SERPIENTES DE VERANO
El vestido de la Pedroche en Nochevieja se ha
convertido en el monstruo del Lago Ness del solsticio de invierno. Da mucho que hablar cuando poco hay que decir
y menos que ponerse, porque lo de esta chica se está convirtiendo en una
arriesgada carrera hacia la nada (de tela, digo). Vean sino los titulares de
los periódicos:
El País: “Del no vestido de la Pedroche a la tradición familiar”.
“Cristina Pedroche: ‘Mi vestido es superfeminista’”. “Cristina Pedroche da la
campanada en Año Nuevo con un discurso feminista”. El periódico de Prisa se
centra, pues, en dos aspectos: la brevedad del tejido (sobre lo que no hay
discusión) y la controversia generada por la espabilada vallecana sobre el
supuesto feminismo de la semidesnudez en directo televisivo y en un balcón en
la fría noche de la estepa castellana alegando que ella se pone lo que le da la
gana y que lo que el cuerpo le pide es andar así, desnuda. En enero. Ana de
Miguel, profesora, filósofa y, al parecer, una autoridad en esto del feminismo,
dice que de eso nada, que andar semidesnuda en pleno invierno para anunciar las campanadas no tiene nada de
feminismo. Que se trata de otra servidumbre más al pernicioso machismo
imperante. ¿Quién tiene razón? Yo no estoy seguro, pero si hay que ponerse en
un bando (como con lo de la independencia) me pongo en el de la Pedroche.
Siempre con Vallecas.
La Vanguardia: “El discurso ‘feminista’ de Pedroche en Campanadas”
en donde cuenta el mensaje oportunista de: “Que quede claro, no es no” y “Pedroche
sorprende con un mono transparente para las campanadas de 2018” Pues no,
señores de La Vanguardia. Eso no es cierto. No hay ninguna sorpresa. Todos
esperábamos una sustancial reducción de paño de Manchester sobre el bonito atuendo
estrellado del año pasado y ha ocurrido. Tal como preveíamos. ¿Dónde está,
pues, la sorpresa?
El Mundo: “La Pedroche, con un par” y “Equidistante Cristina
Pedroche” ¿Con un par de qué? ¿Equidistante entre qué puntos?
La Razón: “El vestido ‘ultrafeminista’ de Cristina Pedroche”
y “El no vestido de Cristina Pedroche vuelve a ser la estrella de la
Nochevieja”. Y este artículo es mi favorito. Tras describir al detalle “el
vestido rojo modelo Barcaza de Moreau…" del que la presentadora tardó poco en desprenderse, pasa a describir la gran “sorpresa”:
“Un espectacular mono transparente con aplicaciones de encaje y chantilly
blanco, inspirado en el vestido Caracola (…). El vestido (…) ha sido
confeccionado con dos metros de tul y dos de encaje bordado a mano con hilo de
seda…” ¿Chantilly? ¿Dos metros de algo y
otros dos de otra cosa? ¿Encaje bordado con hilo de seda? ¿Tantos metros de cosas
había para tapar tan poco? Increíble.
Y, una vez digerida la Nochevieja, los
incondicionales del esperpento esperamos impacientes la Cabalgata de Reyes. No
la de nuestra ciudad o la de Alcoy (la más antigua de las españas), sino la de
Madrid. O mejor, la de Carmena, porque desde que esta mujer está al frente del
ayuntamiento de la capital siempre hay espectáculo. Hace dos años, los hijitos
de las diputadas del PP volvían a casa llorando porque los reyes no eran como
los del belén que tenían en casa. Más bien parecían magos, como Merlín, o tipos
disfrazados con cortinas de baño. El año pasado, con unos reyes ya más al gusto
de los vástagos populares, en su ánimo de desprestigiar la supuesta ideología
antiespañola de los podemitas, un simpático “periodista” confundió a Copérnico con Cristóbal Colón, de quien quería
hacer chanza y se quedó, el pobre, sin broma y convertido en el hazmerreir.
Veremos que nos trae este año la cabalgata. No se espera a la Pedroche. Ni a
las Magas de Enero que se pasean por mi
ciudad. Lástima. Podríamos reírnos un rato. Con los de Madrid, digo.
Román Rubio
Enero 2018
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