CARONTE
AGUARDA
Ya se sabe cómo es Caronte: hosco, tacaño, envuelto
en harapos, encapuchado, amante de las tinieblas, siniestro y paciente, muy
paciente. Siempre está ahí, sentado en su barca en la penumbra, escondiendo su
cara semicomida por la lepra y con la mano —llena de soriasis y sabañones—
siempre extendida, presta a recoger como
pago la moneda necesaria para pasar a uno al otro lado de la Laguna Estigia,
hasta la orilla del Reino de Hades. ¡Y ay, de quien no lleve encima la moneda! Caronte
es tozudo, inmisericorde, inamovible y dejará al alma vagar en pena cien años en
la orilla sin poder alcanzar el merecido, aunque lúgubre, descanso del Averno.
Hay que llevar siempre en el bolsillo la moneda de
euro, el doblón, la guinea, el duro de plata isabelina, por si (dios no lo
quiera) tiene uno que encontrarse cara a cara con Caronte de manera inesperada.
Eso y lo de la ropa interior: siempre limpia. La tía Aurelia a menudo conminaba
a sus sobrinos (y sobrinas) a llevar siempre la ropa interior limpia y las uñas
de los pies cortadas y arregladas porque la muy pulcra tenía pánico a que, por
accidente o trampa del destino, hubiera de ser sometida a examen médico de manera
inesperada.
Prudente, la tía Aurelia. Y limpia.
Gaudí no escuchaba los consejos de la discreta
señora y el 10 de junio de 1926 fue atropellado por un tranvía en la calle
Cortes de Barcelona cuando se dirigía a pie a la Parroquia San Felipe de Neri a
visitar a su confesor, cosa que hacía con regularidad. No hay constancia del
estado de su ropa interior, pero el aspecto que ofrecía era el de un mendigo y
la atención recibida, en una sociedad clasista como la de la época, fue
deficiente, y aún habría sido peor de no haber sido por un guardia civil que
pasaba por allí y obligó a un coche a que llevara al herido al Hospital de la
Santa Cruz, entonces de Beneficencia, donde murió —ya desvelada su identidad—
sesenta horas después.
El 19 de abril de 1906, Pierre Curie murió
atropellado por un coche de caballos en la calle parisina de Dauphine, junto al
Pont Neuf de la capital francesa, puente que, a pesar de su nombre, fue
construido a finales del siglo XVI y resulta ser el más antiguo de la ciudad. El
científico —Premio Nobel de Física junto a su mujer, Marie— absorto, quizá en
sus meditaciones, fue arrollado fatalmente por el vehículo y enterrado en el
cementerio de Sceaux, en las afueras de París. En 1965 fue exhumado junto a su
esposa para ser trasladados ambos al Panteón de personas ilustres. Marie, que
había muerto de leucemia —provocada, con toda probabilidad, por su exposición a
materiales radiactivos—, había sido enterrada en ataúd de plomo, pero Pierre,
muerto mucho antes, no; y hay testigos de la exhumación (exagerados ellos) que
dicen que los huesos brillaban como si fueran de neón, tal había sido la
exposición del científico a materiales radiactivos, cuyos tubos se guardaba en
los bolsillos. Caronte no habría aceptado una moneda que brillara como un
fosforito.
Entre Mónaco y Niza hay unos 20 kilómetros, y en ese
tramo fueron al encuentro del barquero, de manera inesperada y no deseada, dos
mujeres en su madurez. La primera, bailarina de postín subió al descapotable
del joven mecánico italiano que era su amante un 14 de septiembre de 1927,
vistiendo un vistoso y largo pañuelo de seda rodeando su cuello. El pañuelo
resultó enredado en los radios de la rueda del coche y la mujer, Isadora, murió
in situ por estrangulamiento. Algunos
años después, Grace, la gran Grace, estrella de Hollywood y Princesa consorte
del pequeño país mediterráneo del glamur y el juego resultó muerta a 20
kilómetros de allí cuando recorría en su Rover el camino de regreso a casa en
compañía de su hija Estefanía.
En todas estos encuentros indeseados con Caronte
andaba yo pensando el otro día cuando escuché por la radio la muerte de un tal
Álex Casademunt, cantante, participante en un remoto programa de Operación
Triunfo y al que deseo que hubiera tenido la precaución de guardar una moneda
en el bolsillo para vencer la tacañería de tan siniestro barquero.
Román Rubio
Marzo 2021
No hay comentarios:
Publicar un comentario