martes, 7 de julio de 2020

UN DANÉS, UN INGLÉS Y UN ESPAÑOL


UN DANÉS, UN INGLÉS Y UN ESPAÑOL





En la serie danesa La ruta del dinero, de HBO, los personajes hablan, como es natural, en danés. A quienes no estamos acostumbrados a las hablas escandinavas nos llama la atención la cantidad de expresiones y frases inglesas que intercalan en su discurso: directamente en inglés. Es cierto que el nivel de competencia lingüística en esa lengua es muy alto en toda Escandinavia. Según un amigo mío inglés, es mejor que el de los propios nativos; son más observadores de las reglas gramaticales y tiene un acento más inteligible que el de la mayoría de los británicos (se entiende mejor a uno de Copenhague que a alguien de Glasgow. Y, por lo general, su discurso está mejor articulado).

Es comprensible que sea así: los daneses son algo más de cinco millones y su lengua es desconocida fuera de sus fronteras, con lo que —aunque solo sea por supervivencia comercial, económica y cultural— se ven obligados a dominar una lingua franca que les permita relacionarse con el mundo de afuera. Es cierto que con algo de esfuerzo se pueden hacer comprender por los noruegos (otros cinco millones) y por los suecos (unos diez) de la misma manera que nosotros podemos hacerlo con los portugueses y los italianos, pero fuera de ahí, nada.

La lengua propia, la de cada cual, cumple dos funciones esenciales: la comunicativa y la identitaria. La primera es la de permitirnos la comunicación con los demás, con lo que (en teoría) cuanto más hablada sea una lengua, mejor; con más gente seremos capaces de comunicarnos. La segunda —la identitaria— es la que nos confirma y afianza en la pertenencia a un grupo, etnia o nación. Es la lengua del grupo, cuya función es no solo la de comunicarse sino la de establecer y mantener los lazos de la tribu; y a menudo, la de delimitar el espacio tribal y mantener a los otros a raya, fuera del territorio.

No parece ser el caso de los daneses, los suecos, los noruegos o los neerlandeses, que han adoptado el inglés como segunda lengua por razones prácticas, sin complejos, y han dejado hasta de doblar el material audiovisual en la lengua propia.

En esto estaba yo pensando el otro día mientras hablaba con alguien acostumbrado a viajar por trabajo a todas partes del mundo, especialmente a Latinoamérica, y le expresaba la suerte que tenemos los españoles de tener una lengua global que nos acerca a las Américas, la del Norte y la del Sur, y hace que sea raro el lugar del mundo en el que no haya alguien que hable o chapurree el español, algo fuera del alcance de otros pueblos tan potentes como el alemán, el italiano, el ruso o el japonés.

En fin, ya sé que estoy hablando de obviedades, pero no quería dejar pasar  de anotar el pensamiento. Por si se me olvidaba. O por se le olvidaba a ustedes.


Román Rubio
Julio 2020

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