BUSQUEN AL SASTRE
Dios, me
encantan los espías. Hace no mucho que escribí en este mismo blog un artículo
exponiendo la monumental paradoja evidenciada por Snowden de que los espías…
espían. Pero pobre de aquel al que cogen con las manos en la masa. No hay
perdón para quienes desvelan las artimañas de los países con el propósito de
hacerse con los sucios secretillos. El gran Philby fue acogido por la Unión
Soviética en donde vivió infeliz sus últimos años leyendo cada día las páginas
de cricket y los ecos de sociedad del Times, Snowden ha sido acogido por la
gran Rusia en dónde vive en un lugar indeterminado mirando a su espalda cada
dos por tres, consciente de que su vida vale lo que una acción de un banco
griego. En cuanto a Julian Assange, vive (más bien habita) años y años en la
Embajada de Ecuador en Londres de la que no puede salir, so pena de ver cómo le
cae encima la ira del dios de los justicieros encapuchados. Es lo que tiene
irritar a Goliat: hay que lidiar con las consecuencias.
La última ha sido
la de los Papeles de Panamá (Panamaleaks), asunto en el que se han desvelado
los entresijos de los negocios del despacho Mossak Fonseca del país del Canal,
una de las cinco firmas más importantes del mundo en lo que se refiere a la
constitución de sociedades offshore
por todo el globo. Por conductos que ignoro (yo y 7.000 millones de personas
más, incluyendo al Gran Wyoming y a Sandra Sabatés), llegó un día al periódico
alemán Südenstsche Zeitung la friolera de 11.5 millones de documentos, que constituyen
la práctica totalidad de la actividad del despacho desde 1977. Para
desenmarañar, parcialmente, el enorme volumen de información, el diario alemán
reclamó la colaboración del Consorcio Internacional de Periodistas de
Investigación (ICI) y 370 periodistas de
76 países se dispusieron a bucear en el mar de datos con resultados sabrosos de
verdad.
De momento
sabemos que Vladimir Putin (por medio de
hombres paja), el argentino Mauricio Macri, el ucraniano Petró Poroshenko,
Salman bin Abdulariz (Rey de Arabia), Ian Cameron (padre de David, el que vive
debajo de Trafalgar Square, a la derecha), David Gunnlaughsson (del que nadie
había oído hablar hasta que ha tenido que dimitir) y otro peces gordos del
panorama mundial (incluyendo grandes del Partido Comunista chino) han
administrado, poseído o estado relacionados con este asunto de las sociedades
offshore ubicadas en sitios que alguien definió como “lugares soleados para gente sombría”.
No sé a
ustedes, pero a mí no me haría ninguna gracia tener como enemigos a Putin, al
Partido Comunista chino y a los culés que se quejan amargamente de que fuerzas
imperialistas quieren mancillar el honor de Leo Messi. Iría por la calle, si es
que me daban opción a pisarla, asustado de mi propia sombra (sí, sí. También
por los culés).
Nosotros hemos
anotado con gran regocijo nuestros nombrecitos: patriotas todos ellos que afirman
no haber hecho nada ilegal. No lo sé. Tampoco creo que Hacienda vaya a hacer
grandes esfuerzos por destapar estos secretillos inofensivos que son como la
cuenta sin IVA del carpintero, ya me entienden. ¿Cómo iban la Infanta Pilar de
Borbón, los hermanos Almodóvar y Alex Crivillé a intentar ocultar algo que
pudiera perjudicar a la Hacienda española, tan grandes patriotas como son?
Porque de Oleguer Pujol, ese demonio antiespañol, esperábamos cualquier cosa;
en cuánto a Messi, bueno, son mercenarios y ya se sabe lo que pasa con ellos: muchos besos al
escudo de la camiseta y después, la pasta, adonde más rente.
Siempre me han
gustado las novelas de espías; sobre todo (o más bien, casi exclusivamente) las
británicas y especialmente las de Graham Green y John Le Carré. No he leído,
sin embargo, "El sastre de Panamá", escrita por este último a pesar de ser, junto
a “El espía perfecto” la novela que se según la propia confesión del autor,
éste se llevaría a la tumba. He visto algún trozo de la película basada en el
libro protagonizada por un inverosímil Pierce Brosnan haciendo de Agente
Secreto de Su Majestad y un más acertado Geoffrey Rush haciendo de sastre. La
sastrería del inglés es como la peluquería de mi pueblo, el lugar en dónde se
generan y difunden los rumores y se confiesan los poderosos. El sastre no
guarda documentos y no sé si facturas pero conoce los vericuetos de los
poderosos. Busquen al sastre. Y recen
por él; lo necesitará.
Román Rubio
Abril 2016
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