LA ESPAÑA
VACÍA… (Y marcó Piqué)
Acabo de leer
el magnífico ensayo La España vacía
en el que el joven autor Sergio del Molino expone de manera original y erudita
que hay una España del interior, de grandes espacios con densidades de
población inferiores a territorios semihelados como Laponia; un territorio
negro que rodea a la mancha luminosa de Madrid en los mapas nocturnos de la
NASA de la que todos o casi todos procedemos (¿quién no tiene un Sagrillas en
su vida?), sin posibilidad plausible de revitalización que nutre el imaginario
de los habitantes de la España llena –la del litoral más Madrid-. Los pueblos
deshabitados, o casi, del interior llenan los figurados desvanes de los mitos y
recuerdos telúricos, vividos o
imaginados, de los habitantes de Móstoles, Badalona, Baracaldo o Torrent, pero
también de los de muchos de Pedralves, Getxo o Chamartín. Es como si ese país
vacío del interior, ese hinterland,
guardara las esencias del ser de cada uno de nosotros que vivimos en el
populoso y cosmopolita litoral o en el muy concurrido Madrid.
Muchos
escritores han loado la belleza, el “tirón” emocional al menos, de la estepa
mesetaria resaltando las emociones producidas en ellos por el desolado páramo,
helado en invierno, tórrido en verano y sin atisbo de verdura o sombra todo el
año, pero han sido tres quienes lo han hecho con mayor convicción, sentimiento
y proyección: el bilbaíno Unamuno, el sevillano Antonio Machado y el alicantino
Azorín (todos ellos precedentes del habitado litoral –consideramos Sevilla
puerto de mar dada la relativa navegabilidad del Guadalquivir y en beneficio
del argumento-.
El lunes, un
tipo de la España vacía, de Fuentealvilla (Albacete), con toda la pinta de
serlo y adorado y vitoreado en todos los rincones del país, que juega en el
Barça –equipo de la España superpoblada con aspiraciones a no serlo- llevó, con
su juego magistral, a la selección de la España Total (también conocida como
España Una –apelativo que desecho por razones obvias-) al triunfo ante una
República Checa a la que muchos recordamos casada con Eslovaquia. Y otro
futbolista, Piqué, jugador del mismo equipo y natural de la Cataluña
independentista, comprensiblemente antimadridista, partidario del referéndum de
autodeterminación, abucheado, vituperado y odiado por ello en las españas
vacías, en la gran urbe mesetaria y en los litorales (menos en un par de
pedazos, en donde le adoran) marcó, en el minuto 87, para gozo de los
habitantes de todas las Sagrillas de las españas, el gol que llevó a la España
Total – la que incluye a la vacía, más Madrid, más el litoral, más los dos o
tres pedazos que nunca pitan al barcelonés- a la victoria.
Lo han entendido, ¿verdad?, ¿o se lo explico?
Román Rubio
Junio 2016
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