sábado, 25 de junio de 2016

FERNÁNDEZ DÍAZ

FERNÁNDEZ DÍAZ












El hecho de que el Ministro del Interior de España, del PP, hable con el director de la Oficina Antifraude de Cataluña para incitar a éste a que encuentre indicios –mejor, pruebas- de corrupción entre los líderes independentistas para desacreditarles no me sorprende nada. Es más: después de lo que hemos visto en este país (y en otros vecinos) en actuaciones anteriores me sorprendería que no lo hiciera. ¡Ay, si quienes han estado en ese puesto, como el capaz Rubalcaba, pudieran hablar por esa boquita! No digo que lo apruebe, ni que lo vea ético, ni de gran calidad democrática ni nada por el estilo, no. Es que el ministro del Interior –jefe de las policías- acólitos de la Academia del Gran Fouché y bajo la manta del secretismo que les confiere la custodia de la seguridad del estado han protagonizado las intrigas palaciegas más extravagantes y, a menudo, chapuceras de la escena política.

El jefe conservador de las policías conmina al vigilante de la recaudación a que ponga la lupa sobre sus enemigos políticos de la misma manera que Florentino, directamente o por intermediario solvente,  harto de ver ganar títulos al eterno rival, puede invitar al recaudador de Hacienda, sentado cómodamente en el calefactado palco del Bernabéu, a que revise las cuentas de los de la Travessera de les Corts, no vaya a ser que a alguno de Can Barça se le haya ocurrido hacer lo que hacen todos. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Lo que resulta insólito es que al todopoderoso y tramposillo ministro le hayan grabado la conversación…¡En su propio despacho! Con una claridad y resolución meridiana: como de estudio de grabación, vamos. Para lo cual, o bien su interlocutor le estaba grabando de manera premeditada para difundirlo después -lo que parece improbable por aquello de que nadie echa piedras sobre el propio tejado-, o lo grabó un tercero interviniendo el teléfono de uno (o los dos ) interlocutores sin que estos lo supieran -lo que no es muy probable dada la calidad de la grabación (sin ruidos ni interferencias)- o bien el ministro tiene su despacho lleno de micrófonos, con lo que el material grabado puede ser (casi) infinito y no sé a ustedes, pero a mí el hecho de que espíen al Ministro del Interior que es el que por tradición espía a todos los demás no deja de resultarme chocante. Es como poner un ojo electrónico y un magnetofón en el cuarto de baño del Gran Hermano -el de Orwell, no el de Telecinco-. ¡Ay los espías: nunca decepcionan!

El asunto parece ir de celos entre patriotas comisarios, todos ellos altos cargos policiales y por asuntos pendientes que incluyen grabaciones del caso del Pequeño Nicolás y otros asuntillos del pasado por los que algunos altos cargos se declararon odio eterno. Eugenio Pino - jefe de los Antidisturbios con Aznar y en cargos más anodinos con los socialistas-, comisario con el que el Ministro ha puenteado en muchos asuntos a Cosidó, director general de la Policía, Marcelino Martín-Blas Aranda, comisario jefe de la opaca Unidad de Asuntos Internos, enemigo de José Manuel Villarejo desde la Operación Emperador contra la mafia china por haber involucrado en un informe a un hijo de éste, también comisario de la Policía, condecorado con una medalla pensionada en 2014 por -créanlo, de verdad: sus intervenciones policiales en Cataluña-; todos ellos a las puertas de la jubilación, engrosada en muchos caso por méritos remunerados por “Servicios a la Patria” han creado una red de rencillas y traiciones en la cúpula policial que han expuesto al incauto ministro a la ignominia y el descrédito. ¿Se puede pedir más?

Bueno, está Argentina y el tipo que tiraba sacas de dinero por encima de la tapia de un convento, pero eso da para otro artículo.

Román Rubio
Junio 2016 

No hay comentarios:

Publicar un comentario