jueves, 29 de enero de 2015

HISTORIAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO I

El Génesis es el primer libro de los 46  que componen el Antiguo Testamento. Trata de los orígenes del universo, la humanidad y el pueblo elegido. Junto con el Éxodo, el Levítico, Números y Deuteronomio forman el Pentateuco —Torá para los judíos—. Repasemos algunas de sus sabrosas anécdotas.


Adán y Eva, para empezar: la desobediencia de Eva, engañada por la serpiente que la invitó a comer del árbol prohibido e induciendo a Adán a hacer lo mismo, trajo represalias feroces para ambos: ella, la mujer, se vería condenada a parir con dolor y a estar siempre dominada por el varón, por y para siempre. Él, el hombre, a ganar su sustento con el sudor por los siglos de los siglos. Ambos, hombre y mujer, fueron condenados a la mortalidad. Exagerada represalia, sin duda, para tratarse de la expiación del trivial pecado de comer una manzana.


Pero, en esta historia había tres sujetos. Falta la serpiente; ¿qué le ocurre a la serpiente? Pues bien, no escapa a la ira divina. Dijo entonces Yavéh a la serpiente:
Por haber hecho esto/ maldita serás entre todas las bestias /y entre todos los animales del campo/ sobre tu vientre te arrastrarás/ y polvo comerás/ todos los días de tu vida. Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje y el suyo; éste te aplastará la cabeza,/ y tú le acecharás el talón.  
La cosa no iba de broma. El ofidio no salió bien librado del lance. El texto no aclara, sin embargo, qué clase de animal era   antes de ser condenada a arrastrarse; ¿tenía patas?; ¿andaba erguida?

Exactamente nueve generaciones después aparece Noé en escena. Tenemos por costumbre emplazar tres o cuatro generaciones por siglo, con lo que entre Adán y el episodio de la sierpe y Noé y su arca deberían haber trascurrido tres siglos, unos trescientos años. Bueno, eso es en el mundo conocido, no en el de las Escrituras. En éstas Noé es hijo de Lámek y nieto de Matusalén que, según el relato,“...tenía Matusalén ciento ochenta y siete años cuando engendró a Lámek. Y vivió, después de haber engendrado a Lámek, setecientos ochenta y dos años; y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Matusalén novecientos sesenta y nueve años. Y murió”.
No fue Matusalén, pese a su reputación de longevo, el único  en vivir una larga vida, no. Adán engendró a su primer hijo- Set- a la edad de ciento treinta años y vivió después ochocientos años, en los que engendró hijos e hijas. Y así, más o menos todos.

Pero volvamos a Noé. Como hombre justo y perfecto que era, fue el elegido por Yavéh para perpetuar la especie. Decepcionado el Todopoderoso del devenir de los humanos dijo: “Exterminaré de la haz de la tierra al hombre que he creado, desde el hombre hasta los animales domésticos, y hasta los reptiles y las aves del cielo, pues me pesa de haberlos hecho”. El hecho de que decidiese la exterminación y al mismo tiempo la perpetuación del mismo mundo preservando una pareja de cada especie es algo que puede parecer contradictorio, o al menos, alejado de la lógica convencional.


 Lo cierto es que Noé, que vivió  trescientos cincuenta años tras el diluvio tuvo tiempo de plantar una viña, elaborar vino, bebérselo y emborracharse. En su embriaguez se quedó en pelota dentro de su tienda cuando su segundo hijo, Cam, probablemente al sonido de unos cánticos raros, entró y se topó con la desnudez, de nada más ni nada menos, que su propio padre. Salió, lo comunicó a Sem y Jafet, sus hermanos, y éstos sí; entraron de espaldas para no ver el cuerpo desnudo del progenitor y colocaron sobre él una túnica con la que tapar sus intimidades. Como represalia a Cam, cabeza de la estirpe de Canaán, por haberle visto desnudo, el justo de Noé le dijo:
Maldito sea Canaán;/ esclavo de esclavos será para sus hermanos
Bendito sea Yahveh, el Dios de Sem,/ y sea Canaán esclavo suyo./ Dilate Dios a Jafet,/ y habite este en las tiendas de Sem/ y sea Canaán esclavo suyo.
Así se las gastaba el que, según Yavéh, era el único hombre merecedor de ser salvado de la destrucción. Difícil imaginar cómo serían los demás

 Y como de hombres justos se trata, hablemos de Lot.

 Salida de Sodoma

 Lot y sus hijas

De nuevo Yavéh, decepcionado con la conducta impía y poco virtuosa de los humanos, decide arrasar las ciudades de Sodoma y Gomorra, así como toda la región circundante. En conversación con Abraham se establece una especie de negociación de mínimos.           « Señor, ¿no perdonarás el lugar por los cincuenta justos que puedan haber dentro?»- alegó Abraham en defensa de la ciudad. 
La cifra fue disminuyendo hasta que Yavéh aceptó la salvación de uno sólo de los habitantes de Sodoma y éste era Lot. Para avisarle de la innegociable destrucción de la ciudad le envió dos ángeles que debían prevenirle de la inminente desgracia, así como de la prohibición de mirar atrás en la huida. Ante la llegada de los forasteros se reunió una cierta cantidad de gente- hombres- a su puerta con el propósito de abusar de ellos diciendo"¿Dónde están los hombres que entraron en tu casa esta noche? Sácanoslos para que abusemos de ellos". Lot, consternado ante la idea de ver violentados tan insignes huéspedes, se dirigió a la multitud con la siguiente oferta"Mirad, tengo dos hijas que no han conocido varón; os las sacaré fuera, y haced con ellas como bien os parezca. Pero no hagáis nada a estos hombres puesto que se cobijaron a la sombra de mi techo". Tras un forcejeo en el que los ángeles hubieron de usar sus poderes y dejar ciegos a sus atacantes sodomitas se produjo la salida de Lot de la ciudad.
El desenlace de la huida es bien conocido. Su mujer, presa de una curiosidad insalvable,  se gira para ver la destrucción pese a las advertencias de no hacerlo y queda convertida en estatua de sal .
Comoquiera que Lot se ve forzado a vivir en una cueva del monte y sin esposa, sus dos hijas traman un plan para proporcionar a éste descendencia de varón. Dijo la mayor a la menor:” Nuestro padre es ya viejo, y no queda en la tierra hombre que venga a nosotras. ¡Ea! Embriaguémosle con vino, acostémonos con él y obtendremos descendencia para nuestro padre”. Y así lo hicieron. Ambas. En dos noches consecutivas yacieron con el padre sin que este advirtiera su presencia, ¿?, y ambas dieron a luz a un hijo. La mayor alumbró a Moab, padre de los moabitas y la menor a Ben- Amní, padre de los ammonitas.

Román Rubio
Enero 2015




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