REFERENDOS
Hace no mucho tiempo
que expresé en este mismo blog mis objeciones a la creencia de que un
referéndum fuera “siempre” la opción más democrática, justa y/o legítima de solucionar
depende qué asuntos de los pueblos y las naciones. Esto me propició más de un
desaire de entre algunos que decían ser mis amigos. Aún así no he cambiado de
opinión: un referéndum “puede” ser una medida democrática, justa y legítima sólo
si son democráticas, justas y legítimas las premisas y el marco jurídico desde
el que se convoca. Por ejemplo: no sería aceptable que un partido mayoritario
en la Cámara de un país sometiera a plebiscito la prohibición de entrada al
país a personas de religión musulmana o piel negra y el resultado del mismo (si
se produjese) sería ilegítimo, cualquiera que este fuese. A mis amigos
independentistas catalanes, tan obcecados en su tesis plebiscitaria, les ponía
el ejemplo de un posible referéndum demandado por la comarca del Llobregat (más
L’Hospitalet) que pidiera votar para independizarse de una eventual República
Catalana y poder, así, integrarse en España. Quienes clamaban por la soberanía
de la voluntad popular renegaban de la idea de que una comarca catalana se
planteara siquiera votar su secesión de Cataluña. ¡Eso sí que no, eh! Al pueblo
hay que escucharle, pero con matices, mayormente cuando vote lo que yo quiero.
William Hage, el
exministro británico de Asuntos Exteriores, escribió en una columna en el Telegraph que un nuevo referéndum sobre
el Brexit “sería el proceso más divisorio, amargo, irritante, lleno de odio y
desilusionante que este país podría infligirse
a sí mismo…”. El comentario viene como contestación al gran número de
voces que en el Reino Unido están pidiendo la repetición del referéndum del
Brexit, en el que el pueblo británico se
pronunció hace un año a favor de la
salida de la UE. Con una participación de un 72% ganó la postura del Sí a la
salida con un 51’9% contra un 48’1% que apoyó la permanencia. A día de hoy,
en los últimos cinco sondeos llevados a cabo por la consultora líder de
investigación de mercados YouGov, el 51% de los ciudadanos piensa que el país
estaría mejor dentro de la Unión que fuera y tanto la Primera Ministra, Theresa
May, como el Ministro de Finanzas no han
querido responder a la pregunta de “qué votarían hoy al respecto”. ¿De
verdad creen que es razonable lanzarse a
algo así con un apoyo de menos de un 52% en el contexto de una abstención del
28%? Lo más normal es que en el plazo de un año ese dos o tres por ciento
cambie en uno u otro sentido, como de hecho ha ocurrido. Lo más sorprendente es
que la convocatoria a urnas fue totalmente innecesaria y voluntaria por parte
del señor Cameron, lo que significó su propio suicidio político al tiempo que
lanzó al país al precipicio. Gratis. Como han hecho en Cataluña el señor
Puigdemont y sus allegados.
¿Y qué ha conseguido de
momento el referéndum del Brexit en Reino Unido?
Ahondar la fractura
territorial: Irlanda del Norte, Escocia y Londres
(los más de ocho millones y medio de habitantes que configuran el Greater
London), votaron mayoritariamente por la permanencia, en tanto que Inglaterra
votó mayoritariamente por la salida. El caso de Irlanda es particularmente
hiriente: Una vez solucionado el problema de la violencia tras años de guerra
terrorista con miles de muertos en ambos bandos, el pueblo británico, en su
inconsciente y estúpida decisión asamblearia, vuelve a poner una frontera entre
las dos irlandas, invitación irresponsable al advenimiento de los problemas.
Ahondar la fractura
generacional: Los jóvenes, animados por las
oportunidades cosmopolitas que ofrece la Unión Europea, votaron
mayoritariamente que sí, en tanto que los no tan jóvenes y los viejos optaron
por irse, con lo que se produce la paradoja de que son los viejos -quienes por
ley natural abandonarán antes el barco- los que deciden el país en el que los jóvenes “tienen” que
vivir.
Ahondar la fractura
demográfica: Todas las grandes ciudades del país (Londres,
Manchester, Liverpool, Leeds, Glasgow, Edimburgo…) votaron mayoritariamente por
la permanencia excepto Birmingham, en que hubo un empate técnico de 50.42%
contra 49.58% a favor del Sí. El mundo rural, por el contrario, votó
mayoritariamente por la salida.
Ahondar la fractura
social: Las clases medias urbanas y de nivel
socio-económico medio y alto, universitarias, en contacto con extranjeros y
acostumbradas a viajar fuera del país, optaron por la permanencia en la Unión
mientras la clase rural y urbana trabajadora, temerosos de perder sus empleos
con la competencia con extranjeros, votaron por la salida.
Hoy, el país y la Unión
Europea, se encuentran tratando de desenmarañar el tremendo lío en el que el
inconsciente de Cameron, en un intento
de controlar su partido, metió al país, un país al que ha tenido la imprudencia
de dejar lleno de trincheras: escoceses e irlandeses contra ingleses, ciudades
contra mundo rural, clases medias contra clases trabajadoras y jóvenes contra
viejos ¿Y qué han arreglado? Nada. Como Puigdemont.
He sacado, pues,
algunas conclusiones que conciernen a los referendos y que parecen no gustar a
muchos entusiastas:
Primera: No fiarse
de los que dan como resultado un 90 por cien por el Sí. O son innecesarios o
hay tongo.
Segunda: Cuidado con
los que dan un 49% contra un 51%. Suelen dejar al país y al pueblo mucho más divididos de lo que estaban.
Tercera: Cuídese de que
la pregunta sea ética y no atente contra los Derechos Humanos u otros marcos de
legalidad o legitimidad superior. Considérese la Constitución como uno de esos
marcos.
Cuarto: Ponga mucha
atención a la fórmula de la pregunta. No es lo mismo preguntar: “Quiere que el
Reino Unido salga de la UE” que “quiere que el Reino Unido siga perteneciendo a
la UE”
Quinto: Los referendos
los carga el diablo. No se convoque uno si no es absolutamente necesario. A
veces sale lo que uno quiere (como en Escocia) y a veces lo que no (como en el
Brexit).
Sexto: En los casos de
gran trascendencia nacional (como el Brexit o Cataluña) nunca, pero nunca,
debería considerarse como aceptable ningún resultado que fuera menor al 50% del
total del censo, no de los participantes. Nunca jamás.
Román Rubio
Noviembre 2017
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