VUELTA
AL COLE
No quiero ser agorero, niños, pero la vuelta al cole
está a la vuelta de la esquina. Pasa la Virgen de Agosto y los lápices de
colores recién afilados, la goma de borrar por estrenar y la mochila nueva
están pidiendo entrada en la vida de Brian.
Este año, el Ministerio de Educación ha elaborado un
nuevo borrador (“otro”), regulador del currículum de la Enseñanza Primaria, que
entraría en vigor en el curso 2022-23. El borrador del nuevo decreto introduce
cambios notables en algunas de las asignaturas, entre ellas la de Educación
Física.
El nuevo decreto quiere una Educación Física “más
actual” y “más alineada” con las necesidades
del siglo XXI. Además de poner el énfasis en la perspectiva de género,
como hacen todas las áreas, el decreto insiste en el desarrollo del plano
emocional y la lucha contra los comportamientos antisociales, como la exclusión
o la relegación en los juegos a los alumnos y alumnas de menor rendimiento
físico-deportivo. Y para ello, el departamento que dirige Pilar Alegría propone
algunas novedades. La más significativa es la de la necesidad de “dialogar,
contrastar ideas y ponerse de acuerdo” para resolver situaciones conflictivas,
de forma que el alumnado tenga en cuenta la perspectiva de las otras personas
implicadas y busque “soluciones justas” en lo que Educación llama “dinámicas
grupales reflexivas”, lo que puede llevar a llenar el horario de ejercicio
físico con continuas asambleas para determinar si se salta o no el potro.
Ahora lo entiendo todo. Empiezo a descifrar la
lógica de la neomodernidad moderna (como diría Catarella, el policía de las
novelas de Montalbano) y su parloteo.
En mi ya lejana infancia solíamos jugar al fútbol en
la calle, en el patio, en los solares y en cualquier terreno que fuera medianamente
llano y desherbado. Para ello pactábamos las reglas del fuera de banda (en un
terreno sin señalizar), las reglas del gol (cuando la portería venía marcada
por dos carteras del cole a modo de postes) y había que convenir en cada una de
las jugadas cuándo había salido la pelota de la línea imaginaria, si la jugada
era merecedora de penalti o no o cuándo había pasado el maltrecho balón por
dentro del espacio de la inexistente portería, lo que constituía el más
elaborado de los debates. Todo eso hacíamos y conseguíamos jugar unos partidos
sin incidentes dignos de mención. Y eso que no teníamos ni idea de lo que
significaba “dinámicas grupales reflexivas”.
En cuanto a la discriminación por capacidades
físicas éramos tremendamente inclusivos. Recuerdo a un muchacho que había sido
atacado por la polio y había quedado con una pierna más debilitada que la otra
¿Creen que estaba excluido del juego? Ni hablar. El chico llegaba a jugar hasta
con el rudimentario aparato ortopédico que llevaba por temporadas. A escondidas,
por supuesto, de la vista de sus padres, maestros y otras “autoridades” que se
lo tenían prohibido. Nunca se quedó sin jugar el muchacho si esa era su
voluntad. ¡Y cómo disfrutaba! No sé si era tanto por el juego como por
contravenir las indicaciones de padres y cuidadores. ¡Que nos vengan pues ahora
con asambleítas a quienes éramos maestros de la negociación del acuerdo en toda
clase de condiciones!
Para María José Camacho, profesora de Educación
Física de la Complutense, la actividad física tiene una parte emocional
importante y la exclusión de los más débiles depende del tipo de prácticas. “Si
son muy competitivas, primará el principio de la energía motriz” y por eso
considera muy positivo que el nuevo currículum contemple de forma “regulada” y “estructurada”
la organización de debates colectivos para resolver conflictos (…).
Estoy de acuerdo con lo del “principio de la energía
motriz”, aunque nosotros le llamábamos de otro modo. Le diré cómo lo
solucionábamos en nuestro sistema “desregulado” y “desestructurado”: se ponen
dos jugadores a unos pasos de distancia y poniendo un pie tras otro, por turno,
se llega a montar al pie del contrario. A partir de ahí empiezan a escogerse
jugadores de manera alterna para uno y otro equipo. Sin olvidar al portero
(antes habrá que convenir si es puesto fijo o habrá que turnarse). El proceso
asambleario tenía dos condiciones: que el dueño del balón es, por mérito
propio, uno de los seleccionadores y que el chico tullido, el poeta ensimismado
e inútil con el balón y el hermano pequeño tienen el mismo derecho a jugar que
el Messi del barrio. Así lo hacíamos. Y nos funcionaba de maravilla. Lo digo
por si les sirve a los “reguladores” y “estructuradores” de las “dinámicas
grupales reflexivas”.
Román Rubio
Agosto 2021
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