PORNOVENGANZA
No hace mucho que se ha dado el caso en Francia. El
candidato “macronista” a la alcaldía de París ha renunciado a la candidatura.
¿La razón? Un video de los atributos masculinos del candidato en plena acción,
enviado a una mujer y con el que trataba de impresionarla, seducirla,
agasajarla o a saber qué. La mujer, Alexandra de Taddeo, es la nueva pareja del
“artista” ruso Piotr Palensky, autor de radicales “performances” anti-Putin,
anti-patrióticas y anti lo que sea, en la más depurada tradición del nihilismo
ruso de finales del XIX. Para Piotr, acostumbrado a autolesionarse desnudo en
público y otras lindezas, las imágenes del político en tan comprometida
situación fue una bendición para su autopromoción y no dudó en difundirlas,
asfixiando la carrera del candidato al tiempo que pontificaba sobre la pureza
del mundo mundial.
El caso nos ha recordado a otros más domésticos como
el del entrenador del Málaga, dimitido o cesado por el club tras ser víctima de
extorsión por un vídeo similar y el tan celebrado de Olvido Hormigo, concejala
socialista de un pueblo de Toledo, que envió al portero del equipo de fútbol
local un vídeo de su cuerpo en pleno frenesí orgásmico con el mensaje de: “lo que te estás
perdiendo”. Vean la diferencia: en París se ve involucrado un artista conceptual-nihilista
ruso y aquí el portero del equipo de regional preferente del pueblo. Es como en
París, pero con boina.
El asunto trae consigo siempre un debate sobre el
conflicto entre el derecho a la imagen y la libertad de expresión. Unas
consideraciones:
1ª.- El mostrar públicamente o difundir esa clase de
vídeos es una enorme villanía merecedora de desprecio y reprobación. Es cobarde
y malvado y propio de personas mezquinas y miserables.
2ª.- El hecho de hacer la fechoría no tiene por qué
ser delito; al menos en el caso de que la imagen haya sido proporcionada por el
propio "actor". Una cosa es que alguien hackee
el teléfono y lo difunda (lo que es delito flagrante) y otra dar publicidad a
las imágenes que voluntariamente ha facilitado el sujeto, lo que hace que la
infracción sea más discutible.
3ª.- Para difundir ese tipo de imágenes uno ha de
ser un majadero, muy poco prudente o ambas cosas. Una cosa es que a uno le
guste meterse plátanos por un orificio corporal distinto de la boca, lo que,
aunque algo rarillo, es un acuerdo tácito o explícito entre la persona y el
plátano (dos adultos), y otra cosa es grabarlo, lo que ya indica un cierto
grado de perversión. Lo de difundirlo ya, pasa al terreno de la estupidez,
teniendo en cuenta que desde el momento que se sube a internet termina uno
perdiendo el control y la propiedad de la imagen.
4ª.- Para que estas situaciones se produzcan se debe
dar la concurrencia, de, al menos, dos ejemplares: un jactancioso y descuidado
patán y un bellaco desleal y sin principios, lo que convierte el asunto en un
festín trágico.
Ha habido casos sonados en que la difusión de las
imágenes o el relato (en su caso) se han hecho sin la connivencia del autor. En
España se difundió un jugoso vídeo en que el entonces director del periódico El
Mundo disfrutaba de un momento de asueto extramarital con la famosa Exuperancia
y en EEUU, Monica Lewinski, en una acción unilateral sin precedentes, anunció a
bombo y platillo que había succionado las partes bajas del presidente Clinton
en el mismísimo Despacho Oval. Así, sin venir a cuento. ¿Y cómo podía
demostrarlo la solícita becaria si no había habido documento gráfico, dirán
ustedes? Pues porque la calculadora muchacha conservaba el vestido con los vestigios
del ADN presidencial y lo guardaba como oro en paño cuidándose muy mucho de
llevarlo a la tintorería.
El caso más insólito de extorsión sexual lo vivió,
sin embargo el tenista Boris Becker. Este fue requerido en los tribunales en
una demanda de paternidad por la modelo rusa Ermakova, que afirmaba que el tenista
alemán era el padre (y pedía una cierta cantidad de millones en concepto de
manutención) de su hija Anna. El tenista, extrañado, confesó que no había
mantenido relaciones sexuales con la rusa, pero la prueba de ADN confirmó la
paternidad. ¿Qué había pasado, pues? Según testimonio de la mujer, esta le
había practicado sexo oral al alemán y se había guardado el resultado en un
tarro, sustancia que se hizo inocular obteniendo así el embarazo deseado.
Ahí lo tienen: otro ejemplo de que la realidad puede
ser más enrevesada que la ficción.
Román Rubio
Febrero 2020
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