martes, 8 de febrero de 2022

EL VAR DEL CONGRESO

 

EL VAR DEL CONGRESO


El VAR (Video Assistant Referee) se introdujo en el fútbol de élite con el bienintencionado pero ingenuo propósito de aclarar las dudas arbitrales y corregir las decisiones erróneas  —lo que ha conseguido, parcialmente— y acabar con la polémica —lo que afortunadamente, y en beneficio del fútbol, no ha conseguido—.

En el Congreso de los Diputados se introdujo el sistema telemático de votación para mejorar (aún más) la aperreada vida de los/las/les señores/as diputados/as/es. En principio se contempló para situaciones de maternidad/paternidad o enfermedad grave del representante y después, con el Covid, se generalizó, y pasó a ser usado más o menos a discreción del interesado. Para evitar posibles yerros, el sistema solicita un doble voto y de ese modo evitar la confusión de los señores/as diputados/as/es en algo tan terriblemente complicado como elegir entre SÍ y NO. Parece fácil, ¿verdad? “¿Quiere usted un chalet en Mallorca gratis?” SÍ. “¿Quiere usted un cáncer en el páncreas?”. NO.

Por si hubiera contestado usted de manera errónea al haber hecho la elección al tiempo que, digamos, está a mitad de partida con la Play Station o atendiendo a los caprichos más íntimos de Mariví o de Pablo, el VAR del Congreso le vuelve a preguntar: “¿Quiere usted un chalet en Mallorca?, ¿y un tumor pancreático”? “Ay, espera Mariví que me están haciendo unas preguntas muy difíciles y liosas que requieren toda mi atención”. 

Y voy y me equivoco y pido lo que no quiero.

Pues, bien: este magnífico sainete nos ha ofrecido el Congreso de los Diputados esta pasada semana con el affair conocido como El disputado voto del señor Casero. El tal señor, tras haber apretado dos veces al NO al chalet y SÍ al tumor, y dándose cuenta del error, se presentó en el Congreso a la hora de la votación para decir que no, que se había equivocado.

La pregunta es: ¿qué clase de gastroenteritis aguda tienes, pillín, que te impide ir a la votación presencial pero no a la reclamación? Si estabas en Madrid, que es donde se cobra la dieta del pleno, hombre; ¡acércate a la primera...! He leído que eres soltero; mejor, no quiero ni imaginarme como te habría recibido tu mujer de vuelta a casa.

Hubiera sido un vodevil flojito, la verdad, si el voto del señor Cayo (digo, del señor Casero) hubiese sido uno más, merecedor de un tirón de orejas del jefe del grupo parlamentario, pero no; había de ser necesario para la aprobación de una ley en la que estaba todo el empeño y prestigio de la oposición e supongo que el interés de muchos españoles. Eso sí que es acertar en la función del villano. O mejor, en la del tonto, porque villanos hay más en esta historia.

Piensen ahora en el papelón de los dos diputados de UPN cuyos nombres no he retenido ni me voy a molestar en buscarlos. Traicionan a su partido por unas presuntas bolsitas de denarios, se pierde la votación, los expulsan del partido, no cobran el presunto botín por no haber conseguido el objetivo (ya saben, Roma no paga traidores) y luego tienen que ir por Pamplona con mascarilla, gorra y gafas de sol el resto de sus días, haya o no haya pandemia.

Y todo por una mala partida de la Play Station o un caprichito a deshora de una Mariví o un Pablo cualesquiera.

¡Lo mato!

Román Rubio

Febrero 2020

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