lunes, 1 de junio de 2015

ALLONS ENFANTS!

ALLONS, ENFANTS DE LA PATRIE!













Nunca me han gustado los himnos, y como ya he dicho en alguna ocasión en este blog, tampoco he sido amigo de las banderas. No recuerdo haberme jamás parapetado a la sombra de ninguna ni haberla tomado por adorno. Tampoco recuerdo haber entonado un himno. Bueno, en realidad esto no es del todo cierto. Durante la mili, como “casi” todos los de mi generación besé la rojigualda y los sábados a mediodía, previo al permiso de fin de semana, se nos hacía formar en el precioso claustro de Santo Domingo, en Valencia y se nos obligaba a cantar el himno de Infantería, que, en su primera estrofa dice así: Ardor guerrero vibre en nuestras voces/ y de amor patrio henchido el corazón/ entonemos el Himno Sacrosanto/ del Deber, de la Patria y del Honor/ ¡Honor! Yo, espantado por la huera prosa, sintiendo vergüenza ajena por tan afectado engendro, intentaba mantenerme callado y mover sólo la boca, pero la vigilancia del capitán, que nos exigía celo y ardor guerrero, me (nos) obligaba a gritar a los cuatro vientos tan insulso mensaje. ¡Bienaventurado aquel que nunca se vea obligado a cantar un himno ni a aplaudir un discurso!



Probablemente estaré equivocado, como en tantas otras cosas, pero soy de los que piensan que cantar un himno con la mano en el pecho y ojos llenos de lágrimas es propio de mediocres, de gente que se deja impregnar por un sentimentalismo patético, que trata de suplir su propia ausencia de logros con los logros de la tribu, su mermado valor moral con las fortalezas de sus vecinos, que justifica su propia poca valía y abotargamiento moral con la, a menudo falseada, gloriosa historia de la nación, sus carencias con las virtudes de sus compatriotas que hace suyas y que le permiten seguir siendo un ser modestamente irrelevante, cosa que está muy bien -no todos tenemos que ser Superman-si no sirviera para ponerse como pavos reales mentando las hazañas de los demás. ¿Que soy incapaz de ligar dos frases seguidas con un lápiz? ¡Bueno, ahí están Cervantes y Quevedo!. ¿Que soy un ser tripudo y de sofá, (un couch potato, como dicen acertadamente los anglos) incapaz de subir dos escalones sin usar un ascensor? ¡Bueno: la tribu tiene a Rafa Nadal y a Iniesta para defender la energía y vigor de los demás!; el primero es del Madrid y el segundo, aunque juega en el Barça, es de Fuentealbilla: pura cepa. Bien es cierto que Shakespeare y Federer son también tipos exitosos y fuera de lo común, pero pertenecen a otros clanes. Habrá que abuchearles.

El “patriota” de la mano en el pecho e himno en astillero, lentejas los lunes, sobre bajo mesa, banderita en muñeca, partido los domingos y encomienda a la Virgen de los Patrimonios las fiestas de guardar es tan amante y celoso de su himno como maleducado e irrespetuoso con los de los demás, que pita y abuchea sin importarle (por desconocimiento, ignorancia, desidia o simplemente estupidez) a quién representa ni qué significa. Cualquier tribu que se enfrente a la mía es mi enemiga, no importa que sea en un bello, festivo e incruento lance deportivo.

Hace años fui en Mestalla a ver un partido de fútbol que enfrentaba a la selección española contra Francia, aquel estupendo equipo campeón de Europa liderado por Zidane. Pues bien, en el acto protocolario inicial La Marsellesa fue acompañada por una sonora pitada. Es por Francia, pensé yo. Está provocado, quizás, por esa actitud paternalista, chovinista de los franceses que siempre nos han mirado por encima del hombro, como se mira a ese asilvestrado vecino, un poco brusco, rudo y maleducado… Error. Lo mismo que con Francia, mis queridos compatriotas se despachaban con pitos y abucheos ante cualquier visitante que osara pisar nuestra tierra con el propósito, los muy bellacos, de querer disputarnos el honor de la victoria. Da igual que se tratara del Flower of Scotland, el God Save the Queen, o el Deustchland, Deustchland. Todos son dignos del más profundo desprecio por parte del patriota. Hay que odiar lo que otros memos como yo, aman.


El pasado 28 de marzo otros fervorosos patriotas, los de la senyera estelada y sin estelar, junto con los de la ikurriña, protagonizaron en el Camp Nou el bochornoso espectáculo de desprecio al himno de España. Estoy de acuerdo en que éste no es un himno hermoso. Por no tener, no tiene ni letra. Quien lo quiera acompañar no puede hacerlo si no es con un absurdo chan-cha, chancha, chachancha-chancha-chancha. Además tiene las connotaciones históricas que tiene y que ya sería hora que empezáramos a olvidar en aras a la convivencia. Sospecho que lo quieren sustituir por otro (otros) de índole más local, que, éste sí, será merecedor de respeto, mano al corazón, lagrimita y cara de cordero degollado. Correcto. Lamento, sin embargo que, cuando lo consigan, si lo consiguen, seguirán los patriotas  mostrando su mala educación cuando toque escuchar el del rival. Como siempre.

Las autoridades, por su parte, haciendo gala de su proverbial miopía, quieren sancionar de algún modo la monumental pitada. Bien. Cuando lo hagan pueden empezar a poner puertas al campo, meter el mar en un hoyo usando una concha y descifrar el sexo de los ángeles. Mientras consiguen tan nobles propósitos, podrían poner unos compases del himno de cada equipo y arrimar el hombro para tratar de encontrar una solución política a la fractura. Que fuera satisfactoria para todos. Por ejemplo.

Román Rubio
#roman_rubio
Junio 2015

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