POBRES PERO
SEÑORITOS
Quienes
escribimos tenemos temas recurrentes. Uno de los míos es el del gasto
superfluo, al que tengo horror. El derroche insustancial al que estamos acostumbrados los españoles y
del que parece imposible prescindir, ocurra lo que ocurra y cualesquiera que
sean las circunstancias. En agosto escribí dos artículos al respecto: en uno (“Dispendios”)
me lamentaba de los sacos de billetes que se habían tirado en lugares como
Valencia o Madrid, pero no sólo, en eventos sin sustancia o en obra pública
prescindible. En otro artículo del mismo mes (“La izquierda y el gasto”)
señalaba la connivencia con que la izquierda había acogido (y al parecer
continúa acogiendo) al gasto en lujos tontos como modo de vida de un país y
fórmula mágica del desarrollo, simpatizando con iniciativas como la Torre del
Agua de Zaragoza (edificio más alto de Aragón que no contiene viviendas, ni
oficinas ni nada), la estación de esquí seco de Valladolid (en la que no se
esquía) o el Museo de las Palabras (en dónde… no sé qué se hace allí) de Vigo,
además del Ágora valenciana y la Ciudad-de-lo-que-sea que se le hubiere
antojado al ocurrente reyezuelo local.
Parecíamos
inmunizados contra el gasto sin sentido, ¿verdad? Pues no, no es así. Ayer
mismo se dio a conocer las cifra del Déficit Público de 2015 que el gobierno
decía una y otra vez tener controlado y constatamos dos cosas: que el gobierno
miente sin ningún pudor una y otra vez si así conviene para su estrategia política
y que el gasto no lo puede controlar. Lo cierto es que el acuerdo con Bruselas
permitía una diferencia entre ingresos y gastos del 4.2% y nos hemos ido en
realidad a un 5.16%, lo que quiere decir que nos hemos gastado 55.608 millones
de euros más de los que hemos ingresado; y eso, con todo el viento del precio
del petróleo y el crecimiento a favor, imagínense cuando vengan de lado. El
reto para el próximo año es descomunal, similar al que se produjo en el año de
los recortes (2012) ya que habrá que reducir el déficit al 2.8% del PIB (unos
23.600 millones). Un regalito para los que lleguen.
Montoro tira
balones fuera diciendo que los gastos no son atribuibles al Gobierno Central
cuyo presupuesto se ha mantenido en los límites pactados, ni de los Ayuntamientos
que han tenido superávit, sino de las Comunidades Autónomas (que, por cierto,
son las que proporcionan los servicios ciudadanos de educación, sanidad y
servicios sociales). ¿Olvida Montoro añadir que el otro gran incumplidor es la
Seguridad Social que dobla el déficit previsto? ¿Olvida decir que el gobierno
central es el responsable final de las cuentas del Estado? No; simplemente, lo
obvia.
El mismo día
de la publicación de las cifras visité mi pueblo, que está en el interior de la
provincia de Valencia y vi, desde fuera, las casi acabadas obras del nuevo
complejo deportivo anexo a la Piscina Municipal que consta de una pista de pádel ¿o dos?, una de squash y un espacio de césped artificial, de tamaño extravagante
que alguien me dijo que se trataba de una pista de hockey hierba, deporte del
que dudo que algún local (o visitante) haya visto jugar jamás, todo esto en -o
junto a- un edificio state-of-the-art.
Y en un pueblo de unos setecientos
habitantes, casi todos mayores, que ya disponía de campo de fútbol -este de
tierra batida-, frontón, pista de tenis, gimnasio, dos pistas de fútbol sala
(una en el Colegio Público) y piscina municipal descubierta. Un lujo que, dado
el número de jóvenes deportistas del pueblo, posibilitará que cada uno
practique un deporte distinto simultáneamente, sin necesidad de contrincante,
que así se gana seguro.
Para ir al
pueblo recorrí una cincuentena de kilómetros junto a la vía del AVE Madrid-
Valencia. No vi pasar ningún tren; de hecho es una casualidad ver el paso del tren ya que hay sólo unos 11
servicios por sentido al día en la carísima instalación. Para volver, lo hice
por la carretera de Alicante, junto a la vía del AVE Madrid- Alicante. Tampoco
vi pasar ninguno. Allí la ausencia de tráfico ferroviario es aún más conspicua
en cuanto que al otro lado de la carretera está ubicada la vía convencional,
también sin tráfico, ambas cruzando la llanura manchega por Almansa. Desolador.
Y me pregunto
por qué nos empeñamos una y otra vez en arruinar al país con lujos innecesarios
al tiempo que condenamos a la generación posterior a la huída y el desempleo.
El AVE está bien pero acabo de venir de un país escandinavo que nos dobla en
renta. Allí he viajado en unos trenes perfectamente cómodos y aceptables, mucho
más baratos de construir, mantener y explotar, que van por la vía convencional
y llegan media hora más tarde que los de aquí a los lugares en unas vías que
admiten mercancías, cercanías y otros servicios, aunque eso les parezca inaceptable
a unos españoles a los que aún les huelen los zapatos al estiércol que pisaban
de pequeños cuando salían a defecar al corral. Pobres y desempleados sí, pero
señoritos y horteramente apegados al lujo.
Román Rubio
Abril 2016
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