lunes, 13 de junio de 2016

CÓMO ESTÁ MADRIZ

CÓMO ESTÁ MADRIZ












Hay a quien le gusta la ópera; a otros, el flamenco, el teatro clásico, el jazz, la canción española o la protesta,  el musical de Broadway o el rythm and blues. Como dijo Rafael El Gallo: “hay gente pa tó”.  Si vas a ver ópera es muy posible que te encuentres con una puesta en escena rompedora en lo estético. La última vez que fui a una función fue a “El ocaso de los dioses” de Wagner puesta en escena por la Fura dels Baus en la que las celebradas ninfas del Rin (¿se imaginan tal despropósito?, ¿a quién sino a una mente quasi pervertida como la de Wagner se le ocurre imaginar a ninfas en el Rin?) aparecían nadando en unos tanques transparentes de agua en medio del escenario y algunos cantantes hacían sus gorgoritos suspendidos en el aire por arneses. Algunos aplaudieron la osada escenografía, a otros no les gustó nada y a otros, como a mí, nos dejó  indiferentes; bastante tuvimos con lograr  pasar las largas horas de tediosas interacciones cantadas en alemán sobre temas mitológicos germanos sin dormirnos, que ya es.

Es muy posible que en una interpretación de El Rey Lear de Shakeaspeare la acción se sitúe en la corte del Imperio Austrohúngaro y el Rey tenga chófer y quizás pistola. ¿Quién se escandalizaría ante una interpretación de El Mercader de Venecia o de Mucho ruido y pocas nueces en versión moderna en la que Shylock fuera un moderno banquero o el Príncipe don Pedro de Aragón sea negro (Denzel Washington)? Nadie. Aceptamos el envite como un juego, como una broma del artista que puede añadir o quitar encanto al texto original, según gustos. De la misma manera, el aficionado al flamenco está acostumbrado a que sus intérpretes se alíen con tipos del jazz, de la música clásica o del rythm and blues y escenifiquen sesiones y hasta conciertos enteros de fusión, de acercamiento y mezcla de ritmos y estilos, como lo han hecho Raimundo Amador o Paco de Lucía con BB King o Eric Clapton o los Beatles con Ravi Shankar y su sitar.

¿Y la zarzuela?, ¿qué pasa con la zarzuela? Con la Iglesia hemos topado, Sancho. En el teatro de la Zarzuela, en Madrid se ha estrenado el musical Cómo está Madriz, una interpretación irreverente y libre de dos obras: La Gran Vía de Chueca y El año pasado por agua de Valverde. Paco León hace de protagonista conductor del relato; de un relato moderno y pasota en dónde se alude al gasto faraónico de las obras públicas de la ciudad –como ocurría en La Gran Vía- y otras parcelas de la actualidad envuelta en (al parecer) estupendos números musicales de las obras de Chueca y Valverde.

¿Y cuál ha sido la reacción del público montaraz y requeté ante el “innovador” experimento? Ruiz Gallardón, ante las críticas a un Ayuntamiento arruinado y a la corrupción política, se levantó a media función (ya se sabe lo mal que sienta ver de frente a los demonios) y se fue. Otras personas sacaron silbatos del bolsillo y boicotearon la obra que tuvo que pararse a mitad, lo que me resulta sorprendente: “si sé que el espectáculo es irreverente y me molesta (y lo sé, puesto que me meto un silbato en el bolsillo), ¿por qué pago el billete y voy a ver algo que “sé” que “es” ofensivo?” Así es el público. Hasta ahí podíamos llegar. Todo es susceptible de cambio, de evolución de reinvención, de modernización pero la zarzuela parece ser el reducto de los irreductibles que oran y embisten cuando se dignan a usar de la cabeza, de quienes quieren que el mundo (y la Patria) sea de una determinada manera; inamovible, quieta; de charanga y sacristía.

Me encanta que Podemos empiece a reivindicar La Patria para horror, no sólo de izquierdistas e independentistas recalcitrantes -que ya es regocijo- sino para toda esta nebulosa de Zarzueleros, Falleros, Rocieros, Sanfermineros, Lanceros del Toro de la Vega, pistoleros de Montejurra, Guardianes del Tabernáculo, Clavariesas de la Virgen de la Gruta, Damas del Corpus, Cofrades de La Mejor Muerte, del Peor de los Dolores y del Prepucio del Niñito Jesús; Alféreces provisionales, Acólitos del Perdón de los Pecados, Amigos del Azucarillo, el Barquillo y el Aguardiente, Adoradores de la Barretina, Lobistas del Aurrescu  y del del Silbo Canario como disciplinas olímpicas y para todos aquellos que dan consideración de sagrado a su propia ideología, afición, devoción o hobby y que se compran el ticket para ver una función que saben que les molesta con el único propósito de hacer patria, criar mala leche y hacérsela criar a los demás. ¡Que Dios, Yahveh y Alá les confundan!

Román Rubio
Junio 2016

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