asiáticos (del pescado). La correlación era: a más
carne roja y grasas animales más incidencias cardiovasculares, ¡así de claro!
Bueno, ¡no tan claro! Un país no seguía el patrón
establecido. Se trataba –otra vez- de Francia. Resulta que el país en el que
comidas de foie y patés terminaban con
una rica tabla de quesos (a cual más graso) presentaba incidencias de problemas
de corazón similares a los países de dieta llamada “mediterránea”, rica en
aceite de oliva y pescado. A esta circunstancia se le llamó “la
paradoja francesa”. Para tratar
de explicarla, posteriores estudios de universidades americanas -¿cómo
no?- atribuyeron la causa al uso del
vino tinto, con lo que, por suerte para la humanidad, el vino mejoró su reputación
–y venta- en el mundo desarrollado.
Si la francesa es de naturaleza alimentaria, la paradoja
española es económica. Tenemos un país en que:
- Sufre un nivel de paro insoportable del 26.1%,
superior a cualquier otro país europeo (si excluimos a Grecia).
- Goza de un nivel de renta disponible (PPS, Purchasing Power Standard) de 94 puntos, en
dónde la media es de (EU28=100). Hemos descendido a este percentil desde el
máximo de103 que alcanzamos en 2007. Es decir, estamos ahí, en torno a la media
europea; tres puntos por arriba, seis por abajo…
- La productividad del trabajador español es baja.
Eso se nos recuerda una y otra vez en los medios de comunicación.
Sencillamente, estos tres elementos no encajan
juntos fácilmente. Comparémonos con Italia: los italianos sufren un nivel de paro
del 12.2%, es decir, menos de la mitad del nuestro. Sin embargo su nivel de
renta por habitante es de 99 (sólo 5 puntos por encima de España). ¿Qué
productividad se supone que tienen los trabajadores de un país en el que a
pesar de tener un 14% de personas más que nosotros trabajando sólo son capaces
de adelantarnos en unos raquíticos 5 puntos de riqueza?
¿Y con Portugal? Nuestros vecinos de la Península Ibérica
sólo consiguen un decepcionante percentil 79 en nivel de renta comparada con
un índice de paro del 16.5%. Increíble. Que los portugueses, con un 10% de
parados menos que nosotros generen 15 puntos de riqueza menos que los españoles
es algo inaudito. ¿Qué hacen en el trabajo los portugueses? ¿Tiran piedras al
estuario del Tajo para sacarlas después? La comparación con nuestros vecinos
hacen que la productividad del trabajador español sea poco menos que la de
Superman, en franca contradicción con las regañinas de los apologetas de la economía de mercado que a
diario nos martillean con la idea contraria.
Los franceses, con un 10.3 de paro -15.8 puntos
menos que los españoles- sólo consiguen un modesto 107 en renta por habitante-.
¿Se imaginan lo que podría conseguir España con un nivel de paro similar al de
Francia?
Entiendo que en esta incongruencia hay un factor que
no estoy considerando: la economía sumergida; el trabajo oculto. Pero,
aceptando su existencia: ¿explica éste las diferencias que mostramos con Italia
o Portugal? ¿Es razonable pensar que la economía sumergida en España es tan
enorme como para explicar los números que nos comparan con Italia? ¡Por Dios,
que estamos hablando de Italia, no de Dinamarca! No me cuenten milongas. Hay
elementos que se me escapan y que juegan un papel en el asunto que hacen que
este siga siendo una paradoja en lugar de un sofisma.
Hay otras paradojas españolas que dejo fuera del
artículo, como son:
- Un partido político (el que ostenta el poder)
tiene a todos sus tesoreros procesados y/o condenados por irregularidades y
delitos contables y no tiene cargos formales por financiación irregular.
- Dos de los jueces que más se han significado en la
lucha contra la corrupción están apartados de sus funciones. Uno de ellos,
además tuvo la inconsideración de intentar aplicar de la Ley de Memoria
Histórica, aprobada por el Parlamento. El muy iluso…
Y hay también paradojas visuales, si es que estas
existen. (Véase la foto con atención).
Román Rubio
Febrero 2015
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