sábado, 26 de septiembre de 2015

PATRIOTAS

PATRIOTAS

Hanna Arendt (1906-1975) fue una filósofa alemana de origen judío, nacionalizada norteamericana en 1951 tras experimentar durante un tiempo el estado de apátrida. Famosa por su obra Los orígenes del totalitarismo fue comisionada por la revista The New Yorker en 1961 a cubrir el juicio que se estaba celebrando en Israel del  nazi Adolf Eichmann. La escritora publicó sus artículos que luego reunió en una obra que llamó Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, en la que presentaba al nazi como un individuo corriente, celoso del sentido del deber, el orden y la disciplina y no como a la esencia y personificación de la maldad como pretendían los círculos judíos que la presionaron y atacaron por ello. Cuando se le conminó a cambiar el sentido de sus artículos en base al amor a su pueblo, el pueblo judío, la filósofa contestó: “Nunca en mi vida he amado a ningún pueblo ni colectivo, ni al pueblo judío, ni al alemán, ni al norteamericano, ni a la clase obrera, ni a nada semejante. Solo amo a mis amigos y el único género de amor que conozco y en el que creo es el amor a las personas”.

Vivimos uno de esos momentos en que hay que mostrar impúdicamente el amor a la patria de cada cual. Hay que afiliarse y hay que exhibir el grado de  afiliación de cada uno. Hay que expresar el amor o desamor a España, a Cataluña, a Cartagena o a la Comunidad Europea. “¿Te sientes español?” “¿Cuánto?” “¿Mucho o poco?” “¿Más o menos que catalán o andaluz o vasco?”. Es importante que te pronuncies y es importante que cuantifiques la intensidad de tu filiación. No sólo es importante saber si te sientes español, catalán o vasco sino cuánto te sientes. Aquí caben todas las gamas posibles. Hay quien se siente muy catalán, quien se siente muy español, quien se siente muy de las dos partes y también los hay quien, como yo, se sienten muy poco de nada. Por no sentir no sentimos ni los colores. En un partido de fútbol nos alineamos con Corea del Norte, no porque queramos  gozar de  una paranoica y criminal dictadura, que con nuestro Franquito tuvimos bastante, sino por el hecho de que los jugadores no tienen tatuajes por todo el cuerpo, claramente no tienen peluquero-estilista personal y son tan humildes que se dirigen al árbitro –si es que lo hacen- con educación y humildad  y piden disculpas al contrario cuando hacen una falta. ¡Corea campeón!

Para mostrar el patriotismo, RTVE invita a sus trabajadores a “renovar” el juramento a la bandera. ¡Venga ya!; con el bochorno con que algunos vivimos el trámite obligatorio del sometimiento a la bandera, poniendo cara de patriota emocionado ante la atenta mirada del coronel, ahora que disfrutamos de una sociedad civil en que uno puede ser o no un patriota sin tener que dar cuentas a nadie, RTVE nos invita (invita a sus empleados) a pasar otra vez el bochorno. ¿Qué no quieres lentejas? Toma dos platos.

Y si de invitaciones se trata, tenemos otra interesante cita. El arzobispo de Valencia, utielano de origen (o de la comarca) nos cita a una vigilia de recogimiento y oración “por la unidad de España”. A ver si lo he entendido bien: Dios, que es omnipotente, omnisciente, infinitamente misericordioso y todo lo ve, está preocupado porque España permanezca unida. Nosotros, los valencianos vamos a rezar para pedirle a Dios que España siga siendo una, indivisible e indivisa. No conozco a Dios. Nunca le he visto, pero por lo que de él me han contado parece andar más preocupado por cosas como que el cadáver de Aylan Kurdi, de tres años de edad flote inerte en una playa de Turquía, o que los lesionados de la Talodomida, con sus extremidades deformes no sean indemnizados  por haber presentado la reclamación “fuera de plazo”; ¡ojalá que sus malformaciones tuvieran el mismo plazo y no les acompañaran hasta el final de sus días! Ni que en su diócesis, los visionarios dirigentes celosos de la unidad de España (a quienes el prelado apoyaba sin pudor alguno) compraran años atrás unas Harley para acompañar al Papa en su visita a la ciudad, detrayendo el dinero de otras necesidades básicas. No señor, al dios del utielano le preocupan las banderitas; le interesan asuntos como el de que España sea un país o siete (pero no la Unión Soviética, que está mejor desmembrada) y que la liga la gane el Barça, el Madrid o el Celta, cuyos aficionados parece ser quienes rezan con más fervor este año al dios de Utiel.




Fernando Trueba, en esta especie de espiral impúdica de patriotismo decidió publicitar su no españolismo declarando que no se había sentido español ni cinco minutos, que lo que le hacía sentir algo era la raza humana y confesando medio en broma medio en serio que la Guerra de la Independencia la debía haber ganado Francia (lo que quizás habría sido bueno, a la larga). Ni que decir tiene que tan sinceras opiniones levantaron un enorme griterío de patriotas agraviados, molestos porque alguien de su tribu se atreviera a confesar semejante blasfemia y lamentándose de que tan execrable patriota (al fin y al cabo, lo único que ha hecho por la patria ha sido ganar un óscar a la mejor película de habla no inglesa, cosa que está al alcance de cualquiera) pudiera haberse alguna vez beneficiado de algún tipo de ayuda estatal. Los mismos que no ven mal que el patriota Tejero (que en nombre de la Patria secuestró a gobierno y parlamento) cobre su pensión del fondo común.

En una ocasión leí una definición de nacionalismo de Vargas Llosa que anoté y hago mía: “El nacionalismo es la cultura de los incultos, una entelequia ideológica construida de manera tan obtusa y primaria como el racismo, que hace de la pertenencia a una abstracción colectivista –la nación- el valor supremo y la credencial privilegiada de un individuo.” Totalmente de acuerdo señor Vargas Llosa. Lo que nunca he llegado a entender es la distinción que usted hace y que está extendida por todas partes entre nacionalismo y patriotismo; para mí, la misma cara de la misma moneda.

Roman Rubio
@roman_rubio
Septiembre 2015 

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