¡QUE
VENGA LA MERKEL!
Quiero a esa mujer. Es un monumento a la sensatez,
la coherencia, la honradez y el sentido común. Hace poco la escuchamos explicar
las medidas tomadas en Alemania para gestionar la crisis del coronavirus y muchos
quedamos prendados de la sencillez, la claridad, la convicción y la
racionalidad de su discurso. La querría para mi país, para el de al lado y para
el suyo propio. ¿Por qué no la elegimos para presidenta de aquí? ¿Y qué hacen
los británicos y los estadounidenses que no la eligen para ellos y se
desprenden de esos payasos rubios? ¿Solo porque no es nativa? Eso se podría
arreglar: se le da la nacionalidad y ya está, pero que gestione mi Estado y mi
patrimonio, por favor.
Mientras Italia, España, Francia y Reino Unido
superan los 20.000 muertos por la pandemia que nos asuela, Alemania, con 82
millones de habitantes —casi el doble que España—, se conforma con seis mil y
pico (la cuarta parte). Y todo con unas medidas mucho más relajadas de
confinamiento. ¿Qué conejo tiene, pues, esta mujer en la chistera, aparte del
sentido común?
Hace poco oí una intervención de Ignacio Varela, en
Onda Cero en la que de manera muy elocuente da cuenta del enorme éxito de las
líderes políticas en el control del coronavirus. Es cierto: Nueva Zelanda,
Taiwan, Islandia, Noruega, Dinamarca y Finlandia son países con una mujer al
frente y todos tremendamente exitosos en la prevención y lucha contra la
pandemia. Mi reconocimiento a todas ellas, aunque creo que el éxito de lugares
como Islandia o nueva Zelanda, que son islas y remotas, no son comparables con
el de una Alemania superpoblada y cosmopolita. Creo que atribuir el éxito de la
gestión de estas triunfadoras al hecho de ser mujer es más condescendiente que
exacto. Imaginen sino a la señora Thatcher, a la condesa consorte de Bornos
(también conocida como Esperanza Aguirre) o a la embajadora de la “relaxing cup
of café con leche” al frente de la nave pandémica, por no citar a la
inconmensurable, hoy desaparecida, musa del “caloret”, Rita Barberá. No es por
ser mujer que las cosas funcionan, sino por, además, ser capaz. O ser Angela Merkel.
Pobres de nosotros que no la tenemos al timón.
España, como Italia y Francia están a la espera de una lluvia de millones que
han de venir de Europa. Y vendrán. Pero, atención que habrá que devolverlos, y
¿cómo se supone que podrá hacerlo un país como el nuestro que tendrá en breve,
si Dios no lo remedia, en nómina a unas 19 millones de personas entre pensionistas,
parados, funcionarios y beneficiarios del ingreso mínimo vital? Sospecho que,
como hizo Grecia: haciendo ver a los demás que es imposible el pago y exigir
una quita.
Habrá que llamar a Merkel para que financie el
despilfarro. No el que tiene que venir, que es necesario, sino el que se ha
venido haciendo en los últimos tiempos.
En el 2008, España tenía una deuda pública del 39.7%
del PIB y cada español debía 9.531€. En el 2014, para paliar la tremenda crisis
del momento, España se endeudó hasta el 100.7% y tras unos años de bonanza en
la que crecíamos muy por encima de Italia, Francia o Alemania, conseguimos
dejar la deuda en un 95.5%, unos 25.241€ por español, gracias a los timoneles
Zapatero, Rajoy y Sánchez.
¿Y la Alemania de Merkel? En 2012, en plena crisis,
llegaron a alcanzar una deuda del 81.1% y el año pasado, tras unos años buenos,
la habían rebajado al 59.8%.
Ahora han llegado las vacas flacas y ellos se podrán
endeudar para atender a sus necesidades
y a nosotros no nos quedará más remedio que —humillados— pedirles que nos
rescaten. Con una parte de lo que ahorraron.
Que venga la Merkel. A ayudarnos y, ¿por qué no?, a
quedarse.
Román Rubio
Abril 2020