miércoles, 20 de noviembre de 2019

SENTIDO COMÚN


SENTIDO COMÚN




Todo el mundo sabe qué es el sentido común, aunque a la mayoría, a bote pronto, le cueste definirlo. Se trata más o menos de “los conocimientos y las creencias compartidos por una comunidad y considerados como prudentes, lógicos o válidos”. O, dicho de otra manera: “la capacidad natural de juzgar los acontecimientos y eventos de forma razonable”.

Es uno de esos conceptos que se entienden mejor mostrando ejemplos. Valga uno:
Hay en el Índico una pequeña isla, perteneciente a la India, aunque alejada 100 millas de su costa, que está habitada por una población de unos 200 cazadores-recolectores, alejados de la civilización y que siempre se han mostrado hostiles a las visitas de los “civilizados”, recibiéndoles a flechazos, y no precisamente amorosos, como los de Cupido.

Hace justo un año (el noviembre pasado), el estadounidense de 26 años John Allen Chau desapareció en la isla y nunca más se supo de él. El joven desembarcó armado de una Biblia, con el firme propósito de cristianizar a sus habitantes. El día anterior a su desaparición había hecho el primer intento de desembarco del que reculó, rechazado por las flechas, mientras gritaba: “Mi nombre es John, os amo y Jesús os ama”. O así fue como lo consignó el devoto iluminado en su diario.
La situación es, a todas luces absurda, carente de “sentido común”. En primer lugar, ¿qué interés o ventaja puede tener para unos seres “primitivos” el hecho de que un tal Jesús les ame? ¿Por qué habrían de querer ser cristianizados, si es que llegaran a intuir que ese era el propósito del hombre blanco? Y, ¿por qué extraña circunstancia habrían de entender el mensaje si el americano se lo gritaba en inglés?

Hace poco he escuchado en la radio las declaraciones de una miembro de los CDR de Cataluña defendiendo las actuaciones de los piquetes causantes de los desórdenes públicos allí. Al ser interpelada acerca del (mal) uso de la libertad de algunos que lesiona la de muchos —como los transportistas camino de Francia o quienes quieren asistir a las clases de la Universidad— la militante ha venido a decir que se aguanten, que la libertad individual está subordinada a la libertad colectiva y que para conseguir esta hay que sacrificar aquella, porque —dice la militante— “las acciones tienen que estar al servicio de la razón y la razón la tenemos nosotros”.

Así de claro lo tiene. “¿Tu verdad? No, la verdad. Y ven conmigo a buscarla”. No, no se confundan: esas palabras son de Antonio Machado, mucho más humilde titubeante y tibio (y muchísimo más sabio) que de la militante de la CUP.

Para que las personas se entiendan debe haber, en primer lugar, “sentido común”, que, como dice la filosofía popular  “no es el más común de los sentidos”. Y que antes — parece que hace siglos— en aquel país sí que lo había, y le llamaban seny.


Román Rubio
Noviembre 2019

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