lunes, 5 de noviembre de 2018

¿ESTAQUÉ? ESTATINAS, HOMBRE, ESTATINAS


¿ESTAQUÉ? ESTATINAS, HOMBRE, ESTATINAS







Hace ya un par de años publiqué en este mismo blog un artículo titulado Colesterol del malo que tuvo cierta popularidad entre los seguidores de este blog y otras personas a las que llegó por medio de las redes sociales. En él argumentaba mi negativa a tomar las estatinas que el médico me había prescrito tras comprobar el alto nivel de colesterol que consignaba mi análisis de sangre.
Señalaba yo en el artículo que, si el 70 de por cien de mis amigos y conocidos estaban bajo tratamiento para el colesterol, significaba que el umbral de medir estaba mal delimitado (¿torticera e interesadamente?) al no corresponderse con la distribución “normal” de la población, entendiendo el término como normalidad estadística, es decir, la que se explicaría en la panza de la campana de Gauss.


Hoy sigo sin tomar la pastillita (y milagrosamente vivo) y no por capricho, sino por ver de evitar los efectos secundarios. A saber: potenciación del deterioro cognitivo (pérdida de memoria), debilitamiento, atonía y dolores musculares, desregulación del azúcar en la sangre y de la tensión arterial y otros. En fin, ya saben: se trata de desnudar a un santo para vestir a otro.
Hace poco he seguido la polémica sobre el colesterol y las estatinas que se ha generado en The Guardian y he leído algunas opiniones a favor y en contra de seguir la medicación. He elegido (y traducido) una de las opiniones porque creo que expresa un punto de vista original. Dice así:


El Instituto Nacional para la Excelencia del Cuidado y la Salud recomienda la ingesta de las estatinas para aquellos con una probabilidad de un 10% de tener un ataque al corazón en los próximos 10 años. Examinemos esto con detalle: cien personas con un riesgo de ataque al corazón o ictus del 10% implica que al final de esos 10 años, 90 de esas personas no tendrán un ataque al corazón o un derrame cerebral y diez personas lo sufrirán. Si todas esas 100 personas toman estatinas durante diez años su riesgo se ve reducido en —más o menos— un tercio. Esto significa que, tras diez años de estatinas, en vez de haber 90 personas a salvo de un ataque al corazón, 93 evitarán uno. Siete de ellos tendrán un ataque incluso tomando estatinas durante todo el periodo de diez años, y tres personas afortunadas, que podrían haber sufrido un ataque, lo evitan. Lo que no sabemos es como identificar a esos que se beneficiarán.
Esto quiere decir que 97 personas tienen que tomarse las pastillas durante 10 años para que tres personas se beneficien del efecto. El gran problema con las estatinas pues, no es si benefician a los que tienen un alto riesgo (que sí les benefician), sino la incuestionada medicación en masa de gente con poco riesgo (97%) que no obtienen beneficio alguno. Los que no se benefician están, sin embargo, expuestos a los potenciales efectos secundarios, entre los que se incluye un incremento en la tasa de diabetes. ¿Qué impulsa estas recomendaciones de medicar a grandes cantidades de población para el beneficio de unos pocos?
Avril Dankzak
Manchester

Román Rubio
Octubre 2018

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