LAWFARE
Estos últimos días, por razones que no vienen al
caso, he tenido la radio como compañera durante largas horas con el
consiguiente bombardeo sobre la negociación del PSOE y Junts, que hoy parece
ser ya hecho consumado. Como suele ser de costumbre, Isabel Díaz Ayuso
intervino en el debate con la sandez más grande, diciendo que nos estaban
metiendo una dictadura por la puerta de atrás. Creo haberle oído también que
nos la metían doblada ¿? En fin, no sé a qué se refiere la Presidenta madrileña
ni lo que teme que le metan (nos metan) por detrás sea doblado o erecto, pero
desde luego no una dictadura. Las dictaduras no se basan en el diálogo ni en la
discusión y negociación —aunque este venga forzado por la coyuntura— sino en la
fuerza. Pueden tachar el pacto como solución
a los problemas o como traición, atentado a la unidad nacional, connivencia inútil
de apaciguamiento o deslealtad con la patria y yo podré o no estar de acuerdo
con todo o con parte (mi opinión personal carece de importancia). Solo les diré
que tachar el asunto de eso que nos cuelan por detrás como “dictadura” es uno
de esos argumentos infantiles e inmaduros a los que nos tiene acostumbrados tan
perspicaz señora.
Lo que sí que se nos ha colado por la puerta trasera
o delantera estos días es un nuevo anglicismo al que no hay periodista,
político o tertuliano que se resista: lawfare. Muchos lo reconocerán por
haberlo leído una y otra vez en los periódicos los últimos días, con el sentido
de guerra jurídica, acoso judicial, instrumentalización de la justicia y
similares; otros, no sabrán exactamente
de que estoy hablando, dadas las pintorescas variantes de pronunciación con la
que la leen en los medios.
Para algunos, la palabra resulta enigmática al
atribuirle al sufijo fare el
significado convencional y conocido de “tarifa”, como en airfare (tarifa aérea), pero en realidad nada tiene que ver con eso. Lawfare (pronunciada /ˈlɔːˌfɛə /, algo así como ‘loo-feer’, en español) es una voz compuesta
al estilo de brunch (breakfast+lunch), workaholic o la española ofimática (oficina+informática), formada
por las palabras law (ley) y warfare, que se refiere a todo lo
concerniente al arte de la guerra y que a menudo incluye las armas usadas o los
métodos con que se lucha (guerrilla, urbana, etc).
En inglés, la palabreja es un relativo neologismo
que aparece en los años setenta del siglo pasado y se extiende en la primera
década de este, que el diccionario define como “el uso de sistemas legales y de
las instituciones para dañar o deslegitimizar a un oponente, o impedir a este
el uso de sus derechos legales” o lo que el general americano Charles J. Dunlap
definió con lógica militar como “el empleo de la ley como arma de guerra”.
Lo cierto es que yo no había detectado el uso
de la palabra en la prensa española hasta que empezó la intricada aventura de
Donald Trump con (o más bien contra) la justicia de su país, y los periodistas
españoles tuvieron que traducir o interpretar innumerables artículos de la
prensa anglosajona, por lo que en un momento decidieron que decir lawfare (aunque sea pronunciado de las
maneras más estrafalarias) era mucho más elegante y preciso que “acoso
judicial” o “legal”, algo que entendería cualquier ciudadano de a pie, privándose
así de la posibilidad de destacar y señalarse como personas viajadas, cultas y
cosmopolitas, algo de lo que la Presidenta de Madrid ni presume ni falta que le
hace, que para eso tiene sus numerosos incondicionales que entienden mejor el
lenguaje castizo.
Ya ven ustedes: una cosa es lo que se quiere
contar y otra la manera de decirlo.
Román Rubio
Noviembre 2023
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