TADZIO
¿Quién no tiene en el recuerdo aquel muchacho
que exhibía su hierática belleza por la
playa del Lido de Venecia mientras sonaba el Adaggieto de la Quinta de Mahler? Algunos otros evocarán quizá al
Tadzio de la novela de Thomas Mann, La
muerte en Venecia, en la que el escritor maduro Gustav von Aschenbach se ve
capturado hasta perder la cordura la respetabilidad y hasta la vida por el
efecto de un adolescente lánguido y apolíneo, de una belleza fría y perfecta de
estatua clásica y ojos color de mar, en una Venecia que empezaba a ser tomada
por el cólera. ¿Qué hay de real y qué de imaginario en la novella del autor alemán que se convirtiera años después en Premio
Nobel de Literatura?
Lo cierto es que el escritor, casado y padre de seis
hijos, y que había tenido enamoramientos con otros hombres, coincidió con su
Tadzio particular en una estancia en el Grand Hôtel des Bains del Lido
veneciano en 1911. Se trataba del joven barón polaco Wladyslav Moes, de unos
trece años de edad, que tal y como aparece tanto en la novela como en la
bastante fiel película se alojó en dicho hotel en compañía de su familia por
recomendación médica en la primavera de aquel año.
La propia esposa del escritor, Katia Mann, explica
cuál fue la inspiración de su marido:
En
el comedor, el primer día de llegar, vimos a esa familia polaca que aparecían
exactamente como los describía mi marido: las niñas vestían de manera rígida y
severa, y el encantador y bello muchacho de unos trece años vestía un traje
marinero con cuello abierto y bonitos lazos. Captó inmediatamente la atención
de mi marido. El chico era tremendamente atractivo y mi marido estaba siempre
mirándolo en la playa con sus compañeros. No lo perseguía por Venecia, sin
embargo, pero el chico lo tenía fascinado y pensaba en él a menudo…
El joven barón, ajeno a la atención que despertaba
en el alemán, se hizo hombre y se casó en 1935 con la también noble Anna
Belina-Brzozowska, con la que tuvo dos hijos. En 1939 ejerció como oficial del ejército polaco, luchó en la batalla de Bzura
y fue hecho prisionero y enviado a Oflag (campo de prisioneros para oficiales)
en donde pasó casi seis años. Luego llegaron los rusos y el noble terrateniente
fue desposeído de sus propiedades y se ganó la vida trabajando, mayormente como
intérprete y en la Embajada iraní de Varsovia. Murió y fue enterrado en esa
ciudad en 1986.
En 1964, Moes dio un interviú al traductor de Thomas
Mann al polaco en el que revelaba que él había sido el inspirador de Tadzio en La muerte en Venecia.
Yo
soy el chico. Incluso en Venecia me llamaban Adzio o a veces Wadzio… Pero en la
historia se me llama Tadzio… así es como lo debió de entender el maestro... En
la historia encuentro todo descrito exactamente, incluso mi ropa, my
comportamiento —bueno o malo— y las bromas toscas en los juegos con mi amigo en
la arena.
Yo
estaba considerado como un chico muy guapo y las mujeres me admiraban y besaban
cuando caminaba por el paseo. Algunas me dibujaban (…). El escritor debió quedarse
impresionado por mis ropas poco convencionales y las describió sin omitir
detalle: un traje de lino a rayas y una corbata roja, así como mi chaqueta
favorita azul con botones dorados.
De modo que en la historia ya hemos desenmascarado a
dos personajes protagonistas: Gustav Aschenbach, que no es otro que el mismo
Thomas Mann, y el joven noble polaco, Wladyslav Moes, involuntario ídolo objeto
del deseo estético (que no sexual) del escritor maduro. Ahora falta
desenmascarar al tercero: el actor que impersona al joven Apolo en la película.
Se trataba de un muchacho sueco, de nombre Björn Andrésen, al que Visconti encontró en Estocolmo tras haberlo buscado por
toda Europa al negarse Luis Miguel Dominguín a que el papel lo hiciera su hijo
adolescente que vivía en Madrid y se llamaba Miguel Bosé. Y eso que Visconti
era el padrino de la criatura.
El muchacho, el sueco, era algo mayor de lo que el
director italiano buscaba, ya que tenía 15 años, y un poco demasiado alto para
el gusto del director. Aún así, cuando se lo presentaron en el casting, Luchino
fue consciente de que había visto a Tadzio.
Hoy, Björn tiene sesenta y tantos, se ha convertido
en un hombre enjuto y triste, de largo pelo y barba blancos y vive en Estocolmo
en un pequeño piso, al bode del desahucio por su situación cercana al
Diógenes. La película documental The Most
Beautiful Boy in the World, presentada en el festival Sundance de 2021 y
disponible en Filmin, da cuenta de su circunstancia actual y de lo que
significó ese papel en la vida de un muchacho que nunca conoció a su padre y criado
por su abuela tras la temprana muerte de su madre encontrada muerta en el
bosque. Si les interesan las vidas tristes no se la pierdan. No es fácil ser el
chico más guapo del mundo, como lo calificara Visconti en aquella lejana rueda
de prensa de Cannes.
Aunque se tenga talento —y estoy pensando ahora
también en el caso del español—, la carga puede ser demasiado pesada para ser
llevada sin riesgo de derrumbe.
Román Rubio
Julio 2023
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