EL
PANTEÍSMO. TEILHARD DE CHARDIN Y CONAN DOYLE
“Somos la suma de todos los que nos precedieron, de todo lo que fue
antes de nosotros, de todo lo que hemos visto. Somos toda persona o cosa cuya
existencia nos ha influido y a la que hemos influido. Somos todo lo que ocurre
cuando ya no existimos, y todo lo que no habría sido si no hubiéramos existido”.
He
encontrado esta nota, tal cual, en mi cuaderno. La debí anotar hace más o menos un año, con lo que tengo olvidada la fuente. Evidentemente la copié de
alguna lectura, de periódico, casi seguro, dada la longitud del texto. Supongo
que lo que me indujo en su momento a anotar la cita fue la rotundidad,
elegancia y precisión con que explica la gran pregunta, o una de ellas: quiénes
somos, al tiempo que esboza la explicación de las otras dos grandes: de dónde
venimos y adónde vamos.
Considero
la primera parte de la cita interesante, pero obvia, bajo el punto de vista
panteísta del universo que comparto. Somos
la suma de todo y todos los que nos precedieron, quiénes nos influyeron…La
parte final ”… somos lo que ocurre cuando
ya no existimos y todo lo que no habría sido si no hubiéramos existido” la
encuentro más inspiradora. Quizás me
llamó la atención, como me llama ahora, el hecho de que la última oración esté
expresada en una doble negación que, si por lo general, no hace sino añadir
confusión a un texto, en este caso creo que lo convierte en más intrigante,
profundo y lleno de contenido.
Resulta curioso que bajo el texto había dos
notas. Una: Cuatro bodas y un funeral. Dos: Teilhard de Chardin. El conjunto
chirriaba por todas partes. En primer lugar, una explicación panteísta del
mundo, lo que se puede relacionar con el filósofo y paleontólogo francés que
dijera: “No hay nada valioso,
salvo la parte de usted que se encuentra en otras personas, y la parte de los
demás que está en ti” tiene sentido; pero
entre medias, la cuña de cuatro bodas y un funeral…, no sé, la encuentro fuera
de lugar.
Teilhard de Chardin (1881-1955), sobrino-nieto de Voltaire, jesuita e insigne paleontólogo y filósofo francés vivió preocupado por honrar tanto la fe como la razón, de casar a Cristo con Darwin. Su panteísmo, a medio camino entre la verdad material del paleontólogo que era y la fe que profesaba le llevó a la apropiación del concepto de noosfera desarrollado por Vernadsky armonizándolo con una idea de Dios. La noosfera, para Vladimir Vernadsky y la escuela cosmista rusa no era sino el último estadio de las fases del desarrollo de la Tierra siendo el primero la geosfera (mundo geológico), la biosfera (vida biológica) y la noosfera (vida inteligente). Del mismo modo que la vida biológica ha transformado la geosfera, la inteligencia transforma la biosfera, y Teilhard vislumbra un punto Omega o de armonización de las conciencias. «Creo que el Universo es una Evolución. Creo que la Evolución va hacia el Espíritu. Creo que el Espíritu se realiza en algo personal. Creo que lo Personal supremo es el Cristo Universal».
El jesuita polémico estuvo involucrado en
un curioso episodio de fraude que manchó durante años su nombre y que sigue
haciéndolo a pesar de haber sido probada su exculpación por el devenir de los
acontecimientos. Me refiero al episodio del hombre de Piltdown.
Examinando al hombre de Piltdown
El mismo Dowson, junto con el eminente
paleontólogo Smith Woodward presentaron el hallazgo ante la Sociedad
Paleontológica de Londres, dándose éste por bueno. La línea evolutiva del hombre
parecía finalmente cerrada. Ciertas sospechas de verosimilitud provocadas
quizás por otros hallazgos contradictorios hicieron que se realizaran pruebas
de autentificación a principios de los años cincuenta y descubrieron el
embarazoso fraude. La edad de los huesos craneales (unos 50.000 años) era mucho
menor de la que debería haber sido. La mandíbula, con un diente, era de una
orangutana de apenas quinientos años, lo que provocó el irónico titular de The
Times: “El hombre de Piltdown, primer humano en usar dientes postizos” y
lo más chocante: los huesos habían sido tratados con pigmentos para asemejarse
al color del fósil. Cuando se descubrió el fiasco, Dowson (el mayor sospechoso)
ya había muerto, con lo que la caza de brujas quedaba abierta.
Uno de los sospechosos, por su proximidad a
los hechos, fue Teilhard de Chardin, del que Martin A. C. Hinton alegó haber encontrado en las pertenencias que
el francés tenía en el museo una bolsa con un hueso de elefante e instrumentos
para la manipulación de osamenta. Lo cierto es que, este mismo personaje Martin
A. C. Hinton declaró la autoría de la farsa antes de morir encontrándose en el
museo una caja de su pertenencia con huesos avejentados artificialmente a la manera de los
famosos restos.
Curiosamente, como si del asesinato de
Kennedy se tratara, hay otro firme sospechoso en esta historia. Es, nada más ni
nada menos, que Sir Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes. Médico
antes que escritor, Conan Doyla era un paleontólogo con cierta experiencia y
contactos que podían haberle proporcionado los elementos: el cráneo de la
ribera mediterránea y la mandíbula de la zona de Sumatra. Si a esto le sumamos
que su padre vivía cerca de Piltdown y que en su novela de El Mundo Perdido, el
profesor Challenger hace la siguiente aseveración: «Si uno es listo y sabe su negocio,
puede trucar un hueso tanto como una fotografía», tenemos los ingredientes para nombrarle
sospechoso.
Pero, ¿y las motivaciones?, ¿qué motivos podría tener el célebre
escritor para llevar a cabo semejante farsa? Pues bien: aficionado al espiritismo
en una época de su vida, tuvo que soportar la mofa a la que se veía sometido
por parte de la comunidad científica, con lo que el engaño podía haber sido una
ingeniosa venganza. Sin olvidar el sentido del humor. En la zona de excavación
se encontró un hueso de elefante tallado al modo de un bate de cricket, al que
Conan Doyle, como tantos otros ingleses, era gran aficionado.
Tenemos pues dos autores del hecho: Martin A.C. Hinton,
curador del museo de Historia Natural y Charles Dawson, descubridor de los
huesos y muerto antes del descubrimiento del fraude. Tenemos también dos
ilustres posibles autores: Teilhard de Chardin y Conan Doyle. Eso sí. La fecha
en que ocurrieron los hechos nos impide culpar por ello a Rubalcaba.
Román Rubio
@roman_rubio
@roman_rubio
Febrero 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario