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HECHO UN ADEFESIO
Eso mismo me dije ante el espejo tras leer en El País Semanal el artículo ¿Son los 60 los nuevos cuarenta? Las últimas técnicas a las que recurren los hombres en busca de su eterna juventud, que trata el tema de por qué los tipos como Clooney, Pitt, Banderas y otros transitan por los sesenta como si nada hubiera ocurrido en sus cuerpos tan favorecidos por los genes.
Tras analizar la imagen de Brad Pitt (59) en Wimbledon, el dermatólogo Juanma Revelles de la clínica Le Boost de Madrid se aventura a decir que el actor se vale de “Neuromoduladores en la frente y el entrecejo para suavizar arrugas y relajar la mirada; relleno en el pómulo para dar soporte a la cara, y en la mandíbula para definirla; radiofrecuencia para tensar la piel y disminuir el surco nasogeniano, y procedimientos para mejorar la textura y luminosidad de la piel”.
Este mismo doctor añade que en su clínica “la masculinización es el tratamiento más popular. Consiste en infiltrar rellenos en el tercio medio e inferior de la cara (pómulos, mentón y mandíbula) para conseguir un rostro cuadrado y anguloso. Lo segundo son los injertos capilares”.
Pero hay actuaciones mucho más radicales: Robert Nielsen (60 años), principal inversor de Altos Labs, empresa biotecnológica de San Francisco que investiga el rejuvenecimiento celular, intenta resetear sus células mediante la reprogramación epigenética y “sigue una intrincada rutina para conseguirlo: toma una docena de pastillas cada día, entre ellas rapamicina (un conocido antitumoral), metformina (un medicamento usado durante años por los diabéticos), y taurina (un nutriente natural cuya producción decae con los años). Dos veces al año se hace una resonancia magnética de cuerpo entero. Visita al dermatólogo cada tres meses y entrena a diario enfundado en un traje de estimulación eléctrica para construir masa muscular”.
Aún más extremo es el caso de Bryan Johnson, biohacker y multimillonario, que lleva invertidos dos millones de dólares en volver a los 18 años. Tiene 45 cumplidos. El proyecto Blueprint —así lo ha nombrado— estructura toda su vida: “se despierta a las cinco de la madrugada y su última comida del día es a las once de la mañana. En ese tiempo debe haber ingresado 2.250 calorías sin añadir sal ni azúcar. Se va a la cama a las 20.30. Entre medias toma 111 pastillas, incluyendo zinc, cúrcuma y litio. Entrena entre 45 y 60 minutos siete días a la semana y juega al tenis y baloncesto. Consume unos 32 kilos de verduras al mes, sobre todo brócoli, coliflor, ajo y jengibre. Entre sus comidas diarias incluye el batido Green Giant, con el que traga 54 suplementos, entre ellos la espermidina, la creatina y los péptidos de colágeno. Después de las cuatro de la tarde no consume bebidas ni ningún tipo de líquido para no perturbar su sueño y usa una máquina para fortalecer el suelo pélvico y prevenir la incontinencia urinaria. Recientemente contó en un podcast que usaba un cóctel de vitaminas y un casco de terapia con luz roja para estimular el cuero cabelludo.
Según dijo a la revista de negocios Bloomberg, usa siete cremas faciales cada día, se hace un peeling ácido semanal, se inyecta grasa en los pómulos y jamás toma el sol. Johnson se considera a sí mismo “un atleta profesional del rejuvenecimiento”.
Desmoralizado como estaba ante mi pusilanimidad me encontré con otro artículo en el mismo periódico que me levantó la moral. Se trata de La paradoja del abstemio, en el que se da cuenta que “los abstemios mueren antes y tienen más riesgos de sufrir depresión que los consumidores moderados de alcohol”. Eso sí que es una descarga a la moral. Y añade:
Un grupo de investigadores de la Universidad de Texas han publicado u estudio con el título de “Late-Life Alcohol Compsunption and 20-Year Mortality” en el que tras observar durante 20 años a 1824 personas han concluido que el 69% de los abstemios han muerto de forma prematura, superando incluso a los alcohólicos que lo hicieron en un 60% y por supuesto a los consumidores moderados que lo hicieron en un modesto 41%.
La lectura me recordó que Franco, Hitler y Trump se declararon abstemios y decidí pertenecer a la banda de Winston Churchill, amante de vinos y licores. Acostumbraba el rey Jorge a recibir al Primer Ministro en la mesa a mediodía en su entrevista semanal, y como Sir Winston siempre se hacía descorchar una botella, el Rey le increpó: “Winston, no sé cómo eres capaz de beber ya a estas horas”, a lo que el orondo político respondió: “Con mucha práctica, Majestad, con mucha práctica”. Vivió noventa y tantos años siguiendo su relajada dieta.
Mira por donde va a resultar que quienes mostramos marcada debilidad de carácter para con el alcohol y los hábitos de autocuidado vamos a tener razón, que de nosotros va a ser el reino de los cielos —como ya adelantó el de Nazaret— y que el cementerio está lleno de guapos y de abstemios.
Román Rubio
Septiembre 2023
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