viernes, 17 de junio de 2016

CAMACHO

CAMACHO
















El cura rural, que se sabía poco instruido tenía que predicar el evangelio del día ante un público inusualmente fino, de ciudad, con lo que requirió la ayuda del sacristán que, este sí, tenía estudios. “Y dijo Jesucristo: Lázaro, levántate y anda. Y Lázaro se levantó y andó”. “Anduvo, idiota, anduvo”, le corrigió el sacristán que estaba a un lado, apostado, a modo de apuntador. “Bueno, anduvo  idiota unos días, pero luego ya andó bien”, añadió el bondadoso párroco para regocijo de los parroquianos y desesperación del redicho sacristán.

Hace unos años me comentó un amigo mío, con cierta malicia, cómo había escuchado  en la radio a un periodista deportivo  que interpelaba al exseleccionador José Antonio Camacho tras un resultado decepcionante de la selección en el partido de ida contra un rival: Periodista: “¿Míster, qué efecto puede tener el resultado de ayer para el devenir de la selección?” “No; si los que tienen de venir son ellos” respondió el entrenador con desparpajo.

¡Ay, Camacho! ¡Genio y figura! Ahora lo tenemos como comentarista de los partidos del equipo nacional entreteniéndonos con su peculiar prosa. Tengo que reconocer que para mí es un aliciente más que tienen los partidos de España. Juegan bien (de momento) y encima nos regalan el racial discurso del gran Camacho. Sé que muchos discreparán de mi opinión. Les entiendo, pero para gustos, colores. Uno de los temas de los comentaristas, estén o no acompañados del murciano de raza, es la táctica del cuatro-dos-tres-uno o la del cuatro-cuatro-dos. Cada vez que los escucho miro de reojo a mi mujer o a cualquier otro lego futbolístico que haya cerca de mí. El tema (para el lego) parece de enjundia y yo no hago nada por desvelarles que se trata de una impostada perogrullada: el cuatro-dos-tres-uno quiere decir que jugamos con cuatro defensas, dos pivotes, dos interiores (extremos), un mediapunta y un delantero; en el caso del cuatro-cuatro-dos jugamos con cuatro defensas, cuatro mediocampistas de los que dos son pivotes,  dos interiores (extremos) y dos hombres en punta, uno que uno suele ser más mediapunta y el otro delantero puro: si ven ustedes alguna diferencia, explíquenmela. Para mí es pura jerga (bla, bla, bla) de periodistas que nuca han jugado al fútbol y entrenadores que sí han jugado pero tienen que hablar de algo de lo que aparenten saber.

Y llegados al punto de la táctica, analicemos la defensa. ¿Se han dado cuenta de que ya no hay defensas altos y grandotes? Pues no, señor. Ahora los defensas tienen más o menos envergadura para así poder “encimar” al contrario con mayor facilidad. A los comentaristas no parece importarles que la envergadura sea el tamaño de un ave con las alas desplegadas. En el caso de los humanos, es lo que cada uno mide de punta a punta de los dedos con los brazos abiertos por completo. Siempre ha sido una medida importante en el boxeo: un boxeador con gran envergadura puede mantener más fácilmente al contrario fuera del alcance de su brazo. También lo ha sido en el baloncesto: un jugador con mucha envergadura tiene más posibilidades de hacer un tapón que otro con menos, pero en el fútbol… ¿no querrán decir altura, o tamaño? Y si quieren decir altura, ¿por qué dicen envergadura? Veremos qué dice Camacho al respecto. Estén atentos.


Román Rubio
Junio 2016

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