viernes, 22 de mayo de 2015

IZQUIERDA Y DERECHA

IZQUIERDA Y DERECHA



Muchos se empeñan en enterrar la dialéctica izquierda-derecha por obsoleta. El declive (casi desaparición) de los partidos comunistas en el entorno del mundo “occidental”, estigmatizados por la ineficacia de sus experimentos que suponían la abolición de la propiedad privada como premisa innegociable, ha provocado, especialmente entre la derecha (pero no sólo) la revocación de la diferencia a la que se considera pasada de moda y fuera de lugar. Así pues, expresiones como clases sociales han desaparecido del vocabulario, no sólo político, sino social. Queda demodé decir que los tipos que se toman el gin-tonic en la terraza del club de golf a la caída de la tarde, tras la partida, y los que se echan el cigarro tras la petanca en el barrio de mi mecánico pertenecen a clase social distinta. Con lo práctico que era.

Hay, sin embargo motivos más que suficientes para mantener la práctica distinción izquierda-derecha, ya no (o no sólo) a nivel de partidos políticos –que es lo que menos me interesa- sino en términos sociológicos. La derecha, en términos generales, está feliz con la idea de matar los términos, ya que siempre ha tenido cierto complejo de inferioridad moral con respecto a las posturas llamadas de izquierdas, quizás por la relación que unos y otros tienen con el dinero: pudorosa la izquierda, que no deja de ver algo pecaminoso en la pasta, y sin complejos la derecha.

Es cierto que frente a la solidaridad izquierdista la derecha  ha contrapuesto tradicionalmente la caridad, la libertad de amasar fortuna ante la igualdad de oportunidades y la eficacia y la libertad ante la equidad y la igualdad. La idea del comercio justo (más implantado en la izquierda) deviene en adoración al libre comercio, cantinela de los neoliberales y el multiculturalismo y mezcolanza étnica son vistos en las filas de la derecha como una agresión a la nación, entorno compacto y uniforme, garante de la estabilidad y centinela de la tradición. Esta característica, de culto a la nación y sus símbolos, es quizá lo que, en el consenso general, acerca a la derecha al fascismo del mismo modo que la nación multiétnica acerca a la izquierda al tradicional comunismo internacionalista.

Si la diplomacia y la pacificación es bandera de la izquierda -lo que les convierte en “doves” (palomas)-, la derecha  no tiene remilgos en aplicar la agresión militar, como los “hawks” (halcones) Bush y Aznar demostraron sin pudor alguno (siempre nos hemos preguntado algunos qué hacía Blair allí o si era realmente un hombre de izquierdas). Quién sí que lo era –supongo que lo seguirá siendo- fue Zapatero, de desastrosa gestión, que la derecha atribuyó gustosamente a su condición de “buenista” y hombre de izquierdas.

La derecha se inclina más a adoptar la religión como faro de su moral, tendiendo la izquierda a regirse por códigos éticos laicos y humanistas, al tiempo que son estos últimos más abiertos  al cambio y la innovación, lo que les convierte en “progresistas” y hace a muchos de ellos trabajadores voluntarios en ONG’s (médicos, bomberos, libreros, boticarios, tapiceros… sin fronteras).  La derecha, por su parte, aboga por la tradición, nutriendo las filas de las innumerables agrupaciones de clavariesas, comisiones de santos patronos, fallas, hermandades (del Rocío, de Jesús Despojado…) y cofradías (Sacramentales, de Penitencia y de Gloria).

El delincuente y el indigente, de manera esquemática, son vistos entre las personas de izquierdas como víctimas sociales y económicas de su entorno. Para la derecha, el delincuente y el sintecho han elegido serlo, echando a perder las oportunidades que la vida les ha ofrecido, con lo que la manera de atajar el problema de la delincuencia es también bipolar. Lo que para unos es un asunto, exclusivamente, de mano dura, para los otros es un asunto de acción social en origen. Por este motivo, los departamentos de ayuda y servicios sociales se suelen nutrir de personas con ideología mayoritariamente izquierdista y la policía, el ejército y fuerzas de seguridad del estado y privadas –
fuerzas coercitivas y represivas- de gentes principalmente de derechas.
El orden social es algo deseable para todos, pero hay diferencia en cuanto a los medios para conseguirlo. Unos verán la solución en la consecución de una sociedad igualitaria, justa y otros verán la solución en el ejercicio de la autoridad. 

Por este motivo (y perdonen por las generalizaciones, que nunca son exactas), la judicatura, como estamento de coerción y castigo es una profesión más favorecida por personas del ámbito ideológico de la derecha. Otras profesiones que exigen juicio menos dogmático  como el periodismo –que se lo pregunten a Jiménez Losantos y a P.J. Ramírez- son, por su naturaleza, más propias de la izquierda, como lo es la función pública, sobre todo en campos sociales tales como la enseñanza y la sanidad públicas.

Si el mundo financiero está formado de manera abrumadoramente mayoritaria por personas del espectro ideológico de derechas, el espectáculo sería su contrapeso en el panorama mundial. El peso de Hollywood en el Partido Demócrata americano es decisivo, como lo es la BBC en el espacio británico, aunque mantenga un delicado equilibrio en sus informativos. Las políticas progresistas norteamericanas tienen en actores, productores, directores y demás integrantes del showbusiness un continuo y decidido apoyo. Los ejemplos de Ronald Reagan y Charlton Heston –quizás también Clint Eastwood y Arnold Schwarzenegger (éste, casado con una Kennedy)- son las notas discordantes en un panorama quasi unicolor, del mismo modo que ocurre en el resto de países de nuestro entorno. En el nuestro, de manera tan significativa y virulenta (típicamente española) que el gobierno de derechas, en una decisión sin parangón ni precedentes, decidió en su día hundir al sector enemigo imponiéndole el IVA máximo, convirtiéndose en el único país que, desde el gobierno, combate su propia cultura.

La conservación de la naturaleza ha sido, y es, una iniciativa favorecida por ambos lados del espectro. La derecha, sin embargo, condiciona el apoyo en la medida en que no interfiera con el desarrollo económico y suponga un freno para el mismo. Es, en términos generales la izquierda la que hace prevalecer el criterio ecológico. Donde se muestra la diferencia izquierda-derecha con mayor intensidad es en asuntos sociales como los derechos de los gays, el derecho al aborto y postura ante la eutanasia, casos estos en que la izquierda aboga por una gran dosis de libertad individual, en tanto que la derecha los hace pasar por el tamiz de la religión, de la misma manera que exige al sistema educativo (y en este asunto nos diferenciamos de los países de nuestro entorno) introducir la religión como asignatura.
Estos, junto con algún otro que habré olvidado, son los parámetros que nos posicionan en uno u otro de los rebaños del espectro ideológico que se reproduce con pequeñas diferencias en todos los países del entorno que llamamos occidental y que, con mayor o menor acierto, intentan ocupar los distintos partidos, que no tienen –necesariamente- que ser dos, pues, como sabemos, la tonalidad de grises tiene 50 sombras, o más.


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