miércoles, 6 de abril de 2016

BUSQUEN AL SASTRE

BUSQUEN AL SASTRE


Dios, me encantan los espías. Hace no mucho que escribí en este mismo blog un artículo exponiendo la monumental paradoja evidenciada por Snowden de que los espías… espían. Pero pobre de aquel al que cogen con las manos en la masa. No hay perdón para quienes desvelan las artimañas de los países con el propósito de hacerse con los sucios secretillos. El gran Philby fue acogido por la Unión Soviética en donde vivió infeliz sus últimos años leyendo cada día las páginas de cricket y los ecos de sociedad del Times, Snowden ha sido acogido por la gran Rusia en dónde vive en un lugar indeterminado mirando a su espalda cada dos por tres, consciente de que su vida vale lo que una acción de un banco griego. En cuanto a Julian Assange, vive (más bien habita) años y años en la Embajada de Ecuador en Londres de la que no puede salir, so pena de ver cómo le cae encima la ira del dios de los justicieros encapuchados. Es lo que tiene irritar a Goliat: hay que lidiar con las consecuencias.

La última ha sido la de los Papeles de Panamá (Panamaleaks), asunto en el que se han desvelado los entresijos de los negocios del despacho Mossak Fonseca del país del Canal, una de las cinco firmas más importantes del mundo en lo que se refiere a la constitución de sociedades offshore por todo el globo. Por conductos que ignoro (yo y 7.000 millones de personas más, incluyendo al Gran Wyoming y a Sandra Sabatés), llegó un día al periódico alemán Südenstsche Zeitung la friolera de 11.5 millones de documentos, que constituyen la práctica totalidad de la actividad del despacho desde 1977. Para desenmarañar, parcialmente, el enorme volumen de información, el diario alemán reclamó la colaboración del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICI)  y 370 periodistas de 76 países se dispusieron a bucear en el mar de datos con resultados sabrosos de verdad.

De momento sabemos que Vladimir Putin  (por medio de hombres paja), el argentino Mauricio Macri, el ucraniano Petró Poroshenko, Salman bin Abdulariz (Rey de Arabia), Ian Cameron (padre de David, el que vive debajo de Trafalgar Square, a la derecha), David Gunnlaughsson (del que nadie había oído hablar hasta que ha tenido que dimitir) y otro peces gordos del panorama mundial (incluyendo grandes del Partido Comunista chino) han administrado, poseído o estado relacionados con este asunto de las sociedades offshore ubicadas en sitios que alguien definió como “lugares soleados para gente sombría”.

No sé a ustedes, pero a mí no me haría ninguna gracia tener como enemigos a Putin, al Partido Comunista chino y a los culés que se quejan amargamente de que fuerzas imperialistas quieren mancillar el honor de Leo Messi. Iría por la calle, si es que me daban opción a pisarla, asustado de mi propia sombra (sí, sí. También por los culés).

Nosotros hemos anotado con gran regocijo nuestros nombrecitos: patriotas todos ellos que afirman no haber hecho nada ilegal. No lo sé. Tampoco creo que Hacienda vaya a hacer grandes esfuerzos por destapar estos secretillos inofensivos que son como la cuenta sin IVA del carpintero, ya me entienden. ¿Cómo iban la Infanta Pilar de Borbón, los hermanos Almodóvar y Alex Crivillé a intentar ocultar algo que pudiera perjudicar a la Hacienda española, tan grandes patriotas como son? Porque de Oleguer Pujol, ese demonio antiespañol, esperábamos cualquier cosa; en cuánto a Messi, bueno, son mercenarios y ya  se sabe lo que pasa con ellos: muchos besos al escudo de la camiseta y después, la pasta, adonde más rente.

Siempre me han gustado las novelas de espías; sobre todo (o más bien, casi exclusivamente) las británicas y especialmente las de Graham Green y John Le Carré. No he leído, sin embargo, "El sastre de Panamá", escrita por este último a pesar de ser, junto a “El espía perfecto” la novela que se según la propia confesión del autor, éste se llevaría a la tumba. He visto algún trozo de la película basada en el libro protagonizada por un inverosímil Pierce Brosnan haciendo de Agente Secreto de Su Majestad y un más acertado Geoffrey Rush haciendo de sastre. La sastrería del inglés es como la peluquería de mi pueblo, el lugar en dónde se generan y difunden los rumores y se confiesan los poderosos. El sastre no guarda documentos y no sé si facturas pero conoce los vericuetos de los poderosos. Busquen al sastre. Y recen  por él; lo necesitará.

Román Rubio
Abril 2016 

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