SINÉCDOQUE
Se trata de
tomar la parte por el todo, como cuando decimos “hago esto para ganarme el pan”;
y ese pan incluye hasta el viajecito a Punta Cana. O bien, tomar el todo por la
parte, como en “Francia derrota a
España”, queriendo decir que la selección francesa de fútbol le gana a la
española, aunque sea con un gol dudoso de Mbappé.
Creo haber contado en alguna ocasión un chascarillo de
veracidad incierta que corre por las facultades de periodismo. En 1905, recién
desembarcado en Nueva York, el arzobispo de Canterbury y primado de la inglesa
anglicana se sometió a una sesión informativa ante los periodistas. Uno de
ellos le preguntó su opinión sobre la profusión de prostíbulos existentes en
Manhattan. El arzobispo, desconocedor del tema, le respondió: “¿Hay muchas
prostitutas en Manhattan?”. Al día siguiente, un diario publicó a toda página:
“Primera pregunta del Arzobispo de Canterbury al llegar a Nueva York: ¿Hay
prostitutas en Manhattan?”
En esas estrategias de los demagogos andaba yo
pensando el otro día cuando escuché unas declaraciones del tal Egea, del PP
(Ingeniero de Telecomunicación y campeón del mundo de lanzamiento de hueso de
oliva en 2008). Decía el prócer, refiriéndose al problema de la vivienda:
“Ocupar una vivienda está bien visto por el Gobierno, ser propietario de una
vivienda, después de haber “estao” trabajando “toa”
tu vida, está mal visto por el Gobierno”.
Fíjense, en primer lugar, que el uso del “estao”
y del “toa tu vida” dicho en el entorno formal del Fórum Europa no es del
todo espontáneo, sino el empeño de mostrarse uno campechanote, como diciendo:
“como tú y como yo”.
Claro, que para alquilar una casa hay que tener al
menos dos. Y lo que calla el campechano conferenciante es que se trata de
penalizar a los “grandes tenedores”, que son los que tienen más de diez casas y
alguna de ellas vacía durante, al menos, un año. Y también calla que la propiedad
viene a menudo facilitada no por el trabajo de “toa” la vida sino por la
especulación, la herencia u otras actividades más inconcretas que incluyen
viajes con bolsas de basura desde Andorra y otros lugares más remotos con montañas
nevadas, palmeras y cocoteros.
Otra de las estrategias de la demagogia es conceder una relación causa-efecto en donde solo hay una correlación entre
variables, como aquel que decía que los fuegos los provocaban los bomberos, de
otro modo, ¿por qué habría de haber siempre una patrulla en los incendios?
Un estudio publicado recientemente en la revista The
Lancet Planetary Health ha determinado que 43000 personas mueren cada año en
las ciudades europeas “por la falta de
zonas verdes”. Ahí es nada. Y afinando más la puntería dice el estudio que
en España son 3809 las personas que mueren por este motivo en el centenar de
ciudades estudiadas; el 25% de las muertes (924) en Barcelona. En mi ciudad,
Valencia, son 138 las que se van al otro mundo por vivir a menos de 500 metros
del Río, de los Viveros o de cualquier otro pedazo de arbolado. Así de claro lo
tienen.
¿Y cómo han llegado a tan afinada conclusión? Pues cogen
un mapa y toman en consideración las zonas próximas a los parques y las más
alejadas y comparan el número de personas que mueren por causas naturales. ¿A
que ustedes habrían adivinado los resultados?
¿Y no podría ser que el nivel de renta tenga algo
que ver? Apuesto a que los pisos pegaditos al Retiro, Hyde Park o los Jardines
de Luxemburgo son considerablemente más caros que los de los bloques de las
periferias pegados a las vías del tren y la gente que se puede permitir vivir
allí tiene mejores trabajos, hábitos de vida más cómodos y saludables y mucha
más renta. Y eso, quizá, también influya.
Pero, claro, como los bomberos estaban por allí,
pues ya está claro quién inició el fuego. Y yo, por si acaso, lo arrimo a mi
sardina.
Román Rubio
Octubre 2021
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