POR
SI LAS PITONISAS
Me pregunto
por qué a tantos les resulta tan difícil creer que Miguel Blesa se haya
suicidado. No sé si es por mala conciencia por haber deseado su mal tantas
veces o, simplemente, por haber visto demasiadas películas de Bourne. Por algún
motivo, el suicidio de un notable lleva a muchos a pensar en el asesinato y el
asesinato en el complot. El común de los mortales o “pueblo llano” siempre ve
oscuras tramas en donde hay muerte violenta quizá porque quiere que el mundo se
parezca a las películas y porque el muerto nunca va a desmentir sus complicadas
elucubraciones.
Lo cierto es
que la muerte de Blesa cuadra a la perfección con el suicidio. Su caída a los
infiernos fue vertiginosa: de la cúspide del poder económico, con sus viajes en
avión alquilado para matar mastodontes
en cualquier confín del mundo, a la pobreza de quien se las ve y se las desea
para pagar el gas por el bloqueo a sus cuentas y propiedades impuesto por el
juez. Del prestigio deslumbrador del poderoso al estatus contaminante del
apestado. El lugar elegido es el idóneo -¿quién habría de querer hacerlo en el
salón de su casa?-. El campo es limpio, es discreto en su amplitud y no mancha
a nadie. Descartado el campo abierto, lo que supongo que debía ser la primera
opción (¿quizá porque se debía de asegurar de que alguien oyera el tiro?), el
hombre lo hizo discretamente en el garaje de la casa y no, como es natural, en
la zona habitable. El tiro, al pecho. Por dos razones: una, porque se trataba
de su rifle y su munición y sabía
exactamente el efecto del tiro en su cuerpo. Lo había visto en animales en
innumerables ocasiones. La segunda, por no desfigurar su cara. ¿Quién querría
destrozar su cara y cabeza si tiene la certeza que va a morir con un tiro al
pecho? ¡Ay, la vanidad! Como dijo Sábato, “…es tan fantástica que hasta nos
induce a preocuparnos por lo que pensarán de nosotros una vez muertos y enterrados”.
¿Y qué ocurre
con la herencia? En la antigua Roma se invitaba a los enemigos del Emperador a
cometer suicidio como única manera de que sus herederos pudieran conservar sus
propiedades.
En el caso que
nos ocupa, los herederos tienen tres salidas: renunciar a la herencia,
aceptarla con las cargas que puedan sobrevenir del desenlace civil de los
procesos iniciados o aceptarla a beneficio de inventario; es decir, hacer
frente a los cargos sólo por el montante de lo heredado. Ellos sabrán.
La rápida
incineración del cuerpo del banquero evita el esperpento que se ha vivido con
el caso Dalí, al que se enterró en su día bien embalsamado. Pilar Abel alega
ser hija no reconocida del pintor surrealista de sexualidad muy, pero que muy
imprecisa. Algo de base debe de haber en la reclamación puesto que ha sido
aceptada por el juzgado, para lo que se ha debido de exhumar el cadáver del
pintor y mutilarlo para tomar muestras con las que llevar a cabo las pruebas de
ADN. Lo cierto es que, de probarse la paternidad biológica, la tal Pilar
tendría derecho a usar el apellido Dalí y (según su abogado) a un 25% del
patrimonio del pintor en el momento de su muerte, lo que debe significar mucho
pero que mucho dinero, en la actualidad propiedad del Estado español.
Pilar Adán,
presunta hija del artista surrealista y de profesión (ex)pitonisa, había
conducido un programa de adivinación en la televisión local de Girona y en 2005
presentó una querella contra Javier Cercas basándose en las similitudes con la
Pitonisa Jasmine (Conchi) que aparece en la novela Soldados de Salamina,
reclamación archivada por el juez en 2009. Entre las similitudes que señalaba
la demandante, de profesión querellante, estaba su atuendo habitual, a saber: “las
minifaldas ajustadas, los tacones de aguja y “hasta” el pelo oxigenado” por lo
que ella reclamaba 600.000 € de indemnización.
¡Ay!, la
vanidad. Ya ven, Blesa salvó su cara para que las llamas destruyeran todo lo
demás. Dalí, sin embargo se hizo embalsamar para estar presentable en la eternidad
sin sospechar que iba a salir otra vez en este mundo, con su bigote marcando
las diez y diez, para que le tomaran
muestras.
Yo lo tengo
claro. Me haré incinerar. Por si las pitonisas.
Román Rubio
Julio 2017
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