CONSTITUCIÓN
No me gustó la entrevista que
Borrell dio a la cadena de televisión alemana en lengua inglesa Deutsche Welle
News. El ministro, incómodo, se quitó el micrófono, se levantó y pidió que
cesara la grabación a mitad. ¿La razón? Porque el entrevistador comenzó a
interpelarle de manera torticera a propósito del procés. Y él, como ministro de Asuntos Exteriores de España está
ahí para explicar, no para sentirse ofendido con las preguntas por poco amables
que estas sean. El periodista, Tim Sebastian, curtido en la BBC y claramente
convencido de las tesis independentistas, empieza preguntando por qué el
gobierno permite la prisión preventiva a personas que no están condenadas y
Borrell responde con tranquilidad que los jueces en este país son
independientes. Cuando Borrell le dice que los independentistas podían haber
presentado un plan para reformar la constitución como habían hecho los vascos
en su momento, el periodista le interpeló diciendo que por qué no habían
promovido ellos (el gobierno) la reforma de una constitución que, según el CIS,
quiere el 70% de los españoles. Ahí el ministro no pudo más y se rebotó.
Lo cierto es, señor Borrell, que
lo que dijo el periodista es verdad, aunque lo dijera de una manera tramposilla
de la que se podría inferir que el setenta por ciento quiere plantear el asunto
de la autodeterminación de las regiones y territorios de España, lo que es
completamente falso. Y usted, señor ministro, está ahí para explicarlo, no para
ofenderse. Eso (ofenderse) es lo que habría hecho yo o cualquier otro ciudadano
de medio pelo, pero de usted esperábamos más, por muy impertinentes y
tendenciosas que fueran las preguntas. Porque los otros (los que dan
legitimidad a la proclamación de independencia) lo saben hacer muy bien.
He visto los resultados de la
encuesta del CIS a los que se refiere el periodista sobre la reforma de la
Constitución y he hecho mis propias pesquisas, que no tienen valor estadístico
alguno pero que ustedes probablemente reconocerán y harán suyas.
Entre un círculo de amigos y
conocidos que puede sumar la docena, dos (a favor del procés) querrían la reforma que contemplara el derecho a la
autodeterminación, cuatro o cinco cuestionarían y someterían a referéndum la
Corona y proclamarían la República Española, siete u ocho (todos los que se han
pasado la vida votando a partidos como Izquierda Unida) ven urgente la reforma
electoral que acabe con el eterno escarnio de la distribución territorial de
los votos, y un par de ellos abrirían el melón para ver de cargarse las
autonomías, derrochadoras ellas, además de desestructuradoras del territorio.
Solo dos o tres (entre los que me incluyo) pensamos que en tiempos de
tribulación no hay que hacer mudanza y que se si abre el debate se delimite el
alcance con anterioridad en vez de lanzarse directos al precipicio sin que
nadie empuje (especialidad española, como la tortilla de patatas).
¿Y creen ustedes que una reforma de la
Constitución conformaría al personal? Bueno, solo a los que les solucionara el tema
del “¿qué hay de lo mío?”, sin admitir (como parece ser común entre los
españoles) que la Constitución necesita consenso, que consenso engloba “a
todos” y que para conseguirlo hay que renunciar a vindicaciones propias en beneficio
de las de otros. Y eso me parece que está muy lejos de la mentalidad del
español. Incluyendo a mis amigos.
Román Rubio
Marzo 2019