LA CUTRERÍA
QUE VIENE
Yo soy de
quienes hicieron la mili. En mi época, los hombres que no éramos miopes,
bajitos hasta la exageración, hijos de viuda ni teníamos los pies planos
dábamos unos meses de nuestra vida al servicio de la patria. Por razones de
enchufe (supongo) me tocó hacerla en un sitio de privilegio, cercano al poder:
Capitanía General de Valencia –el mismo sitio, por cierto, que el ciudadano
Mariano Rajoy Brey-. Allí coincidí con dos capitanes generales (ambos
devendrían famosos por razonas muy distintas) que no nombraré. El edificio de
Capitanía de Valencia, que integra el precioso claustro gótico de Santo Domingo
alberga las viviendas del capitán general en ejercicio y del general de estado
mayor, ambas en la primera planta. En el zaguán de la entrada principal, en
dónde en aquel tiempo estaba instalado el cuarto de guardia, había un ascensor
que daba servicio a las viviendas. Pues bien: recuerdo perfectamente la imagen
de la señora del capitán general bajar en el ascensor (nunca la vi usar la
escalera) y esperar, con su abrigo de pieles, guantes de piel negros y ademán
impasible a que el sargento de guardia o el cabo abriera la puerta del
ascensor. Según me dijo el cabo de guardia (con el sargento no tenía trato), la
señora esperaba impasible a que se alguien le resolviera el irritante acto de
tener que abrir, ella misma, una puerta, cuando la patria –que tan agradecida
debería estar- puede poner a alguien que solvente tan engorroso asunto. Lo
absurdo de la situación no quita para que la mujer no fuera una buena persona,
que no lo sé. Probablemente iría a misa asiduamente y formaría parte de esas
cofradías o hermandades o congregaciones o lo que sea que recogen dinero para
los pobres y ancianitos desamparados. No lo pongo en duda.
Winston
Churchill, vencedor de la II Guerra, abandonó el hábito de fumar sus célebres
puros, pero le hacía a su secretario que guardara alguno en los bolsillos para
sus apariciones en público. Sir Winston era de la opinión de que “la gente”
quería ver en él al aristócrata bon vivant, rico y despreocupado. Le fue
bien la estrategia. Hasta cierto punto. En 1945 fue derrotado por el laborista
Clement Atlee y se creó el estado de bienestar, con su Servicio Nacional de
Salud (NHS), que fuera faro y guía para todos los servicios de salud europeos.
La semana
pasada entré en el edificio principal del Ayuntamiento de Valencia. En la parte
de la plaza hay una puerta cerrada y custodiada por un Policía Municipal que
antes estaba siempre de par en par. Por ella entran y salen los coches
oficiales y hay instalado un ascensor que usa la alcaldesa para subir
directamente a su despacho y (imagino) para proporcionar confidencialidad a las
visitas. Lo que me llamó la atención, y así se lo comenté a mi acompañante, es
que los coches oficiales “cabían” sin agobios en el modesto espacio interior asignado.
Inaudito. Recuerdo, no hace tanto tiempo, la exhibición sin pudor alguno de legiones
de coches azul marino a las puertas del Ayuntamiento o junto al Palau de la
Generalitat, con sus alegres chóferes de traje azul, fumando, esperando órdenes
a la salida de la legión de jefecillos que miraban al ciudadano transeúnte con
la misma expresión altiva y turbada que la señora del capitán general.
Las cosas
están cambiando. Ellos se dan cuenta, y de ahí su reluctancia y pudor a la hora
de exhibir su natural prepotencia y sentido de superioridad. Una cosa me llamó la atención en el periodo previo a las
elecciones. Recibí en casa propaganda electoral -con las listas y sus
correspondientes sobres- de tres partidos. Uno de Compromís, con la imagen de
Mónica Oltra bien visible en el exterior del sobre, orgullosa, poniéndose en
valor, haciendo publicidad del nombre del partido y de su líder. Otro del PSOE:
este indicaba claramente sus siglas en el sobre, pero ya no incluía foto del
líder en el exterior. Y un tercero,
señalando que se trataba de propaganda electoral, pero sin ningún
distintivo que permitiera identificar el partido en el sobre. Este, por
supuesto era del PP. Desde el momento en que vi que renunciaban a identificarse
me di cuenta de que estaban aceptando la más humillante de las derrotas. El aspirante exhibía el orgullo de ser él (ella) en tanto que el campeón escondía su
identidad.
En un Colegio
Público de Valencia, en funciones de Colegio Electoral, el comisionado del PP
mandó al policía de servicio quitar una camiseta, colgada junto a conserjería
(fuera del recinto en que se celebraba la votación), en la que se podía leer el
letrero: ”per una escola pública de
qualitat”, sin distintivo de partido, organización sindical u otro tipo de
siglas. Sé que el asunto es discutible. Si bien es cierto que el mensaje es
neutro y apolítico, el contexto en el que se produjeron las protestas en
defensa de la escuela pública se significaban en contra del partido del poder.
También se podría alegar que en otro Colegios Electorales (Colegios Religiosos
concertados) hay signos católicos como crucifijos, imágenes de santos… que
podrían interpretarse como un apoyo a un sistema con religión, que marca la
política educativa del mismo... El asunto es controvertido y la discusión sería
inacabable. Lo que quiero señalar es la actitud. El apoderado del PP “mandó”
quitar la camiseta al policía nacional, cosa que no consiguió tras la
intervención de la directora del colegio y deliberación de los presidentes de
las mesas.
¿Imaginan, por
el contrario, que el apoderado de Compromís “ordenara” al policía el
levantamiento de tal o cual signo externo en cualquier Colegio Electoral? A eso
me refiero.
“Lo que no
quiero son las cutrerías que defienden otros” Pues bien señora (todavía)
alcaldesa. Esos de las cutrerías, que vienen al ayuntamiento en bicicleta, le
han arrebatado la vara de mando, lo cual nos satisface a muchos enormemente. El
hecho de que “los cutres”, los que son como nosotros, gobiernen, supone que las
cosas están cambiando. Que España está superando, al fin, la vetusta arrogancia
de quienes son como usted y que hasta usted se avergüenza y empieza a renunciar
a ella. ¡Sea bienvenida al mundo de los cutres!
Y sea bienvenido
el cambio.
Román Rubio
#roman_rubio
Mayo 2015
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