ESOS
LOCOS BAJITOS
Como tantos
otros siempre he alimentado la quimera de ser más alto. Con la altura ganaría
autoridad, belleza, asertividad, elegancia y qué se yo que otras sustanciosas y
estupendas cualidades facilitadoras de una vida más exitosa y próspera. Da la
impresión que la estatura de las personas viene a reflejar una serie ancestral
de cruces exitosos entre caballeros dotados para la batalla y bellas y nobles
damas que, tras generaciones de aciertos evolutivos, fueran a producir
individuos altos y, a ser posible, guapos y delgados. Alertado por tan
estériles anhelos no he pasado por alto un par de noticias de actualidad
relacionadas con el tema.
En primer
lugar, hay que resaltar la evidencia científica de que los bajitos vivimos más.
Lo intuíamos. Cuando pensamos en una persona centenaria nos viene a la mente
alguien menudo y magro de carnes. Ahora, el profesor Bradley Wilcox de la Facultad
de Medicina de la Universidad de Honolulu (Hawaii) acaba de publicar los
resultados de un sustancioso estudio hecho con 8.006 individuos norteamericanos
de origen japonés nacidos entro 1900 y 1919 que claramente establece que los
bajitos viven significativamente más que los altos. Todo tiene que ver con un
gen, el FOX03, llamado gen de la longevidad del que, por desconocimiento, poco
o nada puedo decirles. Pero las buenas nuevas para las personas de crecimiento
restringido (ya está bien de llamarnos bajitos) no terminan ahí. Resulta que
tenemos niveles más bajos de insulina, lo que implica menos diabetes y menos
propensión a padecer cáncer. ¡Toma ya.
Eso sí que son buenas noticias! Al parecer, al tener menor número de células,
las posibilidades de división y proliferación de las mismas son menores.
¡Hurra!
La segunda
noticia relacionada con la estatura de los individuos es geográficamente más
cercana. Han aparecido las conclusiones de un curioso estudio llevado a cabo
por el CIS que relaciona la estatura de los españoles con otras variables, como
el partido al que votan, la clase social, etc., obteniéndose fascinantes resultados para todos aquellos a los que, como
a mí, nos interesan estas cosas triviales que ni dan dinero ni sirven realmente
para casi nada. Por ejemplo: los votantes más bajitos de todos son los del
PSOE, superados por los del PP por muy poco. Más altos son los de Podemos y más
aún los de Ciudadanos, que miden de media 4 centímetros más que los socialistas
en el grupo de los hombres y tres en el de las mujeres, constituyendo así la
aristocracia de la raza hispana. Pero es que, además, los votantes socialistas tienden
al sobrepeso más que los de los otros grandes partidos. Quizá sea por eso que
hayan elegido como líder a un tipo alto
y esbelto como un chopo. Es como si un conjunto de Icetas, en una imaginaria dación
de cuentas al fisco, eligieran como líder a un Pedro Sánchez con el objeto de
cuadrar las plusvalías con las minusvalías, algo que Susana no aportaba.
Es curioso que
en todos los parámetros (raciales) salen ganando los de Ciudadanos. Los
votantes de ese partido son también más delgados o, dicho de un modo más
técnico, menos tendentes al sobrepeso (antes conocido como gordura u obesidad).
En un primer análisis podríamos deducir que los votantes de Podemos y
Ciudadanos, al ser partidos más nuevos, tienen votantes más jóvenes y que esta
es, por tanto, la razón de que sean más altos que los de los partidos
tradicionales. Y es así; pero no del todo, porque agrupados por edades
reproducen el patrón en todas las bandas de edad.
El mismo
estudio relaciona la variable de estatura con la de posicionamiento ideológico
izquierda- derecha y aquí se obtienen resultados sorprendentes
Las personas
que se declaran de derecha- derecha son mucho más bajitas que el resto de los
mortales y además mucho, pero que mucho, más regordetas, cuando no directamente
obesas. De ahí, quizá, que den tanta importancia a la primacía de la raza. De
modo que, si ven por la calle a una persona (pongamos a una mujer) que no llega
a 1.60 de estatura y bien provista de solomillos y lorzas (hasta casi los 72
kilos en canal) es muy probable que sea devota de Marhuenda y de María, amiga de charanga y cofradía, lectora de La
Razón y que crea que ser española, aunque sea en su versión bajita y regordeta,
es lo mejor que le puede pasar a una y sienta nostalgia del Caudillo.
Román Rubio
Junio 2017
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