miércoles, 4 de febrero de 2015

TODOS A LA CÁRCEL


 En tiempos de descrédito, golpes de efecto. Acaba de producirse un acuerdo antiterrorista entre los dos grandes partidos: PP y PSOE (así solían llamarse hasta que apareció un tercer invitado), esta vez para “luchar” no contra ETA, el enemigo clásico, sino contra el yihadismo, el enemigo moderno. Al parecer, hoy en día, hasta los más recalcitrantes defensores de la autoría de ETA en el 11M parecen convencidos de su error o maledicencia, ¿o no?
Nunca he entendido porqué los autores de terribles atentados terroristas tienen que tener un trato penal diferente a otros que cometen crímenes horribles. No sería capaz de convencer a un padre de una niña que haya sido torturada, violada y asesinada  por uno o varios individuos de que el autor del horrible crimen que le atormenta deba tener un castigo menor que el terrorista que pega un tiro en la cabeza al concejal, diputado, guardia civil o profesor, la verdad. Traten de explicar al padre o madre de la niña que el otro, el de la pistola es más malvado y ha cometido un crimen más abominable y merece, por tanto, más castigo.
El aspecto más polémico del acuerdo ha sido el de la implementación de la proposición de ley, que modificará el Código Penal para hacer frente a las nuevas formas de terrorismo, o sea, el yihadismo. En concreto, la introducción en el Ordenamiento Penal de la prisión permanente revisable (cadena perpetua), con la pretensión de que este método coercitivo, entre otros, reducirá o neutralizará la comisión de delitos terroristas.
Ingenuos. ¿Alguien piensa que la perspectiva de endurecimiento de una pena puede persuadir a alguien que está dispuesto a dar la vida por un ideal? Ni siquiera creo que pueda persuadir a alguien que va a cometer un asesinato de cualquier tipo pues siempre cree que no le van a coger. No imagino al inminente asesino razonando del modo: “¡A ver…!, si mato a Fulano me caen treinta años, y si le mato después de aprobar la dichosa ley me meten cadena perpetua. Voy a cargármelo esta semana antes de que la saquen y así, con buena conducta, en veinte añitos, fuera” Y menos aún a quién está dispuesto a suicidarse por la causa.
Los autores del 11S tenían claro que morirían en los aviones. Era parte del plan. Quienes cometieron los horribles atentados de Madrid se volaron en un piso de Leganés con los explosivos que aún tenían antes que caer en las manos de una benigna justicia que no contemplaba la cadena perpetua. Los ejecutores de las explosiones de Londres del 2005 se inmolaron en el acto; en cuanto a los hermanos Kouachi, que perpetraron la matanza parisina de Charlie Hebdo también dieron su vida en la empresa. ¿Me quieren decir a quién de estos habrían disuadido con la nueva medida de cárcel de por vida? ¿O pretenden aplicar la prisión permanente (eso sí, revisable) a quien colabora en el atentado proporcionando tarjetas de móviles o haciendo otras tareas menores?


Es conocida la afición de los estamentos conservadores y de derechas en aumentar la dureza de las penas. Podría estar de acuerdo en esa línea en la medida en que  argumentaran las motivaciones de manera honesta: las penas duras sólo sirven al propósito de la venganza, lo cual puede ser tan válido como cualquier otro. “Si la has hecho, la pagas” Lo que no comparto de ningún modo es que atribuyan a la medida efectos de persuasión y prevención del delito. No señor, no tiene ese efecto en ningún caso (grave), pero menos aún en aquellos crímenes en que el autor está dispuesto a dar su vida.
España, tal y como oí decir al integrante de Jueces para la Democracia Joaquim Bosch en un programa televisivo ayer, con 0’6 homicidios por 100.000 habitantes, tiene el índice de criminalidad (con resultado de muerte) más bajo de la Europa de los 15, según fuentes del Ministerio del Interior y el índice de población reclusa más alto (166 reclusos por 100.000 habitantes) superando a Gran Bretaña (155) que había ostentado durante años el dudoso honor de liderar el ránking. Esto ocurre a pesar de que el índice de criminalidad (infracciones penales) es más del doble que el español. De hecho, una de las críticas al sistema penal español es el de haber convertido las cárceles en residencias de pobres y drogadictos. ¡Ah, y recientemente de patricios! Presidentes de bancos, de Diputaciones, ex ministros, etc. ¡Y los que vendrán! Como decía mi admirado Berlanga: ¡Todos a la cárcel!

Román Rubio
Febrero 2015

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