EL INSULTO. ESPLENDOR Y MISERIA
¡”Ectoplasma”, “extracto de hidrocarburo”, “nictálope”,
“bebe-sin-sed”, “filoxera”, “Mussolini de carnaval”, “ostrópodo”, “oso mal
peinado”, “patata”, “vendedor de guano”…!
Éstos y otros improperios lanzaba cada dos por tres el
entrañable personaje de Hergé, iracundo, borrachín e inofensivo, amigo de
Tintín y de Tornasol, gran maestro del insulto: el Capitán Haddock.
El objetivo
del insulto es la ofensa. Se trata de, por medio de palabras, ofender o
lastimar a otro individuo. Parece ser que el capitán Haddock, a pesar de lo
pintoresco y disparatado de los exabruptos, no lo consigue. Hay algo de
inocente, honesto, naif y primario en el personaje vehemente, tierno, iracundo
y anárquico que hace que sus exagerados insultos no sean ofensivos; y eso que
son fuertes. A Haddock se le perdona. A otros no.
Hace unos
años, dos grandes de las ondas ocupaban el espacio radiofónico de las mañanas
(bueno, habían más, pero dos eran los reyes): la Ser, con Iñaki Gabilondo y la
Cope, entonces conducida por Federico Jiménez Losantos, nuestro Capitán Haddock
con mala leche.
En la Ser, un
estilo -el de Iñaki-: moderación con convicciones, sentido común, firmeza con
respeto y credibilidad. En la Cope -el de Losantos-: chispa, ingenio, maledicencia,
filias y fobias personales exacerbadas y convicciones negociables. Eso sí:
Jiménez Losantos posee un extraordinario don para el insulto, arte que ha
practicado con prodigalidad y, a veces (y sólo a veces) con extraordinario
acierto.
Sus enemigos
-y por tanto objeto de sus burlas e insultos- han sido muchos y variados,
provenientes de todos los colores del arco iris de la política, aunque ha
tenido grandes favoritos: Gallardón, Zarzalejos y quizás Rubalcaba, así como los socialistas en general si exceptuamos a
Bono.
Su animadversión hacia Zarzalejos ha sido patológica. Le ha llamado de todo. Absolutamente. Dejando a Haddock a la altura del betún.
“Sicario”, “necio”, “inútil, “calvorota”, “torgo”, “detritus”,
“escobilla para los restos”, “melón”, “zote”, “embustero”, “traidor”, “falsario”,
“miserable”, “pobre enfermo”,” despojo intelectual”… han sido algunos de los apelativos que el pequeño y
venenoso aragonés ha utilizado contra el entonces director de ABC, por lo que
fue obligado por el Tribunal Supremo a
indemnizarle con 100.000 euros por atentar contra el derecho de honor, cantidad
más alta puesta por un tribunal español por ese concepto. A Moratinos, ministro
socialista y otra de sus dianas le dedicabaa piropos del estilo: “es la
nada con sobrepeso”, “ el holograma obeso de Zapatero”,” una nada con
colesterol y alopécico”…¡Ahí, haciendo amigos!
Como vivimos
en un país con ingenio (para poner motes), el público ha sabido tomarse la
revancha con apelativos tan sugerentes como “pequeño talibán de sacristía” (por trabajar en la emisora de los
obispos), “ serpiente de las ondas” y
“mesiánico botarate” refiriéndose al
pequeño locutor. No siempre ha sido éste hirientemente ofensivo en sus
insultos. En ocasiones ha sabido administrar con maestría su ingenio como
cuando endosó “Pantocrátor de la NBA” a
Rajoy, por su gesto hierático, inexpresivo y pasmado así como por su estatura
(alto, muy alto si se le mira desde la altura del hombrecillo de Teruel), y
siempre tan mudado… Menos vulgar, desde luego, que el exabrupto de “Maricomplejines”
Hay tradición
parlamentaria en este país en lo que concierne al insulto. Guerra, de lengua
afilada, le colgó a Suárez aquello de “Tahúr del Missisipi” y a Tierno
(correligionario, o casi) “víbora con cataratas”
de modo que tuvo bien merecido que Fraga
se refiriera a él como “Ayatolá de la
injuria” de quien a su vez dijo Herrero de Miñón (otro correligionario, o
casi. ¡Al suelo, que vienen los nuestros!) “Oscila
de babor a estribor ( aludiendo a su cojera) y lo mejor que te puede pasar es que no te pille debajo”
Y si hablamos
de cojos nos tendríamos que referir al gran rifirrafe Quevedo-Góngora, pero me
temo que, dada la extensión del tema, daría para otro artículo.
Evidentemente,
no es el mundo de la política español el único que ofrece este abanico de
insultos, maledicentes, graciosos o ambas cosas. Los ingleses, maestros del
doble sentido aportan un valioso capital, y ¡cómo no! el que quizás sea su más
famoso parlamentario: Sir Winston Churchill.
Lady Astor,
divorciada americana, desenvuelta y atrevida que devino vizcondesa de Aston por
casamiento y posteriormente parlamentaria era una mujer con recursos. Dado su
estilo americano desenfadado, una mujer inglesa de la alta sociedad le espetó
con un cierto reproche: “¿Ha venido usted a llevarse a nuestros maridos?” a lo
que Nancy Aston contestó: “Si supiera usted los problemas que he tenido para
librarme del mio…” demostrando un ingenio que puso a prueba diciendo a
Churchill: “Winston, si fueras mi esposo, envenenaría tu café” a lo que
Churchill respondió: “Si yo fuese su esposo, lo bebería”.
Lady Aston (1936 )
El intercambio
de golpes dialécticos más célebre fue el que sostuvieron el escritor y Premio
Nobel de literatura Bernard Shaw y el político y también Premio Nobel de
literatura. A punto de estrenar una obra de teatro en Londres, Bernard Shaw,
que no mostraba simpatía por el político le envió un par de entradas para el
estreno. Junto a ellas, una nota que decía: “Incluyo dos billetes para el
estreno de mi nueva obra. Trae a un amigo… Si lo tienes.” A lo que Churchill
respondió:” “Lo siento, no puedo ir la noche del estreno. Iré la siguiente. Si
es que la hay”
Y es que, es
importante salir airoso ante la ofensa que el insulto supone. Lincoln acusado
de mostrar varias caras dependiendo del lugar o circunstancia, contestó: “Tengo
una sola cara, porque si tuviera dos, ¿cree que andaría por ahí mostrando esta?”
Román Rubio
@roman_rubio
Febrero 2015
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