viernes, 13 de febrero de 2015

RIVALIDADES LITERARIAS

RIVALIDADES LITERARIAS




Quevedo                                                                   Góngora

Madrid o Barça, Di Estéfano o Kubala, Daoiz y Velarde, cañas y barro,  Tradicionalistas o Liberales, Frascuelo o Lagartijo, azucarillos y aguardiente, Joselito o Belmonte, Rojos o Nacionales, Serrat o Massiel… conceptismo y culteranismo, Quevedo o Góngora.
Los dos maestros de las letras españolas protagonizaron la más sonada de las rivalidades entre escritores, utilizando las puyas más crueles y despiadadas. Quevedo –(Madrid 1580-1645)­- representa, junto con Gracián, el conceptismo barroco, caracterizado por la condensación del pensamiento jugando con la polisemia de las palabras, en difíciles equilibrios, dando lugar al doble, tripe sentido. A pesar de su fama de hombre chocarrero y procaz (merecida, por otra parte), es un moralista de hondura.
Góngora –(Cordoba 1561-1627)-, culteranista, poeta más que prosista, prestaba gran atención a la sonoridad del verso utilizando innumerables metáforas y recursos clasicistas haciendo uso del hipérbaton, perífrasis, giros latinos, elusiones y alusiones que enmarañan el significado, de modo que resulta laborioso el descifrado del mismo.
Azuzada por  la rivalidad literaria (Quevedo en el fondo envidiaba a quién, cuando empezó a publicar, era ya un poeta consagrado), la batalla se extendió a cuestiones personales. El madrileño atacaba al cordobés acusándole de homosexual y de algo que constituía anatema en la época: de judío (de ahí la mofa por la nariz).  Góngora, por su parte, le atacaba por borrachín y se burlaba de su cojera. Ambos denostaban las cualidades literarias del otro. Es muy conocido el soneto que Quevedo le dedicó a su rival (a su nariz, más bien), que representa sus rasgos judíos:                     

  
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.     (…)

Reproduciré aquí sólo el último terceto del oscuro soneto titulado “A don Francisco de Quevedo” en el que Góngora  hace alusión a la cojera de su rival 

(…) que en oro engasta, santa insignia, aloque,
a San Trago camina, donde llega:
que tanto anda el cojo como el sano. 

Quevedo, desatado y mordaz le dedica lo de:

Yo te untaré mis obras con tocino 
porque no me las muerdas, Gongorilla, 
perro de los ingenios de Castilla, 
docto en pullas, cual mozo de camino;

apenas hombre, sacerdote indino, 
que aprendiste sin cristus la cartilla; 
chocarrero de Córdoba y Sevilla, 
y en la Corte bufón a lo divino. 
¿Por qué censuras tú la lengua griega 
siendo sólo rabí de la judía, 
cosa que tu nariz aun no lo niega? 
No escribas versos más, por vida mía;
aunque aquesto de escribas se te pega, 
por tener de sayón la rebeldía. 

Son varios los sonetos que se dedican el uno al otro con este grado de cortesía y respeto. Sólo añadiré esta fina y elegante cuarteta de un hombre extraordinariamente dotado para la poesía como fue Góngora:
“Hoy hacen amistad nueva
más por Baco que por Febo
don Francisco de Que-Bebo
don Félix Lope de Beba

¡Y de paso, junto con Quevedo, me llevo también a  Lope!

Al lado del episodio de los barrocos españoles, las rivalidades y puyas entre escritores, aunque existentes, quedan empequeñecidas. Unos ejemplos: Umberto Eco vs. Tabucchi.


