NÚMEROS
Y MÁS NÚMEROS
En mis tiempos
(no sé ahora) a la Licenciatura de Matemáticas se le llamaba Ciencias Exactas,
y era porque los números han tenido siempre la vocación de exactitud
inapelable, medición objetiva, magnitud operable e indiscutible. De algún modo,
a los números se les ha otorgado la función de contenedor de la verdad. ¿Tienen
razón los marxistas, los liberales, los conservadores, los socialdemócratas?
Todo es opinable. Todo menos los números. ¿Cuántos votos has sacado? ¿Cuántos
avales tienes? ¿Cuántos penaltis le han pitado al Barça? ¿Y al Madrid? ¿Cuántos
puntos tienen uno y otro? ¿Y goles a favor y en contra? Cuando hay discusión
recurrimos a los números con la convicción de que nos van a desenmascarar la
verdad, lo cual no siempre es así. En realidad, si lo piensan, casi nunca lo
es. Veamos.
Resulta que
para poder aprobar los Presupuestos Generales del Estado, el gobierno ha
necesitado del apoyo del PNV y cada uno ha llevado sus cuentas. Para los
vascos, que disponen de una cantidad de dinero por habitante por encima de los 4.000
euros mientras que los valencianos –los peor financiados- se resignan con
1.800, el gobierno central (llámese España, como si los demás fuésemos un
bloque) tiene un déficit con el territorio vasco que se ha fijado, tras el tira
y afloja, en 1.400 millones y una rebaja de la aportación quinquenal de unos
500 millones, además de otras bagatelas de inversiones que suben a miles de
millones como la llamada Y Vasca y otras menudencias. ¿Lo ven? ¿Dónde unos ven
un favoritismo inasumible, otros un insultante déficit. Con las mismas cifras.
Los iPhones
tienen prestaciones que no siempre vienen explicitadas por el fabricante, en
una astuta política de dejar que sea el usuario el que las descubra. Un sueco
ha redescubierto una propiedad ignorada por la inmensa mayoría de usuarios y
que tras publicitarla se ha convertido en un acontecimiento. Al parecer,
tocando aquí o allá en la pantalla de la calculadora del teléfono se logra
borrar una sola cifra del número que se está introduciendo sin necesidad de
darle a la tecla “C”, que borra todo el número. La “novedad” ha sido acogida
con alborozo en la Red y algunos usuarios se lamentan del tiempo de sus
valiosas existencias que “han perdido” borrando el número completo en sus operaciones
cuando podían haber borrado una sola cifra. ¿Se imaginan ustedes la frustración
terrible del que en su lecho de muerte se lamenta de los momentos “perdidos” en
volver a introducir los números completos en la calculadora del móvil? El hecho
de haber formado o no una familia o de haberse ido uno a vivir a Buenos Aires cuando tuvo aquella
oportunidad se convierten en cosas irrelevantes comparadas con los instantes
perdidos tecleando más números de lo que permite la prestación de la
calculadora del móvil.
¿Y saben
ustedes cuántas personas mueren anualmente a causa del ruido? 17.400. ¿Que cómo
pueden calcular esas cifra? Ni idea. De verdad, me encantaría saber cómo se ha
podido llegar a tan precisa cantidad. Lamento no poder dar más detalles sobre
el particular ya que vi el titular sobreimpresionado en la pantalla del
televisor en el telediario de una u otra cadena, pero me dio que pensar. ¿Cómo
han podido obtener una cifra tan redonda de una cosa tan difusa? ¿A partir de los
certificados de defunción de todo el mundo, quizá? Yo no he visto muchos certificados
de esta naturaleza pero si cae alguno en mis manos, en el espacio donde pone
causa de la muerte, esperaría encontrar cosas como “insuficiencia
respiratoria”, “paro cardíaco súbito”, “fallo renal agudo” y cosas así, pero
desde luego, no “exceso de ruido”.
La afición a
cuantificar los fenómenos lleva a conclusiones extravagantes y absurdas. En una
ocasión vi un ranking de las ciudades españolas ordenadas por lo que las
consultorías han dado en llamar “calidad de vida” –ellos sabrán a qué se
refieren con tal cosa- y, ¿saben cuál era la ciudad situada en primer lugar?
Albacete. Al parecer, en una vorágine de operaciones sumatorias, divisorias,
multiplicativas y porcentuales de metros cuadrados de museo y número de farolas
por habitante, plazas escolares y precio de la vivienda dividido por el número
de pacientes en lista de espera para operaciones de cadera, salía Albacete como
indiscutible campeona, seguida, nada más y nada menos, que de Logroño. Por encima
de Sevilla. O Málaga, en dónde corre más la brisa. ¿Cómo vamos a volver a creer
en los números y sus manipuladores?
Román Rubio
Mayo 2017
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