CASSANDRA
Me había
propuesto no hablar de Cassandra hoy pero parece ser inevitable, de modo que
intentaré ser breve. El personaje no existía. Bueno, sí, supongo que existía
para su familia y un puñado de amigos, hasta que la Audiencia Nacional y los Guardianes
del Templo, de la Moral, las Buenas Costumbres y la Patria decidieron
convertirla en una “celebrity” Los chistes sobre Carrero los hemos contado
todos, pero en los años setenta, mucho antes de Twitter o de Internet. Recuerdo
que en la década prodigiosa de los 70,
en una de mis visitas a Madrid fui a la calle Claudio Coello. Allí íbamos en
peregrinación gentes de Oviedo, Barcelona, Valencia o Antequera a evaluar la altura de la valla.
Unos por curiosidad, otros como sentido homenaje y otros por puro regocijo. En otro
año de aquella misma época bulliciosa compré en una librería parisina de la Rue
de la Seine el libro Operación Ogro. Cómo
y por qué matamos a Carrero Blanco, escrito por la periodista Eva Forest a
partir de los testimonios directos de los ejecutores (perdón, asesinos), libro
que presté a alguien y no recuperé y que veo con sorpresa que está disponible a
la venta en la Casa del Libro (según la
web). Los chistes sobre la muerte del
almirante habían quedado en el cajón de los recuerdos en blanco y negro: eran
cosa de Don Cicuta, Chicho Ibáñez Serrador, Mariano Medina, el hombre en la
Luna y el asesinato de Kennedy; tan
obsoletos que no había comediantillo de quinta fila ni monologuista que
osara incluirlos en su repertorio. Hasta
ayer. Hasta que la Audiencia Nacional decidiera
intervenir castigando con prisión a una persona que osó hacer un chiste (o varios, me da
igual) sobre la muerte de alguien de una época anterior a Arias Navarro, hombre
fuerte de un régimen dictatorial, apoyado por media España, que liquidó en el
campo de batalla y con vergonzosos procesos, encarceló o mandó al exilio a la
otra media. De modo que ya lo saben: si quieren rescatar
viejos agravios reabriendo de nuevo la herida no tienen más que hacer intervenir
a la Audiencia Nacional y condenar cualquier chiste, chascarrillo o grosería de
cualquier colgado de cualquiera de las distintas especies de la fauna local.
Que hay muchas.
Y dicho esto,
callo para siempre. No contestaré ni entraré al trapo a ningún comentario,
observación, interpelación, recriminación, alabanza, insulto o sugerencia que
este artículo pueda ocasionar. Enough is
enough.
Román Rubio
Abril 2017
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