miércoles, 1 de abril de 2020

PURO TEATRO


PURO TEATRO




Teatro,
Lo tuyo es puro teatro./ Falsedad bien ensayada.
Estudiado simulacro.
Igual que en un escenario finges tu dolor barato
Tu drama no es necesario, yo conozco ese teatro.

Puro teatro. La Lupe

En el pueblo de la España vacía en el que crecí, el cortejo fúnebre de los entierros  pasaba forzosamente por la puerta del casino, en la calle principal. Al paso del mismo, los hombres interrumpían la partida o la conversación, se quitaban la boina —el sombrero, en el caso de los tres o cuatro ricos— y permanecían de pie, en respetuoso silencio al paso del muerto. Y los niños aprendimos a estar quietos y callados a la vista del féretro.
Tarde, mucho más tarde —creo que lo vi en televisión por primera vez—  se instaló la costumbre de aplaudir en los entierros. Añade una teatralidad que —en mi opinión— no hace sino devaluar la intensidad y calidad del duelo. Puro teatro, como dice la copla. El que sufre por la pérdida, maldita las ganas que tiene de aplaudir; y el que quiere mostrar un respeto, ¿cómo hacerlo mejor que guardando un respetuoso silencio?

La teatralidad viene del teatro; se basa en la relación que se da entre el actor y el espectador, y su objetivo es el de conmover de manera emocional a la persona o —más bien— al público. ¿Quién no ha tenido a ese amigo o familiar que cojea ostensiblemente  en presencia de uno y anda derecho como una vela en cuanto dobla la esquina y cree que nadie le ve? Les propongo una prueba: Eliminemos la teatralidad; traten de quitar el público; ¿se imaginan a alguien aplaudiendo ante el cuerpo presente de, digamos, un amigo, estando solo, sin nadie a quien impresionar o con quién impresionarse?

A mí, la verdad, no me gusta que me aplaudan. Ni muerto ni vivo. Muerto porque ni quiero estarlo ni me enteraría, y vivo porque no creo haber hecho jamás hazaña alguna merecedora de aplauso; y además me resulta embarazoso, me da vergüenza.

A muchos, en cambio,  les gusta que les aplaudan, y a muchos más les gusta aplaudir. Por cualquier cosa. Porque se mueren, porque no, porque van a trabajar o porque vuelven.

Cada día de confinamiento veo a los “aplaudidores” que salen decididos a los balcones a ovacionar a los sanitarios, a los bomberos, a los policías, al ejército y a todos los demás “héroes”.

 ¿Héroes, decís? ¿Quién necesita héroes cuando tiene gente honrada haciendo su trabajo? Son algo más y mejor que héroes: son gente decente que está ahí y que hace, ni más ni menos, lo que tiene que hacer, que es más de lo que hacen muchos de los aplaudidores,  insolidarios acaparadores de víveres y de papel higiénico.

Yo no soy ningún héroe. Nunca he hecho nada “por los demás” (quienes quiera que estos sean) que no sea haber tratado de hacer mi trabajo lo mejor posible durante casi cuarenta años como profesor sin haber cogido ni una sola baja laboral.  Por suerte, sí, pero también por decencia. Y lo hice por ganarme el pan sin engañar a nadie, nada de heroicidades ni paparruchas.

Y hablando de héroes: En 1995, el entonces líder de la oposición, José María Aznar, sufrió un atentado de ETA del que salió indemne; asustado, pero indemne. Pues bien: la entonces diputada del PP, Isabel Tocino, calificó al líder de su partido de “héroe” por haber resistido al brutal ataque de 40 kilos de amonal. La realidad es que fue el blindaje del Audi que llevaba al político lo que le salvó la vida. Víctima, sí, héroe, no.

En fin, queridos lectores. Sé que muchos de vosotros sois aplaudidores y os llena de gozo el dramatismo de esas escenas en las que los policías aplauden a los sanitarios, estos a los policías y los bomberos a policías y sanitarios. También sé que muchos (los mejores) sois buena gente, solidarios y nada acaparadores. Perdonadme, pues, por lo que algunos puedan ver como crítica. A lo mejor no es más que una manera que tiene este pobre tipo de aliviar su mala conciencia por el hecho de  quedarse viendo la tele mientras sus vecinos aplauden alegremente al maestro armero.
Feliz confinamiento.


Román Rubio
Abril 2020

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