miércoles, 27 de mayo de 2015

SEMBLANZAS



MANUELA CARMENA .- Todo en esta mujer transmite sensatez, cordura, sabiduría, sentido común y buen juicio. A sus setenta y un años va camino de convertirse en alcaldesa de Madrid y si esto se produce - que será-, tiene muchas probabilidades de convertirse en un icono, en un(a) intocable, en una versión renovada y actualizada de Tierno Galván. La jueza reúne las condiciones para que esto sea así: es brillante, tenaz, llana, tiene experiencia y es persona conciliadora y de buen fondo. Y tiene determinación de treintañera e ideas claras, lo que marca una enorme diferencia con aquello anodino y mediocre que le precede en el cargo.

Intuyo que Manuela posee una condición que es tremendamente frustrante para sus rivales políticos, a quienes acaba exasperando. Se trata del hecho de que los ataques y descalificaciones no logran traspasar la pátina de honestidad que las envuelve y acaban volviéndose contra quien los lanza. Ya lo ha podido comprobar Esperanza Aguirre. En un debate televisivo, la marrullera condesa (consorte) sacó la navaja plateada del liguero y lanzó tres tarascadas con ánimo de hacer sangre: una, –zas- tu marido; dos, –zas- connivencia con ETA (a quién era socia del despacho de abogados de Atocha y por el hecho de defender  la reinserción); tres, –zas- Venezuela (sí, sí, otra vez Venezuela). El sentido común con el que la jueza Carmena respondió, apelando a la moderación y respeto a la verdad y a las personas, con que unas abuelas, profesionales y con experiencia, deberían conducirse, hizo sangre en la mano de la que sacó la navaja que pudo comprobar los nocivos efectos secundarios de su propia medicina.


No sólo a Tierno. Su figura me recuerda a la de otro varón, también inmune, gracias a su altura moral. Me refiero al Presidente de la República italiana Sandro Pertini (1896-1990). Al viejo socialista, querido y respetado por todos, el mundo le recuerda por la celebración  sin complejos de los goles de Italia en el palco del Bernabéu, junto al Rey Juan Carlos, en la final de la copa del mundo de España 1982. Claro que, el cargo de Pertini era solo representativo; de otro modo, ya le habrían salido de sus lujosos palacios sus Berlusconis con navaja plateada en la pantorrilla.

  


ADA COLAU.  “Este joven cree en lo que dice: va a llegar alto”. dijo Mirabeau de  Robespierre, cuando le escuchó hablar en el convento dominico de la Rue St. Honoré, en el que se reunían los jacobinos a preparar sus sesiones de la Asamblea, al otro lado del Sena.

Ada, como el célebre jacobino, es un fenómeno de la naturaleza. Dotada para la política hasta aburrir al manual de las condiciones del político, tiene la grandeza de los líderes. Se sale de los cánones que predican asesores y coaches, conocedora (o intuitivamente conocedora) de que no hay cánones, no hay ni colores de camisa para la tele ni peinado. Los verdaderos líderes (como ella o el Felipe de los ochenta) no siguen indicaciones. Si las siguieran perderían su atractivo y parecerían impostores, como los demás. Ellos son el canon por el que se seguirán los asesores del futuro, artísticos vendedores de humo y malísimos disfrazadores del genio.

Ada tiene un discurso brillante, sin fisuras ni titubeos. Sabe lo que quiere, cómo lo quiere y cuando la oyes explicar su proyecto eres consciente de que nadie la va a parar porque ella no improvisa, sabe lo que tiene que hacer, con plazos y detalles. Se ha asesorado.
Dotada para la acción, lejos de ser una intelectual, no deja de ser una mujer reflexiva y sus pasos están medidos y con fundamento. No anda por andar sino para llegar a sitios. Es ambiciosa (primera condición del líder), capaz, luchadora tenaz y brillante.

La Colau tiene pinta, como dice alguien que conozco, de “normal” (lo que quiera que esto signifique) y según algún otro/a, de maestra de infantil con pareja femenina, huerto orgánico y niño de país en conflicto adoptado, es decir: de persona de carne y hueso. Nada que ver con los seres de traje de chaqueta, cardado rubio y coche oficial al que nos tienen acostumbrados nuestras próceres. Como Robespierre, con su camiseta y rebequita de punto, en cuánto oyes su discurso, sabes que los hombres de traje azul, o gris, acostumbrados al confort de los despachos lujosos y el runrún del motor del Audi oficial, lo tienen crudo, como la tuvieron aquellos de l’ancien régime.

Y además, no hay ninguna posibilidad de que su singladura en el Ayuntamiento de Barcelona (esa ciudad, buque insignia de innovación, tan necesaria en el panorama español, y que Dios acabe conservando dentro) acabe en la época del Terror en que acabó el periodo jacobino.




MÓNICA OLTRA .- La gran ganadora de las últimas elecciones en Valencia es otra mujer. Por desgracia, no optaba a la alcaldía de la ciudad, lo que ha roto la estética de la armonía que habría supuesto el hecho de que tres mujeres singulares de izquierdas, obtuvieran los ayuntamientos de las tres primeras ciudades españolas; y es que Mónica se postulaba para la Generalitat. Aunque se ha tenido que conformar con ser la tercera fuerza más votada, el aumento de votos ha sido tan espectacular, que Oltra no abandona su idea de presidir la Autonomía valenciana que, estoy seguro, algún día conseguirá. Y es que Mónica Oltra es ambiciosa. No lo oculta, y además es joven, tiene determinación y, sobre todo, es valiente, muy valiente.


Esta mujer liviana y gafuda, con su aspecto frágil y poca cosa no se arruga. Ante nada ni nadie. Ya le puedes poner a legiones de Goliats, Cotinos, Camps y otros filisteos con poder (cuando lo tuvieron), que la pequeña Oltra se planta desafiante y osada a cantar las cuarenta al rosario de la aurora, si hace falta. Y además con criterio.

Su discurso, siendo bueno, no es quizás tan preciso y rotundo como el de Ada y su imagen no desprende esa serena cordura de Carmena, pero la valenciana tiene agallas, tiene ambición, tiene razones y ganas, muchas ganas. No hay quien la pare.
Suerte a las tres

Román Rubio
#roman_rubio
Mayo 2015 


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