PÁJAROS DE
OTOÑO, GORDOS COMO TORDOS
Venía en el
periódico del martes pasado. “Iberia contrata sus primeros pilotos en 11 años”
La empresa lanzará en julio la convocatoria para la contratación de 200
pilotos, lo que hace por primera vez tras 11 años de congelación o reducción de
plantilla. Buena noticia. Ahora bien, ¿cuáles son las condiciones salariales?
Los nuevos pilotos cobrarán entre 35.000 y 40.000 euros de entrada (precio de
mercado, según fuentes de la Dirección de la Empresa) y actuarán sustituyendo a
compañeros que cobraban de 120.000 a 130.000 euros y que pasan a ser
comandantes con un sueldo de entre 150.000 y 160.000. No había mención en el
artículo del sueldo de los antiguos comandantes que pasan a la jubilación pero
pueden imaginarlo. Una pasta. ¿Ven lo que quiero decir? Los nuevos pilotos de
Iberia -según precio de mercado- cobran un 66% menos que los anteriores por
exactamente el mismo trabajo y no se sabe cuánto menos que las vacas sagradas,
cuyo salario desconozco, así como la indemnización o “bufanda” con que habrán
adornado su salida voluntaria. Y tan contentos. Se consideran –y con razón- la crême de los nuevos trabajadores.
Hay una
fractura clara en el mundo laboral español y en la distribución de los recursos
entre las gentes que los españoles no quieren ver, prefieren echarse tierra a
los ojos y autoengañarse por cobardía para afrontar la realidad. Es cierto que
el empleo está creciendo en nuestro país, pero las condiciones son tan
desventajosas en comparación con lo que había hace años que la cosa clama al
cielo. No hay grandes diferencias en el empleo de baja cualificación como el
comercio o la hostelería. Un camarero o una dependienta vienen a ganar lo mismo
que siempre. Ahora bien: ingenieros,
arquitectos informáticos, físicos, biólogos, farmacéuticos y economistas son
contratados por las empresas por sueldos de 900 euros, cuando cobran, con
perspectivas de cobrar 1.100 al cabo de tres años si prueban su competencia.
Estos jóvenes en general, no sólo hacen mejor el trabajo del prejubilado
anterior en la empresa sino que, por su conocimiento de idiomas y familiaridad
con el entorno digital solventa asuntos que antes la empresa subcontrataba.
Negocio redondo. O ruinoso más bien, ya que la empresa, a menudo, debe
complementar el sueldo del inane y rollizo maduro empleado para librarse de él sustrayendo
unos recursos que serían preciosos para incentivar al productivo joven. El
jubilado –o prejubilado-, del que en ocasiones se ha prescindido por franca
incompetencia y negativa a adaptarse a las nuevas formas de trabajo, cobra unas
compensaciones para complementar su subsidio de paro por parte de la empresa
que producen sonrojo y son un desafío al estatus del joven escuálidamente
remunerado en la época en éste que más lo necesita, en el momento de independizarse
y quizás pensar en crear una familia y/o tener descendencia, lo que
garantizaría la viabilidad del sistema. Por no mencionar las compensaciones
ofrecidas por la banca y las grandes compañías a los altos ejecutivos, lo que
ya no es un caso de insolidaridad social, dados los salarios por los que estas
mismas empresas contratan a los nuevos esclavos, sino de franca bellaquería,
lesionando los más rudimentarios principios de la equidad social.
Entretanto, al
prejubilado, que a veces no llega a los sesenta, se le ve rollizo y bronceado,
autocomplaciente, feliz, dando sanos paseos, quizás pensando en reservar el
crucero del próximo septiembre (que hay menos demanda), montando en bici, yendo
y viniendo al gimnasio y bebiendo ricas y heladas cervezas al socaire del sombrajo
del chiringuito playero o de la buganvilla de la piscina municipal de su pueblo
de veraneo.
La derecha no
parece tener opinión al respecto. Nunca se ha caracterizado por sus principios
solidarios. En asuntos de dinero… “gent de Massamagrell, cada u pa d’ell”, que
dicen los valencianos. Los sindicatos, entretanto, centinelas fieles del
cuidado de los Sagrados Privilegios Adquiridos, al igual que una gran parte de
la izquierda, en traición flagrante a la equidad social y el interés común,
apoyan el mantenimiento, o mejora, del statu
quo para el trabajador mayor y denuncian la precariedad y condiciones del
nuevo trabajo. Correcto; si no fuera porque en el fondo saben que no hay para
todos, que el país ha vivido por encima de sus posibilidades, que ha vivido
durante años del dinero prestado del exterior y que ahora toca devolverlo, lo
que implica que habríamos de rebajar (muchos) las expectativas de remuneración
para mejorar las de otros –en concreto las de los jóvenes profesionales fuera
del servicio público-, que ahora no se puede devaluar la peseta para mantener
un nivel de vida ficticio, que toca igualar los salarios –los públicos y los
del mercado- tal y como han indicado todas las autoridades monetarias
internacionales, subiendo unos pero también bajando otros, como parece haber
entendido de manera radical, tal como es ella, la nueva alcaldable de Barcelona
y que mantener lustrosos a los numerosos tordos con
las aportaciones de los menguados colibrís es injusto, es desleal y además, un
suicidio colectivo.
¡Ah, me
olvidaba! Y que nuestros dirigentes no derrochen, no roben y vigilen para que
los demás –los poderosos- tampoco lo hagan. Ni evadan.
Román Rubio
#roman_rubio
Junio 2015
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