SALA DE ESTAR
O salón, sala
o salita de estar. Es el cuarto de la casa en el que se hace vida (más bien, se
hacía); ahora se ve la tele. La nueva vivienda trajo consigo más comodidad
junto a una economía del espacio y la estancia pasó a ser salón-comedor en la
mayoría de las viviendas en las que el comedor, como tal, desaparece. En la
actualidad el acto diario de comer tiende a incorporarse a la cocina, pero, ¿y
en inglés?, ¿cómo llamamos en inglés a la sala de estar?
De manera
enigmática si se desconoce el origen, la denominación clásica más común para la
habitación –y la que encontramos en los libros de Jane Austen o Virginia Woolf-
es “drawing room”, que curiosamente
nada tiene que ver con el dibujo, aunque “drawing” signifique, entre otras
cosas, “dibujar”, de modo que si ustedes se imaginan a las jóvenes casaderas de
la casa planeando sus enlaces con
caballeros de la época mientras garabatean con los carboncillos y colorean con
las acuarelas, van de lado. Se trata de un acortamiento de “withdrawing room”, -de “withdrawing” (retirar)- designando al
lugar de recogimiento o retiro en el que la familia se recluía para buscar su
intimidad separada de los criados y de encuentros formales como recepciones y
cosas así.
En los siglos
XVII y XVIII la palabra “salon”
compitió con “drawing room” en las
preferencias de los círculos distinguidos anglosajones y pronto apareció la
versión anglofilizada “saloon”
que pasó de designar sitios públicos para socializar
(mejor alternar o relacionarse) en lugares como hoteles o barcos a referirse a lugares
de consumo de bebidas alcohólicas -en las que sólo el héroe de tapadillo y el
predicador toman leche o zarzaparrilla- antes de referirse a un tipo específico
de automóvil para acabar siendo acaparado el vocablo por los locales de
belleza, peluquería y cosas por el estilo; de ahí el calco lingüístico hispano
de “salón de belleza”.
Los americanos
prefirieron desde el siglo XIX y durante mucho tiempo la palabra “parlour” o “parlor” como aún
vemos en las puertas de tantos negocios de Brooklyn o Chicago (Tattoo Parlor, Funeral Parlor, Pizza Parlor…)
para designar la habitación principal de la casa en la que la familia se
instalaba para coser, leer, conversar, jugar a juegos de mesa y pasar el rato.
Por nueva que parezca la palabra, es la más antigua. Hay registros del vocablo
(del francés “parler”, hablar) desde
1225 para designar la habitación de los monasterios en la que los monjes se
reunían a hablar, secularizándose el término en el habla inglesa en el último
cuarto del siguiente siglo.
En el año 1806
aparece por primera vez el término hoy dominante de “sitting room” (de “sit”,
sentarse), que se extiende en la segunda mitad del siglo XIX y que es hoy en
día la más usada junto a living room con
significados idénticos o parecidos, si acaso living room es un término más amplio que incluye no sólo la zona de
sofá y sillones sino mesa de juegos o banquetes, audiovisuales… sólo amenazadas
por “lounge” (pronúnciese /laʊndʒ/ y no /lʌntʃ/, que significa comer a mediodía,
ni /lɔːntʃ/ que quiere decir lanzar -un
cohete, un producto…-) y que originalmente se refería a un tipo de silla o sofá, después
una chaqueta y tras 1881 una habitación de la casa. “Lounge” se usa hoy como sinónimo de “hall” (vestíbulo) en hoteles aeropuertos, hospitales, estaciones y
otros edificios públicos. También, de manera notable, en los aeropuertos
designan las salas esas a las que acceden personas que compran (o les compran
las empresas e instituciones) billetes más caros y en las que es prácticamente
imposible alternar con profesores y otros individuos de capacidad adquisitiva
limitada o planteamientos vitales modestos, como es el caso de quien esto escribe.
Espero que se
hayan entretenido (e instruido) con el tema de hoy. Parece que para elaborarlo
haya hecho un considerable trabajo de “research”.
No es así. En realidad lo he sacado, casi por completo, del capítulo VII “The
Drawing Room” del ameno e instructivo libro “At Home” de Bill Bryson.
Para su información.
Román Rubio
Agosto 2016
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