martes, 25 de agosto de 2015

LIVERPOOL

LIVERPOOL                              
















“This is Anfield” reza el cartel que hay a la salida al terreno de juego en el estadio de Anfield Road, en Liverpool. El mensaje advierte al visitante de que está en una tarde de las grandes, en las que hay que sufrir y al local le recuerda para quién juega. Aquí hay que darlo todo. Nada de tonterías ni medias tintas. Por si alguien olvidara mirar al cartel o no entendiera bien el mensaje, el público le recibirá con un cántico de hermandad y entrega: el You’ll never walk alone”, himno del Liverpool F.C (los reds), para hacer ver a los jugadores que aquello es una hermandad, que están con ellos a muerte y que esperan de ellos lo mismo, o más. Si el visitante es el Manchester United, el gran adversario de la ciudad hermana y rival del interior, el clamor del estadio será atronador,  y si se trata del Everton (el otro equipo de Liverpool) también. El fútbol ostenta sin ninguna duda un lugar prominente en la vida de la vieja ciudad portuaria y sus escenarios son Goodison Park (Everton ) y Anfield (Liverpool).

La tribuna más famosa del equipo de los reds es, sin duda, la conocida como The Spion Kop en honor a la batalla de la guerra de los Boers, en suelo africano, en la que perdieron la vida más de 300 hombres del Regimiento de Lancashire, muchos de ellos de Liverpool (scousers, como se les conoce en Reino Unido). En la actualidad, después de que se instalaran asientos en 1994, aloja a 12.390 seguidores o kopites, pero antes de la remodelación albergaba cada tarde unos treinta mil. El hacinamiento era tan considerable que a menudo uno no tocaba con los pies en el suelo, sobre todo cuando alguien como Ian Rush pisaba el área contraria. Según testimonio de un hincha había que ir con los bolsillos vacíos a la grada. “Yo dejaba las llaves en casa y me gastaba hasta el último penique en pintas antes de entrar al campo”. Los desvanecimientos eran frecuentes y quienes tenían la mala suerte de caer desmayados eran sacados de la grada por los mismos espectadores por encima de sus cabezas, y era tradición vaciarle los bolsillos. Era la ley: el que se desmayaba, pagaba una ronda. La grada está regida por unas leyes sencillas y que se echan de menos en otras latitudes (incluyendo mi tierra): aplaudir al rival si jugó mejor, animar al Liverpool con independencia de rival y resultado y prohibición de banderas inglesas y gritos racistas. Los insultos al rival no están bien vistos. No me digan que no se unirían a un club de tipos que te vacían los bolsillos de manera “voluntaria” para pagar la ronda si tienes la descortesía de desmayarte y se comportan con esa caballerosidad vociferante en el estadio. ¡Nada que ver con los descerebrados que acostumbro a ver en mis visitas a Mestalla!
Liverpool es una ciudad legendaria por muchas razones. De su puerto salieron unos dos mil barcos negreros entre 1730 y 1770, que transportaron más de 300.000 esclavos de las costas africanas a América y gestionaba el 40% del comercio mundial a principios del siglo XIX. Allí se traían las materias primas de todas partes del mundo para ser transformadas en el hinterland del norte de Inglaterra en productos manufacturados y ser devueltas al puerto del estuario del Mersey para ser distribuidas por todo el mundo.

Para ello se construyó la primera línea de ferrocarril Manchester- Liverpool servido por locomotoras a vapor que corrían a la vertiginosa velocidad de 27 km/h espantando con sus atronadores bufidos a personas y animales a lo largo del trayecto y produciendo vértigos, esterilidad y otros trastornos provocados por la velocidad. Cada milla o menos se encontraba apostado un policía que debía indicar al conductor de la locomotora que la vía estaba libre extendiendo ambos brazos. En caso de bloqueo de la vía, el agente debía correr una milla en dirección contraria para indicárselo al conductor del siguiente tren…



 Pero si hay algo que está grabado a fuego en el ADN de la ciudad y de lo que los habitantes hacen gala es de ser la ciudad de los Beatles. Si llegas en avión, lo harás al aeropuerto John Lennon y si tratas con locales y visitas sus casas te contarán que al final de esa misma calle vivió George Harrison, está la escuela en la que estudió Paul McCartney o todavía vive el primo hermano de John Lennon. El pub de la esquina era frecuentado por Ringo y el taller de reparación de coches es el garaje en el que ensayaban The Beatles antes de su estancia en Hamburgo. Eso, y The Cavern, que como todo el mundo sabe es el club en el que actuaron 292 veces entre 1961 y 1962. Hay un dato, sin embargo, del que los locales no están muy orgullosos. En mis visitas a la ciudad nadie me señaló nunca la casa en la que nació Ringo Starr. Ringo nació en el número 10 de Madryn Street, en Dingle, distrito próximo a los muelles y zona de derribo como pueda ser la del Cabañal, en mi ciudad. Si nos acercamos a ella desde Google Street View apreciaremos la desolada imagen de casitas –terraces- victorianas deshabitadas con paneles en puertas y ventanas. El distrito de Dingle, dentro de la zona de Toxteth es el lugar en el que se produjeron los violentos disturbios de 1981, los Toxteht riots. Durante nueve noches consecutivas, las llamadas nueve noches de la ira, los enfrentamientos entre jóvenes y policía, ocasionados por el paro, las condiciones de vida y la brutalidad policial, dieron con 470 policías heridos y setenta edificios incendiados que requirieron demolición. Desde aquel episodio, si no antes, el área se ha convertido en un devastado barrio en el corazón de una ciudad que ha visto reducida su población a la mitad; de los ochocientos mil que contaba en 1931 a algo más de cuatrocientos mil con que cuenta en la actualidad

Como dijo mi amigo Albert McGregor (Glaswegian de origen, catalán de residencia ¿y corazón?) en su Facebook, refiriéndose al precio irrisorio de la casa del beatle  en el mercado inmobiliario: ¡la infancia de Ringo, tasada en 525 libras!
Las otras las ganó luego, ¡con dos palitos!

Román Rubio
@roman_rubio
Agosto 20015

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