SIMONE
& WEILFUNKEL
A veces pasa. No has oído hablar de una persona en
años y de pronto te la nombran por aquí y por allá y te aparece hasta en la
sopa. Me acaba de ocurrir con una mujer que tenía semiolvidada
(o, más bien, olvidada del todo): la francesa Simone Weil.
Emmanuel Carrère la cita no una sino varias veces en
su último libro, Yoga, que acabo de
leer, y en el mismo fin de semana en que acabé la lectura, me encontré con que
la periodista Laura Fernández abre su reportaje-entrevista a la escritora Siri
Hustvedt en El País con otra cita literal de la Weil en boca de la novelista
americana. En el mismo diario del 24 de marzo se me revela que Camus, gran
admirador de Simone, la calificó como “el único gran espíritu de nuestra
época”. Vaya, por dios, tanto tiempo sin haber oído de la francesa y todas esas
referencias me aparecen a lo largo de una mañana de lectura.
Recordé y constaté que Pablo D’Ors abre su
inspirador librito Biografía del silencio
con unos celebrados versos de la Weil, esos que empiezan por “El deseo de luz produce luz…” y me vino
también a la memoria cierto artículo de Muñoz Molina titulado Vasos comunicantes, en el que el
escritor confiesa ser un lector devoto de Simone hasta el punto de confesar: “Desde que descubrí a Simone Weil, su lectura
es como un bajo continuo que acompaña de
fondo a otros libros”.
Ante tan abundante presencia de referencias no pude
evitar consultar la biografía de la autora, cuya vida se me hace más accesible
que sus escritos (que desconozco). He aquí algunos rasgos biográficos de la
filósofa, mística y activista francesa:
Simone Weil (1909-1943) nació en el seno de una
familia burguesa parisina. Su padre era un eminente médico y su
hermano mayor, André Weil, un matemático reputado. A los dieciocho años ingresó,
con la calificación más alta, en la Escuela Normal Superior de París, superando
en nota a su insigne tocaya Simone de Beavoir, que también se formó en la prestigiosa
institución. Convertida en profesora de liceo tras graduarse fue transferida de
varios centros por activismo político y críticas a los métodos pedagógicos. Entró
de obrera en la Renault en donde dijo aquello de “allí recibí la marca del
esclavo”, trabajó como peón agrícola en la región de Marsella y tuvo contacto
con Trotsky en París. Sindicalista revolucionaria, abogaba por un pacifismo
radical, lo que no impidió que se enrolara en la Columna Durruti en la Guerra
de España. En el frente de Aragón tomó parte en acciones de combate y allí
presenció el fusilamiento de un joven falangista, lo que provocó su reflexión:
“Los nuestros han vertido sangre de sobra. Soy moralmente cómplice. Se están
produciendo formas de control y casos de inhumanidad contrarios al ideal
libertario”.
A pesar de que sus escritos, aunque heterodoxos,
exhiben un aura católica enfrentada con el judaísmo, su familia fue declarada
como no-aria durante la ocupación alemana de Francia por lo que huyó a Londres
en donde colaboró con la resistencia desde la emisora Francia Libre, liderada
por De Gaulle. Allí, en Inglaterra, se le diagnosticó una tuberculosis, enfermedad
que, según algunos, le vino por alimentarse mal en solidaridad con los
ciudadanos de la Francia ocupada (creía que no tenía derecho moral a comer
mejor que ellos) y murió a la edad de 34 años haciéndose bautizar poco antes de
morir, dejando una gran cantidad de escritos, ensayos y poesía en donde expresa
su filosofía, su ideario y su mística.
Conmovido por la figura de la francesa, eché un
vistazo al periódico que quedó sobre la mesa y vi que en la portada (¡sí, en la
portada!) venía la historia de otra mujer cuyo nombre prefiero eludir, que
había aparecido en cierto canal de televisión y acaparado una audiencia
extraordinaria contando, por entregas, sus irrelevantes experiencias conyugales
y familiares. En el debate público consiguiente—que ocupó páginas y páginas en
los periódicos del fin de semana— participaban un par de Ministras de la nación
y un buen número de opinador@s cuyos nombres e identidades ni retuve ni haré el
esfuerzo de investigar.
Por respeto a la Weil.
Román Rubio
Marzo 2021