jueves, 30 de noviembre de 2023

LEVÍTICO

 

LEVÍTICO



Andaba yo tonteando con la radio del coche cuando me paré en una emisora de RNE en el que la periodista de la tarde (cuyo nombre desconozco) estaba entrevistando a la que parecía ser su amiga, la escritora Carmen Posadas. En el transcurso de la conversación salió la pregunta tan manida como fatídica y difícil de responder de: “¿Cuál es el libro al que vuelves una y otra vez a lo largo de tu vida?” O, como reformuló la escritora, “¿qué libro te llevarías a una isla desierta?” Esta pregunta nos la hemos hecho alguna vez todos aquellos lectores amigos de fustigarnos con enigmas estériles y les diré que no tiene respuesta fácil, al menos por lo que a mí respecta. Partamos de la premisa de que Google (favorito de tantos) no vale; primero porque no es un libro y segundo porque ¿qué clase de isla deshabitada sería esa con acceso a internet?

Descartado el buscador universal habría que pensar en uno de los volúmenes que pueblan cualquier biblioteca, pues otra condición sería elegir un solo tomo, nada de la enciclopedia británica o trampas similares.

La escritora en cuestión eligió la Biblia, cosa muy notable, ya que en ella hay ficción, historia, biografías disparatadas, realismo mágico, crimen, poesía, ciencia-ficción (véase Apocalipsis), comedia (véase la borrachera de Noé) y otras muchas cosas sabrosas, de lectura a veces tediosa y a veces apasionante. Puro entretenimiento.

A continuación, la periodista invitó a la autora señalar un pasaje  reseñable y esta, tras un pequeño titubeo, señaló el Levítico, uno de los libros del Antiguo Testamento que configuran el Pentateuco o Torá judía (la Ley) y que viene a ser como una especie de manual litúrgico para  los hijos de la tribu de Leví, encargados de las funciones sacerdotales.

El libro es de lectura algo monótona por su detallismo, ya que describe minuciosamente las diversas clases de sacrificios y otras expiaciones, la consagración de los sacerdotes, la pureza e impureza de oficiantes y víctimas, medidas higiénicas y otras instrucciones y reglamentaciones impuestas por Yavhé y transmitidas por Moisés.

Veamos algunos ejemplos:

Sobre la pureza:

“De entre los animales, podéis comer todos los de pezuña hendida, casco partido y que rumian; pero no comeréis de los que solo rumian o solo tienen pezuña hendida. El camello, que rumia, pero que no tiene pezuña hendida, será inmundo para vosotros; el conejo, que rumia pero no tiene pezuña hendida, será inmundo para vosotros (…); el cerdo, que tiene la pezuña hendida y el casco partido, pero no rumia, será inmundo para vosotros. No comeréis sus carnes ni tocaréis su cadáver, pues son para vosotros animales impuros”.

También hay instrucciones sobre los animales de agua (solo se pueden comer aquellos con escamas; olvídense pues de comer mariscos o calamares), así como las aves y los insectos, condenando a la impureza de forma explícita a “animales cuadrúpedos que anden sobre la planta de sus pies” además de “el topo, el ratón y toda clase de lagartos, el musgaño, la tortuga, la salamandra, la escolopendra y el camaleón” y también cualquier reptil o animal que se arrastre por el suelo. No solo son inmundos para comer sino que el propio contacto casual con alguno es susceptible de purificación, cuyo procedimiento también detalla el libro, así como lo hace con la impureza del hombre (de su secreción seminal) y de la mujer:

“Si una mujer padece flujo de sangre de su cuerpo, permanecerá siete días en su impureza, y quien la toque será impuro hasta la tarde. (…). Quien toque la cama de ella, lavará sus vestidos, se bañará en agua y será impuro hasta la tarde. (…). Si un hombre yace con ella, contraerá la impureza de la menstruación de ella y será impuro siete días; y todo lecho sobre el que él se acueste será impuro”. (…) Cuando ella sane de su flujo, contará siete días, después de los cuales será pura”.

Para con los leprosos —que deben ser diagnosticados por los sacerdotes—, entre otras cosas, dice el libro:

“El enfermo atacado por lepra llevará los vestidos desgarrados, dejará crecer sus cabellos sin cubrir su cabeza, se tapará las barbas e irá gritando: ¡Impuro, impuro! Y será impuro todo el tiempo en que haya llaga en él. Es impuro y vivirá aislado; fuera del campamento tendrá su morada”.

En las admoniciones de Moisés hay también instrucciones precisas acerca de la observancia del sábado, el año sabático (año séptimo en el que está prohibido por la ley divina cultivar la tierra) y del año jubilar: cada cincuenta años se produce esta circunstancia en la que todo judío tiene derecho a reclamar sus tierras y propiedades que vendiera por necesidad en el periodo anterior de manera gratuita. Asimismo, cualquier persona o familiar cercano puede rescatar la propiedad vendida pagando la parte de años de cosecha que restan hasta el año jubilar.

El anecdotario es extensísimo: habla de la propiedad, la beneficencia, la esclavitud y la libertad. Y si la observancia de las leyes no es la debida, llegamos al capítulo de las maldiciones:

“…, si detestáis mis preceptos, y no cumplís todos mis mandamientos, sino que rompéis mi alianza, entonces yo haré esto con vosotros: os enviaré el terror, la consunción y la fiebre, (…). Sembraréis en balde vuestra semilla, pues serán vuestros enemigos quienes se la comerán. Yo me volveré contra vosotros, y seréis derrotados por vuestros enemigos; os dominarán los que os odian y huiréis sin que nadie os persiga”.

Y añade: “Y a vosotros os dispersaré entre las naciones y desenvainaré la espada detrás de vosotros, mientras vuestro país será arrasado y vuestras ciudades reducidas a escombros”.

¿A que finalmente el Levítico no es tan aburrido? Lean, lean y verán. Si va a tener razón Carmen Posadas…

Román Rubio

Noviembre 2023.

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