martes, 18 de abril de 2017

BUSES

BUSES

No sé de donde viene esta moda de sacar autobuses proclamando esto o lo otro. A mí, sinceramente, me parece una sandez. Los autobuses (o autocares como tradicionalmente se ha llamado a los interurbanos) han servido para lo que han servido: para llevarnos y traernos del pueblo con la gallina en el cesto, para ir a Madrid o Bilbao antes del Ave, para las excursiones escolares y para los viajes de las asociaciones de amas de casa y del Imserso. En mi niñez recuerdo ver en los de mi ciudad anuncios de Profiden con un primer plano de una dentadura blanquísima y simpáticos anuncios de licores  Tio Pepe o Veterano.

La primera vez que oí hablar de autobuses exhibiendo mensajes políticos o ideológicos fue en 2008, con la iniciativa  de los ateos londinenses, iniciada por la periodista  Ariana Sherine en un artículo en The Guardian y apadrinada por el célebre filósofo ateo y ateísta Richard Dawkins, en la que se  exhibía  el mensaje de  “Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida” (en su momento leí que el “probablemente” del cartel fue una exigencia de la autoridad del transporte de Londres). Por algún motivo, aunque innecesaria y tontorrona, encontré la campaña simpática, invitando a tomar de la vida lo que esta nos ofrece, sin más historias.

Después, ya en nuestro país, vino aquella de los niños y los penes y la vulva de las niñas y ya lo encontré ridículo y perverso por muchas razones: en primer lugar iba dirigida a los niños, para quienes el tema no es, en absoluto, relevante. Más parece un mensaje de papás para papás (que no tienen ese problema con sus hijos) disfrazado engañosamente de mensaje al niño. Y en segundo lugar, era innecesariamente irrespetuoso hacia quienes están en lo de cambio de sexo. ¿Qué saben los patrocinadores de la campaña  de lo que ocurre en la mente de quién decide cambiar de sexo, llegando a mutilarse?
A continuación, la Sexta, en su delirio efectista, decidió sacar su propio autobús con la cara de Wyoming diciendo no se qué y ahora son los de Podemos quienes ponen en la calle un autobús para “denunciar” la corrupción, como si se tratara de algo de lo que la opinión pública no esté suficientemente sensibilizada. ¿Qué sentido tiene sacar las bien conocidas caras de los felones chupópteros si no es oportunismo político puro y duro? ¿Hace falta denunciar lo que lo ha sido tantas veces o se trata de actuar?

Dada la estúpida moda de sacar autobuses a la calle con eslóganes que son obvios, innecesarios, inanes, agresivos contra las personas o todas las cosas juntas, se me ocurren unos cuantos para pasear por las calles financiados por crowdfunding. Por ejemplo:

En Madrid amamos a Cataluña, su lengua y sus habitantes. Ellos nos odian.

La Virgen María cree que su hijo es Dios. Este cree que su madre es virgen.

El yoga y la meditación curan el cáncer.

Alacant es la millor terreta del món.

Hay vida en el más allá.

El español es un ciudadano siempre dispuesto a argumentar y discutir las ideas polémicas de manera educada, incluso con los que piensan de manera diferente.

Wyoming es un personaje real, ambiguo sexualmente y enamorado de Thais Villas.

La derecha española es civilizada, moderna, amante de la bicicleta y el aire limpio y de una sociedad más igualitaria.

La fiesta de El libro y la Rosa de Sant Jordi merece la proclamación de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.

El silbo canario. Diccionario de sinónimos y antónimos.

La televisión, en su horario nocturno, es interesante e instructiva.

Los días son luminosos y las noches oscuras.

Gibraltar, español.

Pueden añadir otros lemas a su gusto. Las ciudades serían más absurdas, pero, eso sí, más divertidas. Y no se olviden de llenar los autobuses de gente que vaya de un lado para otro. Al fin y al cabo, es para lo que se inventaron.

Román Rubio

Abril 2017

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