domingo, 14 de marzo de 2021

SE BUSCA TRADUCTOR

 

SE BUSCA TRADUCTOR


Imaginen que quieren contratar a la persona idónea para hacerles un trabajo. Cualquier trabajo; preferiblemente de índole intelectual o artística. Por ejemplo, una guía turística de la localidad, un montaje teatral o una exposición de cuadros de artistas locales. El que sea. Y como condición para la contratación anuncian que la persona elegida debe ser  hombre, blanco y de ideario conservador. ¿Qué creen que ocurriría? No sé ustedes pero a mí no me gustaría estar en el pellejo de quien hace esos requerimientos. En primer lugar, porque me parece injusto y deshonesto; en segundo lugar porque es anticonstitucional y denunciable y en tercero porque el ataque social sería tan implacable que me resultaría incómodo abrir el correo, las redes sociales y hasta salir a la calle.

Ahora, vean el caso contrario. La editorial de Amanda Borman, la joven poeta que se hizo mundialmente famosa al leer el poema The Hill We Climb en la toma de posesión del Presidente Biden, está en el proceso de traducir la obra de la joven en otras lenguas y, como es natural, necesita de traductores. Y ahí estás el problema, pues el requerimiento de los agentes de la autora exigen (o priorizan, porque exigir imagino que sería delito) que la persona que lo traduzca sea mujer, de raza negra y activista señalada. Lo primero es fácil de identificar (bueno, no tanto, como se verá después), lo segundo también: el color se ve hasta en una foto y para lo tercero, ay, para lo tercero piden a la editorial del país un currículo en el que se señale si ha colaborado con alguna ONG o ha estado involucrada en alguna lucha (significativamente racial o de género), de modo que, como los cristianos viejos, hay que demostrar la pureza de sangre y de ideas. Yo, por mi parte, estaría excluido por no cumplir ninguno de los requisitos exigidos. Ni soy mujer, ni de raza negra y mi mayor “compromiso” con el activismo social fue el de ser monaguillo a la edad de nueve años. Y eso creo que no cuenta.

Pero dejemos mi caso. Para su edición en catalán, la editorial Univers, que tiene los derechos, encargó la traducción del poemario The Hill We Climb (El turó que enfilem, en catalán) a Víctor Obiols, poeta y músico experimentado, que cuenta entre sus traducciones a Shakespeare y a Óscar Wilde. Pues bien, con el trabajo ya casi acabado fue descartado por la agencia representante de la autora americana por no reunir las condiciones de mujer y de raza negra. No sabemos si su pedigrí como activista pasó el filtro de pureza impuesto por la caprichosa y exigente poeta. El traductor adujo en su cuenta de Twitter que quizá debía haberse pintado la cara de betún, lo que supuso la cancelación de su cuenta por parte de la compañía del gorjeo. La editorial ha buscado ahora una segunda traductora: María Cabrera, y se cruzan los dedos esperando que la opción sea aceptada por el tribunal de pureza de sangre, como ha aceptado la traducción en castellano de Lumen por Nuria Barrios, poeta, novelista y traductora de, entre otros, John Banville y James Joyce. Eso sí, ninguna de las dos son negras.

El asunto trae cola. Para la traducción al neerlandés, la editorial holandesa buscó una figura de primera fila: le encargó la traducción a Marieke Lucas Rijneveld, persona no binaria, que no se identifica como hombre ni como mujer, que había sido ganadora/ganador/ganador@/ganadore del prestigioso premio Booker International con su primera novela La inquietud de la noche a la edad de 29 años.

Todo iba bien hasta que una activista negra neerlandesa, Janice Deul, iniciara una campaña en contra de Marieke, de cabello rubio y género indeterminado lamentándose de no haber elegido una artista del “spoken word y orgullosamente negra”, lo que provocó la renuncia de Marieke.

En fin, para la edición inglesa de mis libros estoy buscando un traductor que me abra el mercado anglosajón y con ello las puertas de la opulencia. Exigiré algunas cualidades: que sea alto y guapo, como el autor; indolente y perezoso, como el mismo, y que haya sido monaguillo o, en su defecto, miembro del coro de la iglesia en su niñez. Me da igual que sea hombre o mujer, con tal que sepa hacer la o con la ayuda de un canuto. Como el autor.

Román Rubio

Marzo 2020

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