LOGSE
No hace mucho
que escuché en esRadio un debate sobre educación. Conducía por carreteras
secundarias y la emisora de Federico se entrometió en mi dial. Era por la tarde
de modo que lo que los intervinientes, desconocidos
para mí exceptuando a Garci, seguían la venenosa línea del jefe aunque sin el
gracejo y chispeante elocuencia de aquel. Las posturas eran bien conocidas en
el lugar. Los tertulianos se empeñaban en contradecir la asunción popular de
que la generación de jóvenes actuales, obligada a emigrar en gran número, sea
“la más preparada de la historia de España”. No es cierto, afirmaban los
intervinientes. Y para apoyar tan peregrina e injusta afirmación aportaban
razones como que muchos de “los jóvenes preparados” no sabían dónde nacía tal o
cual río de España, que ellos habían aprendido tan bien en la Enciclopedia
Álvarez y otras vetustas fuentes. Hablaban como si el lugar de nacimiento de,
digamos, el Duero, la lista de los Reyes Godos o las Bienaventuranzas fueran
argumentos que hoy en día sirvieran para acreditar el bagaje de alguien que no
sea un rancio tertuliano (o escuchante) de esRadio. Los jóvenes de hoy (para
los radioparlantes) son poco menos que asnos, producto del buenismo
izquierdista, de la LOGSE y de Zapatero, y su preparación solo les hace aptos
para servir platos en restaurantes de países europeos en donde sí que se
aprenden cosas de verdad –sin especificar si allí aprenden donde nace el Duero-.
No consideraron, como es habitual en ellos, que muchos de esos jóvenes “ignorantes”
trabajan como ingenieros, informáticos o arquitectos en las firmas más
relevantes, son capaces de hablar dos idiomas además del suyo (tres si son
catalanes) y no como ellos, incapaces de decir algo inteligible en una lengua
distinta de la castellana -como vimos con Garci en su momento-, o que son
capaces de trabajar en entornos digitales de los que los ilustrados
intervinientes no han oído ni hablar. También criticaban el hecho de que
algunos cometieran faltas de ortografía y acentuación y tuvieran una redacción
deficiente. Ellos, al parecer, dicen llevarlo bien, lo que no es gran proeza
dado que algunos son periodistas profesionales y solo conocen una lengua,
desprecian el catalán y consideran a los políglotas con el argumento de que “se
puede ser tonto en varias lenguas” (cosa que he oído en esa emisora referido a
alguien que habla lenguas extranjeras y tiene la desfachatez de “además” ser
rojo, progresista, ecologista, animalista, sindicalista, feminista, marxista,
leninista, castrista o cualquier “ista” que no sea “falangista” -que tampoco
son bien vistos, pero hay cierta condescendencia si se trata de camisas
viejas-).
Les conozco.
Cuando empiezan en ese tono siempre acaban siempre echando la culpa al PSOE, a
Zapatero y al hecho de que los alumnos pasen de curso sin aprobar las
asignaturas y sin saber hacer la “o” con un canuto. Pues bien, señores. Es mentira.
Eso no es ni ha sido nunca así. Ni antes ni después de Zapatero. Se ha
promocionado de curso a pesar de tener suspensos cuando ya se ha repetido una
vez (o varias, en el ciclo) intentando evitar que haya niños de 15 o 16 años,
con barba y bigote, en aulas de niños de 11, como ocurriría si no se adoptaran
ese tipo de medidas. Me gustaría oír a los intervinientes si tuvieran, en la
clase de su hijo/a de 9 años tres o cuatro muchachos de trece o catorce,
repetidores profesionales, de comportamiento disruptivo y pendenciero.
Los
tertulianos conocen (o deberían conocer) que la pedagogía, como tantas otras
cosas en la vida, se rige por movimientos pendulares y que, tras años de
separación del rebaño juvenil por conocimientos y capacidades y viendo las
deficiencias del sistema en términos de cohesión social, se optó, no solo en
España sino en todo el mundo civilizado, por el sistema inclusivo de “todos en
un mismo rebaño”. Así, nacieron las “Comprehensive Schools” en el Reino Unido de
los años sesenta y, con este sistema de enseñanza inclusiva -y pública- países
como Finlandia consiguen estar en el grupo de cabeza en resultados escolares.
Deberían conocer también que muchos de los países a los que los nuestros
jóvenes emigran tienen resultados similares a España en las pruebas y que la
mayoría de ellos han dejado de enseñar listas de reyes y ríos y hacen trabajar
a los niños, monitorizados por el
profesor, en proyectos participativos y activos con presentaciones y
exposiciones finales, reforzando aspectos como el de hablar en público, el
trabajo en equipo y la búsqueda de soluciones a problemas, dejando de lado, entre otras cosas, las Bienaventuranzas
y hasta, si me apuran, el recorrido del Duero.
Lo que en
realidad parecían querer decir (tácitamente) los tertulianos es: quiero una
clase para mi hijo en la que aprueben todos y si alguno no lo hace, que repita,
pero que no admitan repetidores de años anteriores, sobre todo de carácter
rebelde, que impidan o dificulten la marcha de la clase. Y si hay repetidores (porque
parece ser que en este mundo tiene que haber de todo) que los manden a la pública
y a mí que me den dinero de todos en forma de cheque, convenio, concierto o
subvención para que pueda llevar a mi hijo (a ser posible de manera gratuita) a
un colegio con derecho de admisión en el que no admitan repetidores, golfos,
pobres (si no son aseados, estudiosos y dóciles), desharrapados y mocosos, gitanos,
inmigrantes (diferénciense estos de los expatriados), moros (hágase la vista
gorda con saudíes), pegones, autistas y Froilanes en general. Y que les enseñen
donde nacen y desembocan los ríos “de España”, por favor. A ser posible, en
inglés, que lo que vale para los demás no tiene porqué valer para mí.
Román Rubio
Julio 2017
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