AFGANISTÁN
NOS APELA
Una cosa es lo que nos gustaría que fuera y otra lo
que realmente es. A diferencia de los de mi generación —la del posfranquismo—,
acostumbrados a tener en Reyes una caja de lápices de colores y una pelota de
plástico cuando se había pedido una bicicleta y un balón de reglamento, las
generaciones posteriores parecen haber sido criadas en Disneylandia. Al
parecer, pedían una bicicleta y tenían una de carreras, piden un balón y
obtienen una Play Station, y esto les hace creer que la realidad se materializa
a su acomodo con solo desearlo.
Estos últimos días hemos vivido el hecho lamentable
de la (re)toma del poder de los talibanes en Afganistán y el sentimiento generalizado,
el mío también, es de desdicha. Ahora bien, si estoy con la mayoría con lo del
sentimiento, no lo estoy tanto en el diagnóstico. Muchos quieren ver en los
lamentables hechos la imposición de los talibanes “contra el pueblo”, como si
los talibanes fueran marcianos enviados allí por las fuerzas malvadas de la
galaxia en contra del pueblo inocente, noble y justo, obviando que los talibanes
también son “el pueblo”, un pueblo arcaico y antirracional, si quieren, pero
pueblo, al fin y al cabo. ¿De dónde han salido si no?
Al parecer, la obviedad de reconocer que “el pueblo”
está enfrentado en dos bandos, el islamista radical que pretende imponer la sharía, personificado en los talibanes,
y el islamista moderado y/o agnóstico que quiere una sociedad moderna más libre
y acorde con el mundo occidental es algo que no aceptan los que entienden la historia
como un asunto entre buenos (“el pueblo”) y malos (“los extraterrestres”). Y ya
se sabe que de un mal diagnóstico no se sigue una buena cura.
¿Cómo explican los exegetas del maniqueísmo el hecho
de que un puñado de guerrilleros se hayan hecho con el país en unas semanas a
pesar de que occidente, (los americanos en particular) hayan gastado miles de
millones de dólares creando, entrenando y equipando un ejército que ha resultado
ser inútil? ¿Puede un grupo de guerrilleros doblegar en semanas la resistencia
de un pueblo y un ejército? Piénsenlo. A mí, que desconozco el país, no me cuadra. A no ser, claro está, que
una parte significativa del pueblo esté de parte de los talibanes.
Una parte del público en mi país se ha rasgado las
vestiduras ante la afirmación del responsable de la política exterior
comunitaria, Josep Borrell, de que “los talibanes han ganado la guerra y
tenemos que hablar con ellos”. “¿Cómo que hablar con esos criminales? Con esa
gente ni se habla ni se negocia”, dicen los puros, incapaces de aceptar los
hechos tal y como se presentan en vez de hacerlo como a ellos les gustaría.
“¿Usted con quién cree que tengo que hablar para lograr sacar a las 400
personas que tengo que sacar de Kabul?”, contestó Borrell, con muy buen juicio,
a la interpelación de Franganillo, que preguntaba en el telediario en nombre de
los insobornables espíritus puros incontaminados por la realidad o la
responsabilidad.
Así están las cosas. El mundo, desquiciado, y la
gente a lo suyo. A poner verde al primer gobernante de cualquier país que dé la
cara. Al Tío Sam por acudir a los incendios y por salir de ellos sin apagarlos.
A Borrell porque dice digo o porque dice Diego (da igual) y a Solana por su
enigmático mensaje en Twitter “Afganistán nos apela”, a lo que pronto miles de
ciudadanos quisieron entender “Afganistán nos la pela”. Ya ven, cada cual
entiende lo que quiere.
Román Rubio
Agosto 2021