martes, 20 de enero de 2015

JOSEPH BAZALGETTE Y LA PUREZA DEL AIRE

JOSEPH BAZALGETTE Y LA PUREZA DEL AIRE











Joseph Bazalgette.

Joseph Bazalgette (1819-1891) fue el ingeniero que diseñó y construyó el sistema de alcantarillado de Londres. Con la introducción de los excusados en las casas de Londres y el aumento de la población, las autoridades ordenaron el taponamiento de los pozos ciegos y la conexión de las aguas sucias a los raquíticos conductos de alcantarillado de la época que vertían directamente al Támesis. Como consecuencia de la enorme contaminación del río se produjeron dos episodios graves de cólera en la ciudad: en 1848, con catorce mil víctimas y en 1853 con diez mil. El verano de 1858 fue, al parecer, particularmente caluroso y se produjo lo que se conoce como The Great Stink (el gran hedor). Tan fuerte era el hedor que se llegaron a perfumar y desinfectar las cortinas del Parlamento. Finalmente se consiguió aprobar una ley que daba luz verde a la construcción de un sistema de alcantarillado suficiente para canalizar y evacuar las aguas sucias de la ciudad, encargo que le fue hecho al ingeniero Bazalgette, inglés con apellido francés, nieto de hugonote galo afincado en Inglaterra.

La aprobación de la ley fue problemática y muy debatida, obviamente por el enorme coste del proyecto. Las implicaciones sanitarias consistían en evitar el cólera evitando el hedor del río, pues la opinión generalizada en la época era que la enfermedad era producida por el mal olor o miasma y no por el contacto e ingestión del agua contaminada como sostenía el epidemiólogo John Snow y después confirmó la microbiología.

Así pues, Bazalgette diseñó y construyó un sistema de 134 kms de alcantarillado principal, de ladrillo, y 1800 kms de túnel subsidiario de menor sección, así como  cuatro estaciones de bombeo que llevaban el agua sin depurar río abajo, fuera de la ciudad de Londres. Construyo los Enbankments, estrechando el río y haciendo la corriente más fluida aprovechando el espacio para instalar colectores, vías férreas y viales.  La obra fue inaugurada en 1865 por Eduardo, Príncipe de Gales, hijo y sucesor en el trono de la Reina Victoria. Las previsiones del ingeniero resultaron ser acertadas: tomó la cifra de población más densa, consideró el máximo de aguas residuales por persona y calculó el diámetro del tubo. Hecho esto, lo multiplicó por dos y le dio la dimensión final al túnel. Hoy todavía están en servicio.



Con la obra se consiguió atajar el problema del cólera que era endémico en Londres. Suprimiendo el miasma o hedor, causa falsa de la enfermedad, se solucionó el problema de la intrusión de las bacterias de las aguas sucias en el agua potable, que resultó ser la causa real de la transmisión. En las discusiones de la época, los progresistas defendían la intervención urbanística mientras los conservadores reaccionarios ¿cómo no? criticaban el dispendio.

El problema del cólera estaba solucionado pero no el de la contaminación. En el año 1957, el Támesis fue declarado río biológicamente muerto. Tras muchas discusiones y reticencias diversas leyes fueron redactadas para conseguir la limpieza del río. Hoy, medio siglo después, y tras duras regulaciones concernientes a los vertidos al río, el Támesis es un río limpio en el que viven ciento veinticinco especies de peces y cuatrocientas especies de invertebrados. El color marrón de sus aguas no se debe a suciedad sino al efecto de las mareas sobre el barro del fondo.

El debate en los años sesenta, de nuevo, fue entre una corriente progresista que apoyaba la fuerte regulación medioambiental contra una corriente reaccionaria que sostenía que esa regulación era contraproducente y acabaría con el sector industrial inglés y por tanto no debía hacerse.
Hoy el debate está, en mi opinión, en dos frentes: uno es el gran debate global del cambio climático que conlleva la reducción de las emisiones. Al igual que en siglos anteriores, la corriente reaccionaria alega que las regulaciones nos harían retroceder a la caverna acusando a los progresistas de involucionistas. Estos, en cambio, pronostican el Apocalipsis, de no tomarse medidas ya.

El otro frente es urbanístico y por tanto más local y se refiere al asunto de cambiar la idea de automoción por la más general de locomoción en las ciudades; y esto conlleva acciones de peatonalización, uso de la bicicleta, introducción masiva del coche eléctrico y restricciones severas al tráfico rodado. Y será. Como siempre habrá debate, parones, pasos atrás y otras vicisitudes, pero al final se hará; porque así ha sido siempre y así será.
     

                                   Román Rubio. Enero 2015










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