martes, 11 de diciembre de 2018

LOS OTROS


LOS OTROS




En ocasiones me he expresado aquí sobre lo cansino de determinadas controversias lingüísticas, en concreto acerca del supuesto agravio del denominado “masculino genérico” o “género no marcado”. Tengo que reconocer que, en muchos casos, yo también me he pasado a la tesis feminista de que el lenguaje tiende a producir cierta invisibilización de la mujer en el discurso y me he acostumbrado a decir “la jueza” y hasta “la fiscala” en vez de “la juez” o “la fiscal”, como era mi costumbre. Que estos cambios sirvan para algo, para mucho o para nada en el camino de consolidar la igualdad entre sexos es algo que no tengo muy claro. 
No me resulta natural, sin embargo, hacerme a la feminización de palabras como “la pilota”, “la perita”, "la conserja" o "la portavoza" y me resulta más amable decir “la piloto” o “la perito”, del mismo modo que adopté de buen grado “la doctora” y de manera mucho más reticente “la médica” (tratándose de la misma persona). Tampoco me he llegado a acostumbrar al trillado “los andaluces y las andaluzas” o “los trabajadores y las trabajadoras”, que no aportan nada a la forma inclusiva del masculino y que, en mi opinión, no hacen sino añadir prosa huera, aunque desde siempre hemos venido usando (y encontramos natural) el “señoras y señores” o “damas y caballeros”.

La determinación de delimitar el género con empecinamiento puede llevar a la tendencia opuesta: la de masculinizar los sustantivos inclusivos acabados en “a”, al modo de “mi dentisto es muy bueno, pero naba barato” o “Alberto, cuando se vino del pueblo, se hizo taxisto”.

Además, supone un esfuerzo a la hora de expresarse y puede llevar a situaciones curiosas y algo incongruentes. Vean si no: En el cuadernillo Ideas de El País del pasado domingo, la escritora Edurne Portela, en una columna en la que trata del advenimiento inesperado de Vox y sus previsibles desmanes, escribe la siguiente frase:

¿Cuántas nos hemos vuelto inquietas al pensar que esos votantes están entre nosotras?

¿Ven a lo que me refiero? La autora —por otra parte, una estupenda novelista según críticas de gentes fiables— rehuye el masculino genérico “cuántos” (que incluye hombres y mujeres) para usar el femenino, de forma explícita e intencionada. Nos imaginamos (porque así queda explicitado en el discurso) a muchas mujeres, inquietas y alarmadas porque “esos votantes” —y cambia de género para referirse a “los” votantes de Vox, (ellos sí, en masculino)—, anden por ahí mezclados con tantas mujeres de buena fe, otorgando al femenino la parte meliorativa y al masculino la peyorativa del discurso, en una pirueta de ética dudosa.
Vale; es cierto que el líder de la formación y el candidato por Andalucía eran (son) hombres, pero ¿no han visto en las imágenes de los mítines multitud de mujeres agitando banderas y coreando los eslóganes? ¿O soy el único que las vio? ¿O quizá no resulta inquietante el hecho de que esas votantes estén entre nosotros y nosotras?


Román Rubio
Diciembre 2018




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