domingo, 12 de noviembre de 2023

LAWFARE

 

LAWFARE




Estos últimos días, por razones que no vienen al caso, he tenido la radio como compañera durante largas horas con el consiguiente bombardeo sobre la negociación del PSOE y Junts, que hoy parece ser ya hecho consumado. Como suele ser de costumbre, Isabel Díaz Ayuso intervino en el debate con la sandez más grande, diciendo que nos estaban metiendo una dictadura por la puerta de atrás. Creo haberle oído también que nos la metían doblada ¿? En fin, no sé a qué se refiere la Presidenta madrileña ni lo que teme que le metan (nos metan) por detrás sea doblado o erecto, pero desde luego no una dictadura. Las dictaduras no se basan en el diálogo ni en la discusión y negociación —aunque este venga forzado por la coyuntura— sino en la fuerza.  Pueden tachar el pacto como solución a los problemas o como traición, atentado a la unidad nacional, connivencia inútil de apaciguamiento o deslealtad con la patria y yo podré o no estar de acuerdo con todo o con parte (mi opinión personal carece de importancia). Solo les diré que tachar el asunto de eso que nos cuelan por detrás como “dictadura” es uno de esos argumentos infantiles e inmaduros a los que nos tiene acostumbrados tan perspicaz señora.

Lo que sí que se nos ha colado por la puerta trasera o delantera estos días es un nuevo anglicismo al que no hay periodista, político o tertuliano que se resista: lawfare. Muchos lo reconocerán por haberlo leído una y otra vez en los periódicos los últimos días, con el sentido de guerra jurídica, acoso judicial, instrumentalización de la justicia y similares;  otros, no sabrán exactamente de que estoy hablando, dadas las pintorescas variantes de pronunciación con la que la leen en los medios.

Para algunos, la palabra resulta enigmática al atribuirle al sufijo fare el significado convencional y conocido de “tarifa”, como en airfare (tarifa aérea), pero en realidad nada tiene que ver con eso. Lawfare (pronunciada  /ˈlɔːˌfɛə /, algo así como ‘loo-feer’, en español) es una voz compuesta al estilo de brunch (breakfast+lunch), workaholic o la española ofimática (oficina+informática), formada por las palabras law (ley) y warfare, que se refiere a todo lo concerniente al arte de la guerra y que a menudo incluye las armas usadas o los métodos con que se lucha (guerrilla, urbana, etc).

En inglés, la palabreja es un relativo neologismo que aparece en los años setenta del siglo pasado y se extiende en la primera década de este, que el diccionario define como “el uso de sistemas legales y de las instituciones para dañar o deslegitimizar a un oponente, o impedir a este el uso de sus derechos legales” o lo que el general americano Charles J. Dunlap definió con lógica militar como “el empleo de la ley como arma de guerra”.

Lo cierto es que yo no había detectado el uso de la palabra en la prensa española hasta que empezó la intricada aventura de Donald Trump con (o más bien contra) la justicia de su país, y los periodistas españoles tuvieron que traducir o interpretar innumerables artículos de la prensa anglosajona, por lo que en un momento decidieron que decir lawfare (aunque sea pronunciado de las maneras más estrafalarias) era mucho más elegante y preciso que “acoso judicial” o “legal”, algo que entendería cualquier ciudadano de a pie, privándose así de la posibilidad de destacar y señalarse como personas viajadas, cultas y cosmopolitas, algo de lo que la Presidenta de Madrid ni presume ni falta que le hace, que para eso tiene sus numerosos incondicionales que entienden mejor el lenguaje castizo.

Ya ven ustedes: una cosa es lo que se quiere contar y otra la manera de decirlo.

 

Román Rubio

Noviembre 2023


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