Umberto Eco                                                                                             Antonio Tabucchi

Eco escribió en L’Expresso un artículo criticando la postura de Tabucchi. Para Eco, la función del intelectual no era la de criticar y expresar su punto de vista ante cada decisión de los políticos, tal y como había requerido Tabucchi, a propósito de cierta actitud del alcalde de Milán que afectaba el estatus de ciertos inmigrantes albaneses. Eco escribió que culpar al intelectual que no se pronunciaba”… hubiera sido como reprochar a Platón el que no hubiera propuesto un remedio para la gastritis”.
Tabucchi le contestó de una manera genial: publicó el panfleto “La Gastritis de Platón” donde, en términos generales, dice que el intelectual debe interferir en asuntos políticos sin importar si logra un cambio o no. Lo expresa de manera rotunda: “la tarea del intelectual y del artista es precisamente la de reprochar a Platón el que no inventara el remedio para la gastritis”

En este mismo terreno de la función social del intelectual mantuvieron sus diferencias públicas Camus, Nobel en 1957  y Sartre, que rechazó el Nobel en 1964. Sartre, de orientación marxista apoyaba la intervención de los intelectuales para lograr un cambio social hasta el punto de transigir con el modelo estalinista del que opinaba que aún con falta de libertades, terrorismo de estado y ausencia de garantías constitucionales, el proyecto es moralmente superior la capitalismo. Camus, en cambio, se  pronunciaba por no ser ni víctima ni verdugo.

André Gide                                                       Paul Claudel

Una rivalidad muy sonada fue la de los escritores franceses André Gide (1896-1951)  y Paul Claudel (1868-1955). Gide escribió novelas que desafiaban la moral cristiana y mostraba la sexualidad sin pudor alguno. Claudel era recatado, pudoroso y profundamente católico. Ambos mantuvieron una larga y fecunda correspondencia. Gide le llamaba en sus artículos santurrón y fariseo  y éste depravado sexual y gusano inmundo. La relación se rompe cuando en Les Caves du Vatican, Gide  describe la perversa atracción que siente por un candoroso muchacho, lo que provoca la indignación de Claudel, que corta en seco la relación. André Gide recibiría el Nobel en 1947. Se cuenta que, a las pocas horas de morir Gide, Claudel recibió un telegrama firmado por el muerto que decía: El infierno no existe, Puedes hacer locuras.
 
Bernard Shaw                                            Chesterton                                                       

Faulkner y Heminway también mostraron sus diferencias en público, pero por su comicidad, prefiero el intercambio entre Bernard Shaw (otra vez él) y Chesterton.  No podían verse ni en pintura. Pero una vez se encontraron y éste, rechoncho y achaparrado, al contemplar la osamenta larga y lánguida de Shaw, le dijo en tono corrosivo: “¡Quien lo vea a usted pensará que en la Gran Bretaña se pasa hambre!”, a lo que el ágil autor de Pygmalion respondió, señalando la panza de su contrincante: “¡Sí, pero también sabrán a quién echarle la culpa!”.
Otras notables alusiones entre escritores son:

-No te das cuenta, Dwight, de que no tienes nada que decir, sólo que añadir” (Gore Vidal contra Dwight        MacDonald”).         
 -“Tenía una mente tan perfecta que ninguna idea podía profanarla” (T.S. Eliot contra Henry James).     
 -“Goethe es el genio más grande que ha existido en un siglo, y el imbécil más grande que ha existido en tres” (Carlyle contra Goethe). 
- Aprecio mucho a Freud como autor cómico” (Nabokov contra Freud).         
- Cada vez que leo Orgullo y prejuicio me entran ganas de desenterrarla y golpearle en el cráneo con su propia tibia” (Mark Twain contra Jane Austen).                                                              
- Su estilo es despeciable, pero eso no es lo peor de él” (Coleridge contra Gibbon)              
  - “Italia no tiene escritores sino escribanos, como el imbécil del tal Petigrelli, el tonto furibundo de Marinetti y el tonto estético de D’Annunzio, con su cortejo de frases con miriñaques y crinolinas” (Vicente Huidobro contra los escritores italianos).        
  -“Me enviaron esa mierda de De aquí a la eternidad. Y con lo mierda que es, me extraña que el hombre que la escribió tenga esa extraordinaria pinta de estreñido” (Truman Capote contra James Jones).
                                       

Román Rubio
Febrero 2015 



No hay comentarios:

Publicar un comentario