HISTORIAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO I
El Génesis es el primer libro de los 46 que componen el Antiguo Testamento. Trata de
los orígenes del universo, la humanidad y el pueblo elegido. Junto con el
Éxodo, el Levítico, Números y Deuteronomio forman el Pentateuco —Torá para los
judíos—. Repasemos algunas de sus sabrosas anécdotas.
Adán y Eva, para empezar: la desobediencia de Eva,
engañada por la serpiente que la invitó a comer del árbol prohibido e
induciendo a Adán a hacer lo mismo, trajo represalias feroces para ambos: ella,
la mujer, se vería condenada a parir con dolor y a estar siempre dominada por
el varón, por y para siempre. Él, el hombre, a ganar su sustento con el sudor
por los siglos de los siglos. Ambos, hombre y mujer, fueron condenados a la
mortalidad. Exagerada represalia, sin duda, para tratarse de la expiación del
trivial pecado de comer una manzana.
Pero, en esta historia había tres sujetos. Falta la
serpiente; ¿qué le ocurre a la serpiente? Pues bien, no escapa a la ira divina.
Dijo entonces Yavéh a la serpiente:
Por haber hecho esto/
maldita serás entre todas las bestias /y entre todos los animales del campo/
sobre tu vientre te arrastrarás/ y polvo comerás/ todos los días de tu vida.
Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje y el suyo; éste te
aplastará la cabeza,/ y tú le acecharás el talón.
La cosa no iba de broma. El ofidio no salió bien
librado del lance. El texto no aclara, sin embargo, qué clase de animal
era antes de ser condenada a arrastrarse; ¿tenía
patas?; ¿andaba erguida?
Exactamente nueve generaciones después aparece Noé
en escena. Tenemos por costumbre emplazar tres o cuatro generaciones por siglo,
con lo que entre Adán y el episodio de la sierpe y Noé y su arca deberían haber
trascurrido tres siglos, unos trescientos años. Bueno, eso es en el mundo
conocido, no en el de las Escrituras. En éstas Noé es hijo de Lámek y nieto de Matusalén que,
según el relato,“...tenía Matusalén ciento
ochenta y siete años cuando engendró a Lámek. Y vivió, después de haber
engendrado a Lámek, setecientos ochenta y dos años; y engendró hijos e hijas. Y
fueron todos los días de Matusalén novecientos sesenta y nueve años. Y murió”.
No fue Matusalén, pese a su reputación de longevo,
el único en vivir una larga vida, no.
Adán engendró a su primer hijo- Set- a la edad de ciento treinta años y vivió
después ochocientos años, en los que engendró hijos e hijas. Y así, más o menos
todos.
Pero volvamos a Noé. Como hombre justo y perfecto
que era, fue el elegido por Yavéh para perpetuar la especie. Decepcionado el
Todopoderoso del devenir de los humanos dijo: “Exterminaré de la haz de la tierra al hombre que he creado, desde el
hombre hasta los animales domésticos, y hasta los reptiles y las aves del
cielo, pues me pesa de haberlos hecho”. El hecho de que decidiese la
exterminación y al mismo tiempo la perpetuación del mismo mundo preservando una
pareja de cada especie es algo que puede parecer contradictorio, o al menos,
alejado de la lógica convencional.
Lo cierto es
que Noé, que vivió trescientos cincuenta
años tras el diluvio tuvo tiempo de plantar una viña, elaborar vino, bebérselo
y emborracharse. En su embriaguez se quedó en pelota dentro de su tienda cuando
su segundo hijo, Cam, probablemente al sonido de unos cánticos raros, entró y
se topó con la desnudez, de nada más ni nada menos, que su propio padre. Salió,
lo comunicó a Sem y Jafet, sus hermanos, y éstos sí; entraron de espaldas para
no ver el cuerpo desnudo del progenitor y colocaron sobre él una túnica con la que
tapar sus intimidades. Como represalia a Cam, cabeza de la estirpe de Canaán,
por haberle visto desnudo, el justo de Noé le dijo:
Maldito sea Canaán;/
esclavo de esclavos será para sus hermanos
Bendito sea Yahveh, el
Dios de Sem,/ y sea Canaán esclavo suyo./ Dilate Dios a Jafet,/ y habite este
en las tiendas de Sem/ y sea Canaán esclavo suyo.
Así se las gastaba el que, según Yavéh, era el único
hombre merecedor de ser salvado de la destrucción. Difícil imaginar cómo serían
los demás
Y como de hombres justos se trata, hablemos de Lot.
De nuevo Yavéh, decepcionado con la conducta impía y
poco virtuosa de los humanos, decide arrasar las ciudades de Sodoma y Gomorra,
así como toda la región circundante. En conversación con Abraham se establece
una especie de negociación de mínimos. « Señor, ¿no perdonarás el
lugar por los cincuenta justos que puedan haber dentro?»- alegó Abraham en
defensa de la ciudad.
La cifra fue disminuyendo hasta que Yavéh aceptó la
salvación de uno sólo de los habitantes de Sodoma y éste era Lot. Para avisarle
de la innegociable destrucción de la ciudad le envió dos ángeles que debían
prevenirle de la inminente desgracia, así como de la prohibición de mirar atrás
en la huida. Ante la llegada de los forasteros se reunió una cierta cantidad de
gente- hombres- a su puerta con el propósito de abusar de ellos diciendo"¿Dónde están los hombres que entraron en tu
casa esta noche? Sácanoslos para que abusemos de ellos". Lot, consternado
ante la idea de ver violentados tan insignes huéspedes, se dirigió a la
multitud con la siguiente oferta"Mirad,
tengo dos hijas que no han conocido varón; os las sacaré fuera, y haced con
ellas como bien os parezca. Pero no hagáis nada a estos hombres puesto que se
cobijaron a la sombra de mi techo". Tras un forcejeo en el que los ángeles
hubieron de usar sus poderes y dejar ciegos a sus atacantes sodomitas se
produjo la salida de Lot de la ciudad.
El desenlace de la huida es bien conocido. Su mujer,
presa de una curiosidad insalvable, se
gira para ver la destrucción pese a las advertencias de no hacerlo y queda
convertida en estatua de sal .
Comoquiera que Lot se ve forzado a vivir en una
cueva del monte y sin esposa, sus dos hijas traman un plan para proporcionar a
éste descendencia de varón. Dijo la mayor a la menor:” Nuestro padre es ya viejo, y no queda en la tierra hombre que venga a
nosotras. ¡Ea! Embriaguémosle con vino, acostémonos con él y obtendremos
descendencia para nuestro padre”. Y así lo hicieron. Ambas. En dos noches
consecutivas yacieron con el padre sin que este advirtiera su presencia, ¿?, y
ambas dieron a luz a un hijo. La mayor alumbró a Moab, padre de los moabitas y
la menor a Ben- Amní, padre de los ammonitas.
Román Rubio
Enero 2015
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