CAMACHO
El cura rural,
que se sabía poco instruido tenía que predicar el evangelio del día ante un
público inusualmente fino, de ciudad, con lo que requirió la ayuda del
sacristán que, este sí, tenía estudios. “Y dijo Jesucristo: Lázaro, levántate y
anda. Y Lázaro se levantó y andó”.
“Anduvo, idiota, anduvo”, le corrigió el sacristán que estaba a un lado,
apostado, a modo de apuntador. “Bueno, anduvo idiota unos días, pero luego ya andó bien”, añadió el bondadoso párroco
para regocijo de los parroquianos y desesperación del redicho sacristán.
Hace unos años
me comentó un amigo mío, con cierta malicia, cómo había escuchado en la radio a un periodista deportivo que interpelaba al exseleccionador José
Antonio Camacho tras un resultado decepcionante de la selección en el partido
de ida contra un rival: Periodista: “¿Míster, qué efecto puede tener el
resultado de ayer para el devenir de la selección?” “No; si los que tienen de venir son ellos” respondió el
entrenador con desparpajo.
¡Ay, Camacho!
¡Genio y figura! Ahora lo tenemos como comentarista de los partidos del equipo
nacional entreteniéndonos con su peculiar prosa. Tengo que reconocer que para
mí es un aliciente más que tienen los partidos de España. Juegan bien (de
momento) y encima nos regalan el racial discurso del gran Camacho. Sé que
muchos discreparán de mi opinión. Les entiendo, pero para gustos, colores. Uno
de los temas de los comentaristas, estén o no acompañados del murciano de raza,
es la táctica del cuatro-dos-tres-uno o la del cuatro-cuatro-dos. Cada vez que
los escucho miro de reojo a mi mujer o a cualquier otro lego futbolístico que
haya cerca de mí. El tema (para el lego) parece de enjundia y yo no hago nada
por desvelarles que se trata de una impostada perogrullada: el
cuatro-dos-tres-uno quiere decir que jugamos con cuatro defensas, dos pivotes,
dos interiores (extremos), un mediapunta y un delantero; en el caso del cuatro-cuatro-dos
jugamos con cuatro defensas, cuatro mediocampistas de los que dos son pivotes, dos interiores (extremos) y dos hombres en
punta, uno que uno suele ser más mediapunta y el otro delantero puro: si ven
ustedes alguna diferencia, explíquenmela. Para mí es pura jerga (bla, bla, bla)
de periodistas que nuca han jugado al fútbol y entrenadores que sí han jugado
pero tienen que hablar de algo de lo que aparenten saber.
Y llegados al
punto de la táctica, analicemos la defensa. ¿Se han dado cuenta de que ya no
hay defensas altos y grandotes? Pues no, señor. Ahora los defensas tienen más o
menos envergadura para así poder “encimar”
al contrario con mayor facilidad. A los comentaristas no parece importarles que
la envergadura sea el tamaño de un ave con las alas desplegadas. En el caso de
los humanos, es lo que cada uno mide de punta a punta de los dedos con los
brazos abiertos por completo. Siempre ha sido una medida importante en el
boxeo: un boxeador con gran envergadura puede mantener más fácilmente al contrario
fuera del alcance de su brazo. También lo ha sido en el baloncesto: un jugador
con mucha envergadura tiene más posibilidades de hacer un tapón que otro con
menos, pero en el fútbol… ¿no querrán decir altura, o tamaño? Y si quieren
decir altura, ¿por qué dicen envergadura? Veremos qué dice Camacho al respecto.
Estén atentos.
Román Rubio
Junio 2016
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