UN
DANÉS, UN INGLÉS Y UN ESPAÑOL
En la serie danesa La ruta del dinero, de HBO, los personajes hablan, como es natural,
en danés. A quienes no estamos acostumbrados a las hablas escandinavas nos
llama la atención la cantidad de expresiones y frases inglesas que intercalan
en su discurso: directamente en inglés. Es cierto que el nivel de competencia
lingüística en esa lengua es muy alto en toda Escandinavia. Según un amigo mío
inglés, es mejor que el de los propios nativos; son más observadores de las
reglas gramaticales y tiene un acento más inteligible que el de la mayoría de
los británicos (se entiende mejor a uno de Copenhague que a alguien de Glasgow.
Y, por lo general, su discurso está mejor articulado).
Es comprensible que sea así: los daneses son algo
más de cinco millones y su lengua es desconocida fuera de sus fronteras, con lo
que —aunque solo sea por supervivencia comercial, económica y cultural— se ven
obligados a dominar una lingua franca
que les permita relacionarse con el mundo de afuera. Es cierto que con algo de
esfuerzo se pueden hacer comprender por los noruegos (otros cinco millones) y
por los suecos (unos diez) de la misma manera que nosotros podemos hacerlo con
los portugueses y los italianos, pero fuera de ahí, nada.
La lengua propia, la de cada cual, cumple dos
funciones esenciales: la comunicativa y la identitaria. La primera es la de
permitirnos la comunicación con los demás, con lo que (en teoría) cuanto más
hablada sea una lengua, mejor; con más gente seremos capaces de comunicarnos.
La segunda —la identitaria— es la que nos confirma y afianza en la pertenencia
a un grupo, etnia o nación. Es la lengua del grupo, cuya función es no solo la
de comunicarse sino la de establecer y mantener los lazos de la tribu; y a
menudo, la de delimitar el espacio tribal y mantener a los otros a raya, fuera
del territorio.
No parece ser el caso de los daneses, los suecos,
los noruegos o los neerlandeses, que han adoptado el inglés como segunda lengua
por razones prácticas, sin complejos, y han dejado hasta de doblar el material
audiovisual en la lengua propia.
En esto estaba yo pensando el otro día mientras
hablaba con alguien acostumbrado a viajar por trabajo a todas partes del mundo,
especialmente a Latinoamérica, y le expresaba la suerte que tenemos los
españoles de tener una lengua global que nos acerca a las Américas, la del
Norte y la del Sur, y hace que sea raro el lugar del mundo en el que no haya
alguien que hable o chapurree el español, algo fuera del alcance de otros
pueblos tan potentes como el alemán, el italiano, el ruso o el japonés.
En fin, ya sé que estoy hablando de obviedades, pero
no quería dejar pasar de anotar el
pensamiento. Por si se me olvidaba. O por se le olvidaba a ustedes.
Román Rubio
Julio 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario