¿ESTAQUÉ? ESTATINAS,
HOMBRE, ESTATINAS
Hace ya un par de años publiqué
en este mismo blog un artículo titulado Colesterol
del malo que tuvo cierta popularidad entre los seguidores de este blog y
otras personas a las que llegó por medio de las redes sociales. En él
argumentaba mi negativa a tomar las estatinas que el médico me había prescrito
tras comprobar el alto nivel de colesterol que consignaba mi análisis de
sangre.
Señalaba yo en el artículo que,
si el 70 de por cien de mis amigos y conocidos estaban bajo tratamiento para el
colesterol, significaba que el umbral de medir estaba mal delimitado
(¿torticera e interesadamente?) al no corresponderse con la distribución
“normal” de la población, entendiendo el término como normalidad estadística,
es decir, la que se explicaría en la panza de la campana de Gauss.
Hoy sigo sin tomar la pastillita
(y milagrosamente vivo) y no por capricho, sino por ver de evitar los efectos
secundarios. A saber: potenciación del deterioro cognitivo (pérdida de memoria),
debilitamiento, atonía y dolores musculares, desregulación del azúcar en la
sangre y de la tensión arterial y otros. En fin, ya saben: se trata de desnudar
a un santo para vestir a otro.
Hace poco he seguido la polémica
sobre el colesterol y las estatinas que se ha generado en The Guardian y he
leído algunas opiniones a favor y en contra de seguir la medicación. He elegido
(y traducido) una de las opiniones porque creo que expresa un punto de vista
original. Dice así:
El Instituto Nacional para la Excelencia del
Cuidado y la Salud recomienda la ingesta de las estatinas para aquellos con una
probabilidad de un 10% de tener un ataque al corazón en los próximos 10 años.
Examinemos esto con detalle: cien personas con un riesgo de ataque al corazón o
ictus del 10% implica que al final de esos 10 años, 90 de esas personas no
tendrán un ataque al corazón o un derrame cerebral y diez personas lo sufrirán.
Si todas esas 100 personas toman estatinas durante diez años su riesgo se ve
reducido en —más o menos— un tercio. Esto significa que, tras diez años de
estatinas, en vez de haber 90 personas a salvo de un ataque al corazón, 93
evitarán uno. Siete de ellos tendrán un ataque incluso tomando estatinas
durante todo el periodo de diez años, y tres personas afortunadas, que podrían
haber sufrido un ataque, lo evitan. Lo que no sabemos es como identificar a
esos que se beneficiarán.
Esto quiere decir que 97 personas tienen que
tomarse las pastillas durante 10 años para que tres personas se beneficien del
efecto. El gran problema con las estatinas pues, no es si benefician a los que
tienen un alto riesgo (que sí les benefician), sino la incuestionada medicación
en masa de gente con poco riesgo (97%) que no obtienen beneficio alguno. Los
que no se benefician están, sin embargo, expuestos a los potenciales efectos
secundarios, entre los que se incluye un incremento en la tasa de diabetes. ¿Qué
impulsa estas recomendaciones de medicar a grandes cantidades de población para
el beneficio de unos pocos?
Avril Dankzak
Manchester
Román Rubio
Octubre 2018
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